viernes, 23 de octubre de 2020

cita petoulquiana: d'artagnan a los cuarenta años

Amigo, no son las guerras civiles las que nos separan: es que ya no tenemos veinte años y han pasado los nobles ímpetus de la juventud. Ahora hablan en nosotros el interés, las ambiciones y el egoísmo.


Dumas, Alejandro. Veinte años después. Primera edición. Argentina: Editorial Sopena Argentina S. R. L., mayo de 1940. p. 131

viernes, 24 de julio de 2020

cita petoulquiana: límite del humanismo

Las plagas en efecto, son una cosa común, pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas. El doctor Rieux estaba desprevenido como lo estaban nuestros conciudadanos y por esto hay que comprender sus dudas. Por esto hay que comprender también que se callara, indeciso entre la inquietud y la confianza. Cuando estalla una guerra las gentes se dicen: "Esto no puede durar, es demasiado estúpido". Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo, pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones. Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas.

Camus, Albert. La peste. México: Editorial Azteca S. A., sin año de edición. p. 28

lunes, 29 de junio de 2020

cita petoulquiana: ¿un verdadero kafka?

Compáranos: yo un Löwy con cierto trasfondo kafkiano, pero al que no lo impulsan precisamente esa voluntad vital de comercio y conquista tan típica de los Kafka, sino una espina de los Löwy, más secreta, más tímida, que apunta hacia otra dirección y a menudo se desvanece. Tú, en cambio, un verdadero Kafka en fuerza, salud, apetito, volumen de la voz, poder de convicción, autosufiencia, superoridad con respecto al mundo, resistencia, presencia de ánimo, conocimiento de los hombres, cierta ampulosidad y, por supuesto, también todos los errores y debilidades que corresponden a estas virtudes provocadas por tu temperamento y tu mal genio. Acaso tu concepción del mundo no corresponda a la de un verdadero Kafka si te comparo con tío Philipp, tío Ludwig o tío Heinrich. Es notable, pero yo mismo no lo entiendo muy bien. Porque todos ellos eran más alegres, más puros, menos forzados, más vitales, menos severos que tú. (En este sentido heredé mucho de ti, pude regular muy bien la herencia, pero mi espíritu no logró equilibrar todas mis potencias; tú, en cambio, no tienes fisuras.)

Kafka, Franz. Carta al padre. Argentina: Ediciones Andromeda, 1976. p. 10 - 11

sábado, 28 de marzo de 2020

cita petoulquiana: ¿qué culpa tiene el pájaro, electo como símbolo, de que la descripción que se hace de él sea tan cabal solamente para el referente?

Otros criticaron el águila calva, diciendo que parecía más bien un dindon o pavo. En cuanto a mí, yo desearía que no hubiesen elegido el águila como símbolo de este país; es un pájaro que tiene mal carácter moral; no obtiene su alimento de una manera honrada; tal vez tú le hayas visto alguna vez posado en algún árbol seco, cerca del río, donde no queriendo molestarse en pescar por su cuenta atiende al trabajo del halcón pescador, y cuando este pájaro diligente ha atrapado algo y se lo lleva al nido para alimentar a su compañera y a sus crías, el águila calva lo persigue y le arrebata la presa. Considerando esta injusticia, no se la puede defender; sin embargo, como tantos hombres que viven de la trampa y del robo, está generalmente pobre y llena de piojos. Además es cobarde; el guardarrío, que no es mayor que un vencejo, la ataca con denuedo y le arroja de su distrito.

Franklin, Benjamín. Autobiografía y otros escritos. México: Editorial Porrúa, 2009. p. 256 

sábado, 4 de enero de 2020

cita petoulquiana: ¿la muerte del autor?

... Uno cree inventar muchas veces lo que otros han olvidado. Cuando uno cuenta lo que ya no se cuenta, dice uno, yo lo inventé, es mío. Pero lo que uno efectivamente está haciendo es recordar; vos recordaste en tu borrachera lo que la memoria de tus antepasados dejó en tu sangre...

... En tu caletre estaba la historia... como en un libro, y allí la leyeron tus ojos, y vos la fuiste repitiendo con el badajo de tu lengua borracha, y si no hubieras sido vos, habría sido otro, pero alguien la hubiera contado pa que no por olvidada, se perdiera del todo, porque su existencia, ficticia o real, forma parte de la vida, de la naturaleza de estos lugares, y la vida no puede perderse, es un riesgo eterno, pero eternamente no se pierde. 

Asturias, Miguel Ángel. Hombres de maíz. Cuarta edición. Buenos Aires, Argentina: Editorial Losada, S. A., 1966. p. 179 - 180