viernes, 27 de abril de 2012

El poema I en su versión original

La noche color ámbar
Oculta la oscuridad a nuestros ojos.
El silencio abruma
Porque es sólo la negación de la vida que no es vida,
De las máquinas que pretenden estar vivas.
¿Cuál es el significado de todo esto que veo (y de lo que no veo, también)?
¿Qué solución hay para este dédalo sin salida?
Yo soy antihéroe y monstruo a la vez,
¿Dónde está el numen que salve este día?

El silencio de la calle
No es sino una ilusión,
Como lo es la luz ambarina
Que niega la oscuridad,
Que niega la verdad.

La verdad es el ruido y la oscuridad,
La verdad es que el silencio oprime por su falsedad, porque niega el tic tac de la bomba de tiempo que está a punto de estallar.

jueves, 26 de abril de 2012

cita petoulquiana: un acto de inocencia

"Crear es un acto de inocencia; un juego. Sólo como si jugáramos podemos hacer algo serio. En literatura lo que se hace demasiado en serio deja de serlo para convertirse en algo pesado y tedioso. Una novela es un árbol, no un tratado. Para que ese árbol no se malogre, el artista debe saber el terreno que pisa."

Arenas, Reinaldo. Necesidad de Libertad. Mariel: testimonios de un intelectual disidente. Kosmos - Editorial, S. A. Costa Rica, 1986. p. 30

jueves, 19 de abril de 2012

capítulo cero: la inevitable vida

Así, sin ninguna ceremonia, la vida me está sacando del fondo otra vez. No me avisó, no me preguntó nada, simplemente me forzó a salir de este chiquero que llamo habitación, de este alboroto lleno de columnas de libros apolillados y montones de papeles con apuntes de textos que, quizás, nunca verán la luz.

Nuevamente, me ha enseñado la vida que las cosas no son como yo creo (al menos, no todas). Siendo como soy, pesimista, debo reconocer que la vida parece tener siempre una vuelta de tuerca que no me espero (aun cuando, el paso del tiempo, sin mayores variaciones, no me ayuda a ser menos escéptico).

lunes, 16 de abril de 2012

segundo aforismo petoulquiano


En vista de los últimos sucesos, concluyo:

"Es una mierda de planeta aquel en donde sobran los infames monarcas (calificar de noble al Rey de España sería irónico, pero esto es extensivo: todas las monarquías son infames) y escasean los nobles elefantes (cuyo Rey Babar es el único monarca realmente noble que he conocido, pero no el único elefante noble)."

Y es el colmo cuando la escasez de los segundos es causada directamente por uno de los primeros.

(La referencia al Rey Babar fue inspirada por el Cartón de Eduardo Salles "Babar responde")

sábado, 14 de abril de 2012

Poema I: Sin título

Noche en la ciudad:

Todo es negación.

Vida que no es vida: máquinas que pretenden.

La negación de la vida no es vida,

¿Cuál es el significado de esto que veo (y no veo)?

¿Qué solución hay para este Dédalo sin salida?

¿Dónde está el numen que salve este día?



El silencio de la calle no es sino mera ilusión,

Como lo es la luz ambarina que niega la oscuridad:

Que niega la verdad.

La verdad es el ruido y la oscuridad,

La verdad es el silencio que oprime por su falsedad,

porque trata de acallar el tictac de la bomba que está a punto de estallar...

lunes, 9 de abril de 2012

capítulo sexagésimoprimero: cámara

¿Será que hay coincidencias? ¿qué pensar, por ejemplo, de la conjunción de tres eventos, aparentemente coincidentes, (uno muy íntimo, por su naturaleza familiar y con ello quiero decir: de lazos de sangre, de orgullo de padre, de fascinación por las inquietudes de nuestros hijos; otro más, también un tanto familiar, porque envuelve también a un miembro de mi familia, es más al mismo del primer evento; y un último, muy propio, aún cuando ajeno en gran parte, pero que viene a explicar literariamente todo lo anterior) en un solo día?

El día (domingo de pascua), cuando la Petoúlquina decidió utilizar por primera vez la cámara, obsequio de su madre, y le pidió a su padre, el tal Petoulqui, que le regalara un rollo por tal motivo; es decir, el día en que la Petoúlquina tomó, no sus primeras fotos pero sí, las primeras fotos con "su cámara", y que lo hizo de manera concienzuda, tratando de aprender la técnica de su padre (quien, por cierto, no es un Peto Parker de la fotografía, recordando al amistoso vecino arácnido). Ese día en particular, una mujer desconocida, posiblemente turista, probablemente desconocedora del idioma español, decidió a su vez tomarle a la Petoúlquina una, primera y única, foto, para añadirla a su colección personal (la de la turista, pues); toma fotográfica, la cual tomó por sorpresa al Peto (nótese mi tendencia a redundar), quien no supo si tratar de detener la acción, dejarla ser, o qué. Luego, el Peto reflexionó acerca del hecho y justificó su omisión en cuanto a que la Petoúlquina, al momento de ser fotografiada, estaba siendo maquillada para parecer una gatita (ya saben Vds., le estaban pintado la carita; pintacaritas se llama esa forma de arte). La inexperiencia del Peto con respecto a la fotografía (no total inexperiencia, pero hasta cierto punto), lo hacía preguntarse si era válido que un desconocido lo capte a uno sin pedirle permiso primero. Inevitable la paranoia surgida en él por la imposibilidad de no sentirse observado todo el tiempo en esta sociedad orwelliana que habitamos y completamente frustrado su anhelo de privacidad, de respeto al espacio personal de cada uno.

Pero, en fin, ni la Petoúlquina pareció molestarse por el hecho de ser captada en esa toma, ni la turista pareció pretender más que captar lo "pintoresco" de Guatemala, a través de fotografiar a una niña del país (o tal vez pensó, simple y llanamente, que la niña era muy linda; más orgullo de padre, vos diréis); así que el Peto, a lo mejor, debió dejar pasar el suceso sin mayores miramientos. Ahora bien, en su fuero interno deseó que la fotografía hubiera sido saboteada por la misma intrusión del suceso, y que en ella aparecieran todos los elementos de la toma, exceptuando a la Petoúlquina. Pero esto no es más que un triste consuelo petoulquiano.

Bien, el tercer evento fue que el Peto comenzó a leer "Las babas del diablo" de Cortázar. Y, claro, no les voy a decir de qué se trata el cuento, pues nunca me han gustado los "spoilers"; si a Vds. les interesa buscarán la referencia (que cuando yo las hago, nunca son en vano), y quizás entiendan porqué me pareció todo esto tan coincidente.

domingo, 8 de abril de 2012

Paréntesis: Mis muchos nombres...

O bien, los muchos nombres del tal Petoulqui (supuestamente muerto, según mencioné hace un tiempo; pero, "mala hierba nunca muere... pero vive mal", como decíamos con el Papaolo):

  1. Petoluqui
  2. Pelotuqui
  3. Petroluqui
  4. Pietro Lucky
  5. Peloulqui
  6. Petoliqui
  7. Petuqui
  8. Petoballs
  9. Petolouqui
  10. Peotoulqui
  11. Petuolqui
  12. Pedoulqui
  13. Petolqui
  14. Petrochelli
Esta lista la publiqué hace años en la entrada número 100 del blog, pero hoy revisando me fijé que a todos estos nombres (deformaciones, variaciones, etc.) les hacía falta un compañero:

Pellegrini

Hace años, una de las Petunias me llamó así, y se me había pasado mencionarlo.

martes, 3 de abril de 2012

Narrador invitado: J. Lobos

Hace mucho tiempo que no publicaba la obra de un narrador invitado. Pero me impresionó tanto el cuento que hoy les presento, que le pedí autorización a su autor para dejarme compartirlo con Vds. Siento gran admiración por alguien que puede escribir un cuento infantil (espero algún día poder hacerlo yo mismo con tanto éxito, aún cuando ya por ahí anda alguno de mis intentos). Habiendo presentado mi sincero entusiasmo acerca de la obra, les dejo este relato de J. Lobos:

Cuento primigenio

Cierto día la mamá de Juanito le pidió que llevara unos tamales que había hecho a casa de su tío Chente y su tía Tencha, lo cual para variar no hizo mucha gracia al patojo, pues tenía que caminar por dos horas en medio de espesa selva del Caribe de Guatemala. Armado con su resortera se encaminó fuera de la aldea, internándose por el camino de los siete altares, montaña adentro, para encontrar la parcela de sus tíos.

A Juanito le gustaba el río Quegueche porque en las cascadas que forma se criaban los minúsculos pececillos que al nadar con él le mordían la planta de los pies haciéndole cosquillas. No resistiendo la tentación y el calor veraniego se metió a nadar dejando el canasto con los tamales sobre una roca alta para evitar que cayeran al agua.

Nadó un buen rato, vio navegar los barcos de hojas secas en la corriente del río, a ratos una jaiba bebé caminaba por la orilla y topaba con una de estas embarcaciones, enfrascándose en una lucha de honor por no ceder el paso. Entre sus juegos favoritos estaba el tratar de atrapar los peces en su puño, que al cerrarlo salían disparados bajo del agua.

En una de esas salidas va viendo a un par de pizotes dándose una hartada de tamales de lo más tranquilos. Salió como una flecha y de un solo tomó la resortera y a pedrada limpia les arrancó lo que quedaba del encargo familiar, es decir casi nada.

- Hoy sí me va a caer! -se decía Juanito mientras un nudo en la garganta se le cerraba y no dejaba escapar un lagrimón (pues los hombres no deben llorar).

- Que te pasó vos? – escuchó. Volteando a ver a una quija sobre una piedrota.

- Este par de pizotes pisados me dejaron sin los tamales de mi tía.

- Pedile ayuda a ese mono araña que esta va de columpiarse allá arriba.

- Vos mico araña, me podés ayudar?

- Cómo que vos mico araña? “Señor Mico”, vos patojo.

- Señor Mico, puede usted ayudarme con este problema? Necesito conseguir unos tamales con urgencia!

- Tranquilo mijo, acá tengo algo mejor que los tamales, que seguro les gustará.

Seguidamente el Señor Mico, se paseó ruidosamente de un árbol a otro buscando entre las ramas, le tiró un par de bolas verdes y amarillas: Un par de mazapanes grandotes como cocos maduros.

Más que contento, Juanito se encaminó, ahora sí directo a su destino, dejando atrás los peces, el río y a sus amigos animales.