sábado, 2 de agosto de 2008

Cuento Original: Saturnino y la marca de los quince minutos


No es que no pudiera llegar a tiempo. Es que no quería.

No importaba lo que sucediera, él siempre llegaba quince minutos después de lo acordado. Esto era lo que llamaba la marca de los quince minutos, es decir T más quince.

¿Por qué iba a querer llegar a tiempo? Para empezar, se había dado cuenta que rara vez alguien era puntual.

Su nombre era Saturnino. Al menos, éste era el que había escogido. ¿Por qué? Porque él era Cronos, el señor del tiempo, el precursor de la ancianidad como diera en llamarle Gustav Holst. Padre de Zeus, Titán invencible (bueno, casi...), y los romanos le habían llamado Saturno... pues, Saturnino entonces.

Y aquí él era el impuntual. Antes era un caso raro. Ahora era normal. Tuvo que despojarse de su mecánica hora tipo británica, de su puntualidad tipo reloj suizo. Pasó, como dirían los existencialistas de los dominios de la improrrogable necesidad de las arenas del desierto a la ondulante contingencia de las arenas movedizas.

El abuelo de los dioses se convirtió del relojero más exacto en el más vehemente defensor y practicante de la hora chapina: Saturnino.

3 comentarios:

Henoc dijo...

¡Saludos! Tus cuentos y capítulos (diálogos de P.P. y demás) ciertamente son muy cautivadores, e inspiradores pues ya me han motivado a acercarme a esos "intocables" e "innombrables" sofistas, a ver qué es realmente lo que dicen y por qué tanta tírria de los maestros.

10urd35 dijo...

Yo soy Lourdina y la marca de la media hora, jaja!
Lo mio ya es patológico, viene en el gen González...

Saludos!

Petoulqui dijo...

Pelleprima:

Pues, por cierto, Lourdina, que ya te tengo un nombre petoulquiano, pero lo vamos a dejar para un capítulo posterior.

Entiendo lo de la media hora y comparto lo de los caracteres patológicos y genéticos, vos sabés.

Saludos,

Julio P.