viernes, 18 de noviembre de 2016

cuento trunco: chucho sin orejas

Cuando ya iba en el bus, se dio cuenta de que no llevaba puestos los aretes, y escuchó resonar las palabras de su madre: sin aretes, parecés chucho sin orejas.

Resonaron en su mente, porque ella, sin aretes, no tenía orejas (bien lo decía su madre); y por ende, ninguna vibración sonora (qué pleonasmo esto de vibración sonora, ya lo estableció Kepler: todo lo que se mueve suena. O algo así, recuerdo yo) podría ser percibida por ella, una mujer sin orejas (ahora comienzo a preguntarme si esto es tan cierto, ¿acaso son absolutamente necesarias las orejas para oír?).

Sin aretes en las propias orejas, ella se encontraba en un mundo silencioso.

Así, en lo anecoico de su situación (hoy andamos de neologismos, va. Será que me refiero a la tal cámara anecoica, la del silencio), comenzó a pensar qué podría hacer para revertir esta extraña metamorfosis ovidiana de chucho sin orejas (¿o sería una mutación? digo, para ser más actualizados).

Necesitaba conseguir unos aretes. Pero, ya se ha visto, como en "El asno de oro", el remedio puede ser tan sencillo como comerse una rosa, pero las complicaciones de la trama sobreabundan.

Aquí era donde su naturaleza femenina se oponía a la vuelta a la normalidad.

"Ya decía yo, que esto no sería tan simple", se dijo a sí misma.

Muy chucho sin orejas podía ser, pero tenía buen gusto.

Y así, ahí estaba parada, frente a la mesita de mercado persa centroamericano, sin saber qué par de aretes elegir...

Y yo, que presencié la escena, porque me la encontré a ella, y me explicó, de alguna manera, todo lo anterior (más o menos), tampoco sé qué elegir para darle fin al relato. No sé por qué recuerdo a Charlie Parker, perdiéndose en el solo cuando era un jovencito, o apenas logrando terminar su interpretación de Loverman, aquella vez que estaba alcoholizado y narcotizado...

Apegarse a la verdad, desentenderse de la ficción (si es posible hacerlo), me podría ayudar: Ella no llevaba puestos aretes, decidió conseguir unos, fue al puesto de economía informal y... compró un par de aretes (recuerdo que discretos, pero visibles, si no ¿cuál sería el objeto? a menos que la metamorfosis solamente afecte al usuario, es decir que sólo ella sepa acerca de la transformación. Y así debía ser, porque a mí nunca me pareció que ella fuera un chucho sin orejas).