lunes, 19 de enero de 2009

Paréntesis: La nueva cabecera


Comienza un nuevo año escolar y he realizado algunos cambios en el blog... bueno, uno solo: la cabecera. El flammer se ha inspirado y decidió regalarme una nueva cabecera.

Incluyó la imagen de perfil de un servidor en verde, supongo que por lo "neutral" o por mi "conciencia ecológica", a lo mejor fue porque él piensa que parezco un Ent o alguna clase de reptil o batracio (rana, pues... o como dijeran los del grupo: "¡Rrrrrraaaaaaaaaaaaaaana!"); pronto, espero, el flammer nos aclarará el porqué del color.

Además incluyó aquellas cosas que me gustan en la vida:

  • La Luna (para quien me entienda...)
  • Las flores (especialmente, la Violeta)
  • Los libros
  • La música
  • Y supongo que la modelo debe de ser porque me gustan las mujeres, pero talvez el flammer nos lo pueda explicar mejor si deja algún comentario.

Y acerca del fondo colorido, supongo que es por el caos, el cual es la fuerza dominante en mi vida.

Ah, y por si alguien no ha leído la inscripción de la nueva cabecera, reza así: "Peto The New Flavor Of Life".

Esto es marketing y lo demás son pajas. Si no me creen, vean que ayer tenía 3 suscriptores y hoy sólo uno. Jajajajajajaja.

Bienvenidos, entonces, a la era petoulquiana.




Imagen: Peto The New Flavor Of Life por Ponch Pañagua, el flammer.

lunes, 12 de enero de 2009

capítulo trigésimo: los malditos designios


Cuando era un poco más joven, en noviembre primero del año dosmildós, nos encontrábamos Víctor, Pepín, Robertío y yo, sentados en una banca del parque de la "Antigua Vida Mía". Todos somos parientes, llevamos el mismo apellido, al principio o al final, y cae sobre nosotros, al menos tres cuartas partes de los mencionados, el peso de los malditos designios...

Comenzaba a oscurecer en el Valle de Panchoy, y se encendían las tenues luces del alumbrado público. De una manera nada indiscreta, observábamos a dos extranjeros, hombre y mujer (en democrático orden alfabético), quienes ocupaban una misma banca, a cierta distancia de la nuestra (por mera posesión, no había en el asunto nada relacionado con la propiedad privada). El extranjero (no era Mersault) estaba sentado en un extremo y la extranjera en el opuesto. Ella leía un libro y él se ocupaba en sacar algo, no recuerdo si de su mochila o de una bolsa más pequeña: papelillos para cigarrillos y tabaco. Se puso a armar el pitillo y, quién sabe cómo, cautivó la atención de la lectora. En un segundo el sujeto había roto el hielo (supongo que "fracturado" sonaría más elegante).

"Es un maldito designio", dijo Pepín. Le pregunté a qué se refería y me explicó su teoría de que para algunos tipos todo estaba arreglado (para ellos sería un "bendito designio", concluyo ahora), pero para sujetos como nosotros: nel, papá. Resulta que tanto Pepín como Víctor y un servidor, éramos un fracaso en cuanto a entablar relaciones con el género femenino. Era como si no supiéramos ni por donde comenzar. Por lo menos, a Pepín y a mí, nos habían "conquistado", digamos, quienes fueran nuestras parejas. Y por ahí parecían ir las demás experiencias de los presentes.

Tiempo después le conté a Lusifergua lo de los "malditos designios" y a él le pareció que era nuestro deber cívico enunciar una serie de éstos para prevención de los incautos. Ahora revisados, y sin mayor fe en su validez, he decidido publicarlos:

1. La mujer que me gusta siempre escoge como pareja al tipo más pendejo (salva excepción de que me escoja a mí).

2. Siempre le gusto a una mujer que no me gusta (e invertido: siempre me gustan mujeres a quienes no les gusto).

3. En un lugar donde no conozco a ninguno de los presentes, se aparece, repentinamente, el tipo más odioso que conozco; y me saluda y se acerca a hablarme, claro está.

4. (Variación del primero) Me gusta la pareja de un amigo (lo cual es una situación incómoda pero inocua si no hay reciprocidad, pero de gran gravedad en caso contrario).

5. (Variación del primero) La mujer que me gusta sigue enamorada de su ex – maldito designio número uno.

6. (Variación del primero y el tercero en combinación) En un lugar donde no conozco a nadie, me encuentro al tipo más odioso que conozco, cuya pareja comprueba mediante su elección la premisa del maldito designio número uno.

7. (Variación del primero combinado con el cuarto) Me gusta la pareja de mi amigo quien, más allá del afecto, es un pendejo. (Este maldito designio es llevado a su forma extrema cuando quien me gusta es la novia de mi mejor amigo)

Cada uno de los siete malditos designios puede encontrar combinaciones insospechadas, las cuales comprueban su veracidad fidedigna. (Por cierto que anoche leía como las ideologías y escuelas de pensamiento que, generalmente, no aportan medios de verificación ni practican la verificación de sus teorías, recurren sin embargo a la modificación de las mismas en cuanto aparecen hechos que las desmienten. No vaya a creerse que este es el caso de los anteriores enunciados tan llenos de verdad y que Vd. puede comprobar en la práctica...)

Ahora bien, hay un problema con esta palabra "designio". En todo caso, ¿qué es un designio? Según el DRAE:

"Pensamiento, o propósito del entendimiento, aceptado por la voluntad."

Aún cuando pueda ser cierto que todos los fracasos en interrelaciones personales sean mi responsabilidad, me niego (absurdamente) a aceptarlo. Es decir, no acepto ni reconozco que el desacierto romántico se deba a una actitud mental y que los malditos designios me los acarree yo mismo. Así que, buscando cualquier alternativa (igualmente absurda), he aquí mi infundada y descabellada explicación acerca del origen de los malditos designios:

Como un designio sea un pensamiento o un propósito aceptado por la voluntad y no quiero atribuirlo a la propia, se la endoso al "hado" , esa misteriosa fuerza que dirige los destinos de nosotros pobres mortales. Y como me he encontrado con la panacea, se la recomiendo a todos. De esta manera, cuando un niño no lleve la tarea y el maestro muy enojado le pregunte el porqué, el niño podrá responder, "por el hado", y salvar la honra y el pellejo. El hado, ya lo vemos, excluye de toda responsabilidad social e individual. Pero, ya sé que esta actitud de refugiarse en el hado, esta carencia de respeto por la inteligencia y sensibilidad ajena es solamente digna de un petoulqui, así que Vd. siga siendo responsable y yo seguiré mi'ado...




Imagen: Peto: "¿Cómo así...?" por Lusifergua.

miércoles, 7 de enero de 2009

Narrador invitado: Octavio Enríquez


Presento hoy un relato, clasificado por su autor como "cuento infantil", que me ha gustado mucho y que yo clasificaría como "infantil y más...", parafraseando a Juan Ramón Jiménez con aquello de "¿Qué es literatura infantil?", acaso la escrita con la calidad literaria y el enfoque adecuado para conseguir la atención de público tan exigente como son los niños y niñas. El texto fue escrito por un amigo a quien me une gran afecto. Sin más preámbulos, aquí está:



El gato verde



Estaban los mercaderes un domingo soleado cuando pasó un gato verde. Ellos se admiraron y dijeron: -¡hey! Nunca hemos visto un gato verde, hemos visto cafés, blancos, anaranjados, grises, rayados, pero nunca hemos visto gatos verdes. Por qué no lo atrapamos y lo vendemos al circo. Lo persiguieron por todas partes: calles, callejones, jardines y terrazas. Cuando creían que lo tenían acorralado apareció un gato negro. Ellos lo ignoraron porque no querían un gato negro; un gato verde podía servirles, pero un gato negro era inútil.

A los días estaban los mercaderes en sus tareas de siempre cuando pasó un gato azul. Los mercaderes se alertaron y dijeron que sería bueno atrapar el gato azul y venderlo al circo. Que ellos nunca habían visto un gato azul; habían visto cafés, blancos, anaranjados, grises, rayados, pero nunca azules. Los mercaderes lo persiguieron por todas partes: techos, jardines, ventanas, aceras, y muchos lugares más, pero no lo atraparon. Al fin lo tenían acorralado debajo de unas cajas y lo que encontraron fue un gato negro. Se pusieron tristes y decepcionados y pensaron que un gato azul podía servirles de algo, pero un gato negro no servía para nada.

Al siguiente día vieron pasar un gato rojo y salieron corriendo entusiasmados, nunca habían visto un gato rojo y querían atraparlo. Habían visto cafés, blancos, anaranjados, grises, rayados. Habían visto un gato verde y un gato azul, pero rojos jamás, ni siquiera en postales. Lo corrieron por toda la ciudad y cuando parecía que lo tenían acorralado, salió de entre los tejados un gato negro. Otra vez se fueron decepcionados y el gato negro se quedó solo en el callejón.

Desde otra casa un niño observaba al gato que mientras se asoleaba cambió de colores cada vez que quiso. Habilidad que tenía desde que aprendió que las personas lo juzgaban por su apariencia.


Octavio Enríquez





domingo, 4 de enero de 2009

Paréntesis: Paz en Gaza


Generalmente, no hago ningún manifiesto específico por aquí. He explicado, si es que alguien lee mis explicaciones, que para mí la política está implícita en la vida humana, en la convivencia social, en lo humano.

No voy a profundizar sobre las causas del conflicto. Y no es que un servidor sea superficial, pero no es mi interés generar controversia ni dar lugar a posibles justificaciones (injustificadas, al fin). Al carajo, desde mi punto de vista, sólo hay una forma de calificar, de denunciar lo que hacen las tropas israelitas bajo la dirección de los políticos (como siempre ha sido y siempre será; esto parece otro capítulo de Sinuhé el Egipcio): ¡Es una Inmoralidad! (Así, con mayúscula...) Pero, para no quedarme corto he de seguir (ya qué...): es una Masacre, un Acto Inhumano.

No es que tome el bando de uno u otro ejército, regular o insurgente (que no sé siquiera si es el término adecuado para denominar a Hamás), en todo caso, según voy viendo, hay una flagrante violación al Derecho Humanitario. Justamente ayer discutía con alguien que me decía que el Derecho Humanitario permitía, a la larga, las ejecuciones de prisioneros de guerra, a través de arbitrariedades similares a las de la Ley Fuga ubiquista. Y yo le respondía que era posible, pero que al menos su intención era proteger a la población civil. Pero ahora mismo, qué débil, qué impotente, qué inútil me está pareciendo el Derecho Humanitario; por cosas como ésta es que mandé todo al carajo hace años, pero ya no. No es mi intención convertir este blog en un órgano de denuncia constante y consecuente (que esta palabrita también me parece que es algo amplia y acomodatica, "relativona" como decía la Majandra), pero en este caso y quién sabe en qué otro momento, si se da la ocasión de hacer uso de la palabra lo voy a hacer, ¿Para qué? ¿Para algo, para nada? No lo sé. Pero, si de algo sirve que hable, al menos para no quedarme con cara de zombie ante el sufrimiento del otro, pues hablo; y bien, como no soy muy elocuente que digamos, mejor escribo y como no soy muy claro, pues mejor aquí acabo.




Imagen: http://i44.tinypic.com/wv964i.gif
(La Filistea, autora del diseño que ilustra este post, imagen que expresa más clara y directamente lo que he tratado de decir, me ha afirmado que quien quiera puede utilizarla como medio de difusión de lo que no pedimos sino exigimos: Paz en Gaza.)

sábado, 3 de enero de 2009

Paréntesis: He tenido una visita desde Macedonia


Hoy tenía planeado publicar algo sobre la literatura incipiente (¿Será éste el término adecuado?), la publicación en blog, el "ser escritor" y bla, bla, bla. Y ya voy a escribir sobre todo ello, ¿Por qué no? Pero, hoy quiero recordar (me) que he tenido una visita desde Macedonia; no desde el histórico y medio-mitológico reino de Alejandro sino desde el país, pequeño país, que queda a la par de Albania, encima de Grecia y entre las demás naciones balcánicas que alguna vez fueron Yugoslavia. ¿Y eso qué? Pues, para el general de la gente, nada importante el pequeño suceso. Pero para mí, es importante. Para mí. Con cada día que pasa y que sigo escribiendo, y publicando en este blog, voy entendiendo mejor cuando la Filis me hizo notar que este asunto, este blog, es un proyecto personal; la plantilla (que no me interesaría tener otra, nada mejor que el blanco, el "blank") y la posibilidad de publicar me las ha proveído Blogger, pero el afán de hacerlo, el trabajo dedicado, el escribir de una manera constante (no diaria, eh, tampoco estoy diciendo que lo haga diariamente; por diversidad de razones) y minuciosa, esto lo pongo yo.

Así que, quizás muy pocos sean quienes sepan por qué habría de importarme recibir una visita desde Macedonia (por supuesto, no de la persona que me hubiera interesado originalmente, pero eso es otra historia), pero lo importante es que yo lo sé. La visita fue en el post del cuento "Sihana" (palabra que, insisto, ya no recuerdo si es albanesa o macedonia, ahora creo más que lo último).

Una vez más escribo, esto sí en albanés, "Te dua, te dua paku fi".


jueves, 1 de enero de 2009

capítulo cero: la cucaracha


Tenía 21 años, aproximadamente (es que no recuerdo con tanta exactitud, a lo mejor tenía 20 y estaba por cumplir 21), y se encontraba sentado en la entrada del Gavroche, el cual estaba cerrado (esto no era raro; no que estuviera cerrado sino que él estuviera sentado en la entrada; cuando llegaba, generalmente esperaba enfrente hasta que se presentara la persona a quien esperaba, aún si estaba abierto; bueno, que el Gavroche estuviera cerrado tampoco era tan raro). Mientras esperaba (sí, en esta ocasión también esperaba, tanto por que abrieran el Gavroche como por que apareciera la persona con quien iba a encontrarse; ya sabemos que si abrían antes de que apareciera esa persona misteriosa, para Vds. quiero decir, igual se quedaría ahí afuera, esperando), se puso a contemplar a un insecto de apariencia repugnante (al menos para nuestro protagonista, puesto que no se trata de un entomólogo). El mencionado bicho, que por cierto era rastrero, se movía de una manera lastimera (otra opinión exclusiva del protagonista), y trataba dificultosamente de ingresar en su madriguera (o lo que suponemos era su habitación, en todo caso no creo que fuera tan tonto de meterse en la de otro insecto, sería un insecto invasor y esto podría titularse "Madriguera tomada"). Gradualmente, nuestro protagonista (Peto por supuesto) comenzó a sentirse más y más deprimido; en su mente comenzó a formarse la imagen de ser él mismo un insecto, y no cualquier insecto sino éste, el lastimero (a lo mejor llamémosle "el patético", ya que contrario a la creencia general, el término también corresponde a "conmovedor"). La imaginación petoulquiana tiende a ser muy poderosa (a lo mejor es lo único poderoso que posee, y por cierto que está más allá de su control), pero la idea era una sugestión seguramente causada por la, entonces, reciente lectura de "La Metamorfosis" de Franz Kafka (el único texto del checo que Peto ha leído; para ilustrar más lo triste de este caso, digamos que Peto ha leído como cuatro libros de Kundera, compatriota de Kafka), y por ciertas reflexiones acerca de la vida y la muerte y las posibilidades posteriores, concretamente la reencarnación.


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"Si las cucarachas fueran azules no serían repugnantes", me dijo Alex Luna. Según él, la causa primigenia del asco que producían los insectos rastreros comúnmente conocidos como "cucas" era su color entre café, negro y yo que sé que otras combinaciones de "tipo oscuro". Me parece que la repugnancia que me producen las cucarachas va más allá de su color.



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"Las cucarachas heredarán la tierra", escribió Oswaldo J. Hernández en uno de sus relatos. Me parece un excelente aforismo. Solamente espero no estar presente cuando la Tierra sea gobernada por las "cucas".



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Casi aplasto una cucaracha con el zapato, pero no lo hice porque ella todavía se percataba de lo que se encontraba en su camino (a fin de cuentas, por qué habría de ser "mi camino" solamente, el de ella también cuenta). Por otra parte, estaba oscuro y hacía frío, pero el alumbrado público color ámbar (pero no del ondulado), me permitía posicionarme con relación a los demás seres y objetos (vaya, he de reconocer que yo también me percataba de lo que había en "mi camino"). De esta manera se evitó (o evité, como sea) matar al insecto. Sin embargo, la cucaracha confundida, quién sabe por qué, huyó en dirección hacia donde yo iba a dar el próximo paso. Ahora sí, definitivamente tuve que evadirla.


"¿Acaso querés que te mate?", le apostrofé, irritado.


Por principio trato de no matar insectos, por aquello del karma. ¿Y si yo fuera una cucaracha? Trataría de no matar humanos.