sábado, 27 de marzo de 2010

capítulo cuadragésimoquinto: la petoúlquina en el zoo

Como siempre, según su lógica, todo era muy simple: era más fácil alegar en la taquilla que ella era una enana con tres hijos supercrecidos que declarar "tres adultos y una niña". Pero los grandes nunca entienden nada (algo así como lo que dijera el Principito). Así que no la dejaron realizar su plan.

Pero ingresaron al zoo. Lo primero que vieron fue el área que compartían las jirafas, cebras y cabras de no-sé-dónde; como las primeras tardaran en aparecer y las últimas hubieran estado ahí desde un principio, Tato no pudo evitar citar esa escena de Parque Jurásico en la cual le presentan una cabra al T-Rex para motivarlo a mostrarse y uno de los personajes, Grant creo, dice "El predador quiere cazar, no que le presenten la presa en bandeja..." o algo así. En esa parte del recorrido todos aprendieron que no es que las jirafas sean mudas sino que se comunican con infrasonidos. Y también descubrieron que las cebras no eran tales, sino caballos presos con su uniforme a rayas.

Y esto fue, quizás, lo más chocante, darse cuenta de que el zoo no es sino una prisión para animales. Según parece, algunos están ahí para "salvarlos de la depredación", así que se cumple aquello de que si le indultan la pena de muerte al reo, se la conmutan más bien por una cadena perpetua. Parece ser ésta la única elección que les queda a los animales.

No, me engaño, lo más chocante fue atestiguar el encierro en jaulas diminutas de aves rapaces que no están en peligro de extinción, y es que, si bien, se podría justificar la "conservación" de las especies en peligro, ¿cuál podría ser la razón de encerrar un ave (la cual por naturaleza necesita del firmamento) cuando su existencia no corre peligro en libertad? Hay cosas que, obviamente, ni la Petoúlquina ni Peto pueden entender... ni quieren hacerlo, ciertamente.

Peto se imaginó cómo sería un zoo no para humanos sino "de humanos", en el cual los animales pasearan mirando estupefactos a estas bestias bípedas y desnudas. ¿Qué pensarían? ¿Serían tan inhumanas como nosotros? Cualquiera podría alegar que sería un zoo aburrido porque sólo habría una especie en exposición, pero el ser humano es tan versátil que cada uno de nosotros sería una variedad aparte.

¿Conservación? ¿Privación de la libertad? Somos los seres humanos tan abominables que, para salvar a los animales de nosotros mismos, les robamos todo lo que son.

A Peto no le gustan los animales pero, muy ciertamente, tampoco las personas.

Ah, ya me acordé, este capítulo era sobre la Petoúlquina. Ella la pasó muy bien, hasta que dijo "estoy cansada, ya me quiero ir". Tuvo suerte, ella podía decidir cuándo marcharse, los residentes no.

jueves, 25 de marzo de 2010

Ficha personal

Petoulqui

Edad: 30 (Sí, ya sobreviví tres décadas...)
Sexo: Hombre (Un poco niño, algo adolescente, esencialmente animal, parcialmente antinatural)
Horóscopo: Aries (Debe ser porque soy terco como una cabra)
Año zodiacal: Mono (¿No que hombre, pues?)
Sector: Educación (Es decir, generación de "cambios de conducta")
Profesión: Maestro (Según decían mis condíscipulos: "de obra")
Ubicación: Guatemala (La tierra del árbol de fuego: mi lugar en el Mundo)

lunes, 22 de marzo de 2010

cita petoulquiana: saber y callar

"... Conténtese con el goce del filósofo: saber... y callar."

Pardo Bazán, Emilia. La gota de sangre y otros cuentos policíacos. Grupo Anaya, S. A. Primera edición. Madrid, España. Nov. 2001. p. 109

domingo, 21 de marzo de 2010

Diccionario petoulquiano: Mosca chiclera

Sust. Com. (Entomología empírica chapina) Dícese del díptero que vende chicles, chocolates y cigarrillos (en cajetilla y al menudeo) en las esquinas del centro histórico de la ciudad de Guatemala.

sábado, 20 de marzo de 2010

Paréntesis: De los dos años de Petoulqui...

Y así, sin mayores aspavientos (que quién sabe qué serán... pero se lee bonito), el blog cumplió dos años. Y yo no dije nada; y Vds. (si es que hay alguien ahí leyendo) tampoco lo mencionaron. Supongo que, o no nos importa demasiado o no somos demasiado festivos. En todo caso, me pregunto, ¿hay algo que celebrar?

Han pasado dos años y un poco más de escribir en este blog y he vivido muchos sucesos en la realidad y en el mundo cibernético conocido como blogósfera (tanto chapina como internacional). Cosas buenas y malas (siendo pesimista diría que más han sido las malas, pero siendo honesto: la verdad es que no me han afectado "realmente" la mayoría, sólo cibernéticamente).

Entre las cosas que he encontrado positivas está el hecho de haber podido publicar la mayoría de mis textos, y en algunos casos conocer opiniones interesantes al respecto, más allá del "qué bonito" o "qué porquería".

Sin embargo, lo peor que me ha sucedido en la blogósfera ha sido darme cuenta de que no es este mundo cibernético sino un reflejo del real, igual de cargado con personalidades, algunas que me agradan y luego desagradan y viceversa (y me imagino que algo así ocurrirá a los demás con respecto a mi personalidad).

He visto ir y venir blogs y bloggers (por muchísimas razones que, creo, algún día mencionaré). Con bajo perfil y todo, Las aventuras de Petoulqui sigue aquí.

domingo, 14 de marzo de 2010

capítulo cero: el bloque de hielo

Cuando el corazón es de cristal, su fragilidad está implícita. Así que hacemos lo que sea para protegerlo; somos recelosos, desconfiados, hipersensibles, incluso absurdos y ridículos.

Y cuando alguien fractura el cristal de nuestro corazón, por el temor de que sea destruido por completo, nos aislamos, nos escondemos, hasta que comienza a enfriarse por la falta de compañía y se torna en un translúcido pero duro bloque de hielo.

sábado, 13 de marzo de 2010

capítulo cero: el esqueleto

Sin piel, sin carne, sin vísceras, solamente los huesos: un esqueleto.

Siempre he pensado (sí, siempre, pues siempre generalizo lo que pienso, y como pienso siempre, siempre generalizo) que las cosas deben ser lo más simples posible, sin mayores ornamentos: clásicas (como el arte clásico griego, el período clásico en la música, qué sé yo). Por eso, al leerme, Vds. se podrán encontrar con cierta insipidez, a lo mejor muchos tácitos (ausencias, digamos).

Pero, como siempre (siempre, siempre), hay una contradicción porque, en realidad, soy un romántico (y nada hay más opuesto al clasicismo que el romanticismo [bueno, a lo mejor le es más contrastante el barroquismo]); y no soy exactamente lo que se podría denominar breve en mis conversaciones y escritos.

Así que, soy y no soy un esqueleto. Un esqueleto con panza, digamos. Lo que implica ciertas vísceras: lengua, tracto digestivo, hasta llegar a las gónadas (supongo que la visión de semejante monstruosidad podría disgustar a las personas más sensibles).

Ser o no ser un esqueleto, esa es la cuestión. No implica una decisión, no son dos opciones, es una sola condición. Corrijamos: Ser y no ser un esqueleto.