viernes, 1 de agosto de 2008

capítulo vigesimoprimero: "¿por qué no habré leído el libro octavo hace ocho años?"

Mientras continuábamos nuestra odisea hacia la primera calle y alrededores del así llamado Cerrito del Carmen, les comenté a Sócrates y Platón que últimamente había sentido algunos remordimientos, pero principalmente debido al hecho de ignorar ciertas cosas las cuales se planteaban como evidentes.

Principalmente, y dadas las circunstancias, retomé el hecho de que hasta hace poco me había negado a terminar "La República". Y enfaticé mi sorpresa al leer el Libro Octavo.

"Y, ¿qué ha sido lo que más te ha asombrado?" preguntó Sócrates resaltando la palabra que tanto le gustaba.

"Pues," les dije, "tengo aquí unos apuntes que tomé de la obra de Platón que me parece que será bueno que consideremos."

"Adelante, entonces." Sentenciaron ambos maestros al unísono.

Comencé a leer:

"-Pero el protector del Pueblo, ¿por qué principia a hacerse tirano? ¿no será evidentemente cuando comienza a hacer una cosa parecida a lo que se dice que pasaba en Arcadia en el tiempo de Jupiter Liceo?

-¿Qué dicen que pasa allí?

-Se dice que el que ha comido entrañas humanas mezcladas con las de otras víctimas, se convierte en lobo. ¿No has oído decirlo?

-Sí.

-En la misma forma cuando el protector del pueblo, encontrando a éste completamente sumiso a su voluntad, empapa sus manos en la sangre de sus conciudadanos; cuando en virtud de acusaciones calumniosas, que son demasiado frecuentes, arrastra a sus adversarios a los tribunales y hace que expiren en los suplicios, bañando su lengua y su boca impía en la sangre de sus parientes y diezma al Estado, valiéndose del destierro y de las cadenas, y propone la abolición de las deudas y una nueva división de tierras, ¿no es para él una necesidad el perecer a manos de sus enemigos, o hacerse tirano del Estado y convertirse en Lobo?"

"Ajá." Pronunció Platón como asintiendo a una obvia verdad universal.

"Y esto que sigue." Y leí:

"..., tiene cuidado (el dictador, el tirano) de mantener siempre en pie algunas semillas de guerra para que el pueblo sienta la necesidad de un jefe.

-Así debe ser.

...

-Y también hace esto para tener un medio seguro de deshacerse de los de corazón demasiado altivo para someterse a su voluntad, exponiéndolos a los ataques del enemigo. Por todas estas razones es preciso que un tirano tenga siempre entre manos algún proyecto de guerra."

"Y para finalizar." Leí lo último:

"El pueblo queriendo evitar, como suele decirse, el humo de la esclavitud de los hombres libres, cae en el fuego del despotismo de los esclavos, y ve que la servidumbre más dura y más amarga sucede a una libertad excesiva y desordenada."

"Todo esto lo encontré en el Libro Octavo de tu República, y me pregunto cómo es que Vds. sabían la manera en la cual iban a sucederse los acontecimientos."

"Por la razón." Respondieron ambos con convicción.

Entonces recordé lo que decían los Houyhnhnms “nadie puede desobedecer a la razón sin prescindir de su derecho a considerarse una criatura racional”.

"Pero no te engañes" me dijo Sócrates sonriendo, "la razón no lo es todo."

Platón se sonrojó un poco, pero no le quedó más que asentir a la sensatez de lo que decía su maestro.

Imagen: http://www.canadiannetworkoncuba.ca/Photos_from_Havana.html (en la fotografía Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara)

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