domingo, 3 de agosto de 2008

Cuento Original: Sunday


Despertó conmocionado por ese ruido infernal.

Un ruido es: "un sonido indeseado". Así se le define actualmente...

Despertó en ese día domingo a las 10 A.M. porque justo a esa hora aproximadamente se le ocurre al DJ, que no es ningún técnico calificado en acústica ni mucho menos, que una cumbia con una intensidad de entre 65 y 85 decibelios (él, por supuesto, ignora este detalle técnico; solamente sabe que es un musicón) no es molestia ni se acerca al umbral del dolor humano (pero para que no digan que es porque sea una cumbia pues no porque también puede ser el caso que reproduzca una guarimba o qué sé yo cualquier cosa que tenga en su repertorio de discos quemados).

Como cada día domingo, la Muni nos regala a los vecinos de la Avenida Juan Chapín con ese ruido ensordecedor (insisto, ruido porque no lo deseamos, no por el género musical escogido por el jinete de discos sino por el volumen tan alto).

Y bueno, despertó en ese domingo, ¿cómo es que le llaman los anglosajones? sunday: día de sol. Muy conveniente para nuestra historia.

Se percató acerca de que había sido interrumpido en su sueño por una percusión electrónica. "Claro, es que hoy es domingo." recordó, "Creo que no había escuchado algo tan ruidoso desde ese... ¿cómo es que se llamaba? ah, sí, Wagner, pero ese otro, el francés también era ruidoso... el tal Berlioz."

Estos hombres sí que son ruidosos, pensaba. A qué se debería, ¿es que acaso todos están sordos? si ese fuera el caso, nada más fácil que obsequiarlos con unas orejas de burro como las que había transmutado para el imprudente de Midas.

"Pero, no." Pensó benévolamente. "La paciencia es la mejor de las virtudes, he oído decir. Y este ruido infernal ha de terminarse llegadas las dos de la tarde."

El imberbe Apolo decidió aceptar esta afrenta de los pobres peones de su cósmico tablero de ajedrez, quienes tan absurdamente trataban de huir de los callejones sin salida que él les planteaba. Se dio vuelta en la cama y soñó con aquellos días cuando la música era más que un estruendo una armonía universal (pero, de que Pitágoras estaba loco, estaba loco).

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