viernes, 1 de agosto de 2008

Cuento Original: "Dónde, ¿dónde habré dejado el Fuego?"

(Pedro Pablo Rubens - Vulcano forjando los rayos de Júpiter)

......................................................................................................

Hefaistos amaneció…
Amaneció de cruda…
De caña…
De goma…




Así que después de cuatro intentos, me he decidido…

Entonces,

Hefaistos amaneció de caña…

Ah, pero se me olvidaba,
El cuento no comienza así en mi esquema mental.

No.

El Cuento comienza así:

“Dónde, ¿dónde habré dejado el fuego?”

No, no, no…

El Cuento no comienza así, el Cuento termina así…

Pero, negociemos…

El hecho de que comience así y termine así, es a mi… nuestro parecer, algo fundamental.



Entonces, el Cuento comienza así:

“Dónde, ¿dónde habré dejado el fuego?


Y termina así:

“Dónde, ¿dónde habré dejado el fuego?



Así que es un ciclo.
Aquí podría dejar, digamos abortar, mi narración.
Pero, yo no soy de los que abortan.
Así que veamos cuál es el Nudo.



…..............................................................................................


“Dónde, ¿dónde habré dejado el Fuego?”

Hefaistos amaneció de caña, principalmente debido a las fiestas dionisíacas; había sido una noche embriagante.

¿Qué le queda por hacer a un dios, quien trabaja incansablemente? Qué le queda sino buscar un sano esparcimiento; un esparcimiento, en fin.

No es que Hefaistos tuviera muchas opciones. El único amor de su vida, de su existencia inmortal, era su trabajo. En él, en su labor, ponía todo su ser. Era lo que le interesaba primordialmente, siempre que podía indagaba sobre los misterios de la metalurgia, sobre el misterio del fuego.

No.

Del Fuego.

Él era el dios del Fuego. Sin embargo, el Fuego era un misterio aún para él, porque él no lo había creado, ni mucho menos inventado, ni siquiera podía atribuirse su descubrimiento. No, el Fuego existió antes que Hefaistos, pero nunca fue el Fuego tan grandioso como cuando el dios volcánico lo tocó por vez primera, como cuando el Fuego lo incendió por vez primera y el dios lo maleó a su antojo.

Mas, aún teniendo una relación tan estrecha con el Fuego, aún sentía que tenía secretos para él. Y esos secretos le fascinaban, pero a veces también lo desesperaban.

¿Cómo él, que conocía tan bien al Fuego, a veces sentía que era la primera vez que lo inflamaba?

Cuando esto le pasaba se descubría indefenso y vulnerable, y eso le gustaba, aún cuando no lo reconociera más que en privado; pero también lo perturbaba, lo horrorizaba.

El día anterior había trabajado como nunca, lo cual le satisfizo, pero también lo agotó. Podemos decir que literal y figurativamente se quemó. Sentía sed como nunca antes la había sentido.

Salió de su taller y vio a Dionisos, quien le ofreció una copa de vino. Sediento, la empinó de un sorbo y pidió una más. Solícito, Dionisos, con la generosidad de quien tiene una fortuna inagotable, se la sirvió.

Al principio, Hefaistos solamente sintió alegría. Pero, luego de un rato, su atención se dirigió hacia el Fuego.

Era como si no pudiera pensar en otra cosa, o en otro “ser”. Nunca lo había visto así, pero, “¿Era el Fuego un ser?”.

Pensó en lo importante que era para él el Fuego, recordó sus momentos de mayor satisfacción. Nunca había amado tanto a nada ni nadie, ni siquiera a su querida Afrodita, quien le causara tantos dolores de cabeza. Nunca había temido tanto perder algo como temía perder al Fuego, ni siquiera su vida, su existencia (la cual, a fin de cuentas, no estaba condicionada puesto que era inmortal).

Ver esta idea de frente, como nunca antes lo hiciera, lo conmocionó.

Se preguntó por primera vez, “¿Qué haría yo sin el Fuego?”.

En su desesperación, ya no bebía por sed; atrás quedó la alegría inicial. Sólo le quedaba la noción de escapar de este horror.

..................................................................................................


Hefaistos amaneció de caña, y en su confusión, mientras trataba de recordar lo sucedido, simplemente acertó a preguntarse, mientras despreocupadamente se estiraba y acariciaba la barba:

“Dónde, ¿dónde habré dejado el Fuego?”

2 comentarios:

10urd35 dijo...

jaja! suele suceder...

Petoulqui dijo...

Lou:

Ajá. Fue una idea que me rondó mucho tiempo, después de escuchar a alguien preguntar justamente eso: "¿dónde dejé el fuego?". Se refería al encendedor. Simplemente realicé un cambio de contexto.

Saludos,

Julio P.