jueves, 21 de agosto de 2008

Paréntesis: Y hay veces que hasta Petoulqui se queda sin habla...

Así era la línea. O algo así: "Y es que hay veces... que hasta Batman se queda sin habla." Y todo porque el Joker (en la traducción Novaro el "Guasón", en la posterior Vid "el Comodín") había conseguido, utilizando una computadora diseñada para demoler edificios con dinamita, plasmar su imagen en el risco que se encontraba frente a la bahía de Gotham. El murciélago nunca pensó que eso fuera posible, al menos no si lo había planeado el caótico Joker, pero lo fue. Sin embargo, como toda obra del caos, duró unos segundos y se desmoronó. En su forcejeo, en su lucha, habían desajustado los delicados controles del ordenador.

Y ahora Vd., caro lector (o lectora), se preguntará, "¿y esto a mí qué?" o, "¿qué tiene que ver esto con el post?". Pues, lo siguiente. Petoulqui se quedó sin habla (bueno, antes sin voz) (pero, viéndolo bien esto que estoy narrando pasó hace meses) (quedemos entonces en que primero se quedó sin habla y luego sin voz y en que éste es un proceso dialéctico interminable) porque se encontró, en el espacio titulado Phlog, con esta imagen:


La cual es propiedad intelectual del dueño del blog mencionado, quien se identifica como elpatojo.

Hasta aquí nada raro, sin embargo, para Peto fue tremendamente shockeante (¿existirá esa palabra? ¿se escribirá así? ¿podrán los caros lectores soportar semejante atentado contra la gramática?) porque esas dos figuritas de acción justamente son idénticas a un par que él tiene en su pieza (como solía decir el Mynor). Claro que no son tan imposibles de conseguir, pero fue más que entretenido ver que alguien coincidía en gustos al seleccionar precisamente a Superman y el Flash.

Pero, he aquí la prueba, cortesía de una imagen por Lusifergua, que no es un plagio, es un homenaje al excelente trabajo de elpatojo (el cual puede consultar cualquiera pues está el link dentro de las sugerencias petoulquianas):

Viéndolo de cerca, la imagen que tomó Lusifergua es más oscura (será que aquel tiene una actitud más dark). Se me hace que esto es una nueva forma de arte manierista. ¿Y Vd. qué opina?

miércoles, 20 de agosto de 2008

capítulo cero: opinión indefinida pero clara

No cabe duda que para quitarme de la mente lo mundano, lo vulgar, como la enfermedad respiratoria que me aqueja, no me hace falta sino pasearme por la red (que por la ciudad en estas condiciones no puedo hacerlo... ya probé y no me fue nada bien).

Ayer pensé que no tenía voz porque no tenía nada que decir. Primero, he de decir que prefiero no tener nada que decir, antes que decir (o escribir, que es peor porque queda registro permanente o semipermanente...) las sandeces que he leído por ahí. Es decir prefiero no decir que decir lo que pienso que no vale la pena decir (bonito el jueguito de palabras, eh, ¿eh?).

Pues, talvez el tal Julio P. trate sobre esto más tarde en uno de sus interminables paréntesis (o talvez no, ¿cómo puedo saberlo?), puesto que ya lo ha venido pensando hace tiempo. No cabe duda que Guatemala (sí, así como lo escribí, no Guatelinda, no Guatebella, menos Guateámala, jamás Guatepeor) es la tierra donde se alaba, se adora, se vanagloria la mediocridad. ¡Carajo!

Amo lo gris, amo la lluvia (aún cuando la odio), amo lo que no amo y lo que amo lo odio. Y así es.

Que hay cosas malas, que hay cosas buenas, que hay dualidad y multiplicidad. Pues, así es.

Dicen que es ruido que los patojos toquen sus bombos y redoblantes (y demás instrumentos, que no los voy a enumerar todos), pero la Muni y el Mono de Oro me ponen cada domingo su carajada de DJ (o lo que diga ser el pendejo mencionado, o todos los anteriores, por qué no), con más de 80 decibelios. Y por supuesto que en cualquier (café) bar miserable al que uno vaya desde el peor cuchitril hasta el más prepi, cáquer o como lo prefieran, la intensidad (el volumen, vaya) va por encima de los 80 Db (O sea, por el camino de quedarse sordo).

Que sí, que no, que no sé qué. Que no celebremos la independencia, que los símbolos patrios no valen nada, que lo que sí es memorable es la Revolución del '44. Que nadie se pone de acuerdo, que todos joden, y que al final se quejan de la educación los kool aids (o sea, jarra de refresco color rojo que atraviesa las paredes y te quita el calor) que nunca en su vida han tenido que ver con la educación, ni con los niños y jóvenes, ni nada.

¿Qué les digo a los patojos? "No, muchá, por un replanteamiento de valores confusos que responden a una interpretación de la historia subjetiva, acomodaticia e irresponsable, supuestamente rebelde, progresista, nacionalista pero no chauvinista, mejor no vamos a ensayar con la banda, es que, entiendan, eso de marchar y tocar un tambor les zampa en la shola a Vds. toda una ideología autoritaria y militaroide, la cual no es compensada por cierto desarrollo del área psicomotriz, coordinación, trabajo en equipo, responsabilidad, y no, definitivamente que su diversión en esta onda, a pesar de todos sus problemas reales y gruesos, pues no vale nada."

Sí, claro, ajá.

martes, 19 de agosto de 2008

capítulo vigesimotercero: el día en que petoulqui se quedó sin voz


Fue la noche del miércoles pasado cuando Petoulqui comenzó a sentirse de pronto muy débil.

Estaba, Petoulqui, en una exposición sobre lo folclórico en Guatemala, específicamente la Marimba, cuando la enfermedad lo invadió. Le cayó encima (pero no literalmente, por supuesto). Sin embargo, era tanto su interés por terminar de escuchar que soportó estoicamente (además tenía que esperar a Tato, quien se desocupaba hasta dentro de una hora aproximadamente).

Esa noche, ante tanta astenia, Peto decidió dormir temprano.

Al día siguiente, se sentía mejor. Casi no le molestaban los síntomas.

El viernes, incluso se atrevió a ir a la feria (no a la del libro, por cierto) sino a la del 15 de agosto, la feria de la ciudad de Guatemala. (Hablando de lo folclórico queda ya muy poco)

En la mencionada feria se encontró con el Hombre Araña (ese que se deja tomar fotos con los niños).

Llegó, tarde pero llegó, a la interpretación de la Misa de Coronación de Mozart en la Catedral.

El sábado por la noche fue con Lusifergua al estreno (al menos el personal, para Peto) del Caballero Nocturno y lo vieron en primera fila [(literalmente; eso pasa por llegar tarde) (y sus parámetros sobre este personaje nunca volverán a ser los mismos... lo mismo dijo a los nueve años cuando vio Batman de Tim Burton...)]. Ante este filme se quedó sin habla (así que todavía el post no ha descrito lo que dice en el título, puesto que hasta aquí "se quedó sin habla" pero no sin voz).

El domingo lo pasó tranquilo, pero todavía se dio una vuelta por la feria (ahora sí la del libro en la Plaza de la Constitución, y consiguió La Busca de Pío Baroja de la Biblioteca Básica Salvat, a Q.15.00).

Pero, el lunes, fatídico día, después de que la enfermedad fuera silenciosa por tantos días, Peto amaneció casi sin voz, ronco a más no poder. Privado de una de las características que más aprecia. Parcialmente incomunicado.

Y así es como el Peto, concretamente, corresponde a lo que podría tomarse como la metáfora de su silencio, puesto que no había escrito aquí desde el 10 de agosto. Pero, como el fénix, el jilguero se levantará de sus cenizas y cantará.

El silencio llega sin que uno lo note, a lo mejor no queda más que esperar a que se vaya de la misma manera.

domingo, 10 de agosto de 2008

capítulo vigesimosegundo: el largo camino a casa o la senda del perdedor

Petoulqui salió de la feria.

...

Hacía años, cuando era niño, le gustaba mucho la feria. Cada año, cuando venía, más o menos en julio, le gustaba subir a los juegos mecánicos, en especial a la portentosa "Rueda de Chicago", ir al tiro al blanco y siempre tuvo ganas, aún cuando nunca lo hizo, de ver al "Niño lagarto" (¿qué habrá pasado con esa criatura? ahora ya no se ha escuchado más acerca de él).

Pero, mientras fue creciendo, las ferias se le hicieron cada vez menos atractivas. No digamos los circos.

Uno de los "privilegios" de vivir frente al Cerro del Carmen (donde se encuentra la ermita que le da uno de sus nombres a este valle sobre el cual habitamos los capitalinos) era que cada cierto tiempo, esto es con más frecuencia, pero de manera más inesperada que en el caso de la feria, aparecía una carpa con sus respectivos animales. Y Peto siempre tuvo en gran estima a los elefantes de circo. Muchos son los que lloraron a la Mocosita (qepd), pero Peto siempre prefirió a esos elefantes de circo que estaban amaestrados. Se podrá decir lo que se quiera de los animales de circo con respecto al trato ético para con los animales (me parece que es un tema controversial), pero a Peto no le cabe duda que algo mágico había en ir al circo que habían puesto frente a su casa y ver a un elefante haciendo sus gracias. Tan mágico que Peto no podía evitar ir después a la casa y querer dibujar elefantes (y esto me recuerda a lo que nos dijo una vez el maestro Enrique Anleu Díaz acerca de que el niño trata de imitar lo que ve y lo plasma a través del dibujo o la pintura, y citó justamente el ejemplo de un circo, experiencia suya, me parece).

Pero, ahora Peto ya no es afín ni a las ferias ni al circo.

Entonces, ¿por qué Peto salió de la feria...?

...

Peto salió de la Feria del Libro (pues claro, es el tipo de feria a la que él asistiría).

Salió y ya era de noche. Y pensó en tomar una camioneta (unidad de transporte público urbano, para el que no sepa), frente al parque de la Industria. Esto último, sin embargo, demuestra lo oxidado que estaba Peto en cuanto a tomar camionetas en ese punto de la ciudad tan cercano a la terminal, puesto que la lógica urbana guatemalteca lo remitía a caminar hasta dar la vuelta a la esquina mucho más adelante, si no la camioneta no para.

Así que siguió caminando, pero su contralógica le indicó que quizás un bus tomado ahí mismo no lo llevaría más lejos que hasta la Terminal (¿por qué pensó esto? no lo sé). Así que decidió seguir hasta la Avenida Reforma y tomar una 101, que él sabía que pasaba hasta las 9:30 PM y, si mucho, serían las 8:15 PM.

Pero, llegado a la Reforma no vio ninguna 101, sólo ciertas 63, completamente inútiles para sus fines. Así que siguió caminando por donde iba. Y ya que llegó al final de la Reforma, cerquita de la Cámara de Industria, pensó "pues sigo caminando, ya que...".

Así, atravesó hasta llegar a Cuatro Grados Norte (que estaba superanimadísimo y fue una pena tener que seguir. Sí, claro...) Se fue por la séptima avenida y atravesó por debajo del Puente de la Penitenciaría ("¡Puente de la Penitenciaría!", hubiera anunciado Tato si hubieran ido en el carro) allá por el Centro Cívico.

Llegó a la 18 calle y pensó, "pagar Q.5.00 a estas alturas, después de haber caminado tanto". Dejémoslo en que caminó hasta la primera calle y Cerrito del Carmen.

A estas alturas, cualquiera pensará que esto parece "Forrest Gump" por lo de "y cuando estuvo ahí decidió seguir corriendo, ya que había llegado tan lejos". Pues sí, a lo mejor.

Porque esto me lleva a otra cosa. A la admiración casi embobada que parece tener Peto por personajes limítrofes como el tal Forrest, a quienes él se ha planteado como héroes desde su niñez. Ni siquiera vayamos a mencionar al Quijote, pues el leer los únicos 40 capítulos de esta obra (aclaro, los únicos que él leyo del montón que son, en dos partes) cuando tenía 17 años, lo hizo tomar la postura de la admiración al "anti-héroe", una nueva forma de ver la vida. Se identificó con el hombre pequeño, con el que sufría, con el que al final no ganaba, ni salvaba a su chica, ni menos se quedaba feliz con ella. Un no definitivo (no digo absoluto porque no hay que ser falaces).

Por eso, Peto ha admirado a Jerry Lee Lewis en la música. O, sin compartir sus posturas políticas, pudo sentir compasión por el Nixon derrotado del filme de Oliver Stone (también ayudó la actuación de Anthony Hopkins). Por eso, cuando tuvo esa intentona de aprender a ver futbol español, quiso irle al Athletic de Bilbao. Y se identificó hasta cierto punto con Ed Wood Jr. y Bela Lugosi. Y se me hace que hay más nombres, pero no puedo recordarlos ahora.

Lo que sí es que si esta entrada tuviera un soundtrack, su canción emblemática sería "Loser" de Beck.

viernes, 8 de agosto de 2008

Flor de blog


Petoulqui acepta agradecido el premio Flor de Blog que tan generosamente le ha sido otorgado por Henoc, el Xibalbá Wampyr.

Y nomina para recibirlo a los siguientes blogs:














Como se imaginarán (si no, pues, qué poca imaginación, eh), al Peto esto de las cadenas no le gusta demasiado. Pero, le parece una buena oportunidad de reconocer el trabajo de los anteriormente mencionados, así como de cualquiera de los autores de los blogs que se encuentran dentro de las sugerencias petoulquianas (aún cuando no los nomine por las razones más diversas), tanto en este espacio como en Mis libros favoritos y otros más. Si algunos de los nominados por el Peto ya han sido nominados con anterioridad por alguien más, pues supongo que tendrán dos "Flor de blog", o qué sé yo.

Además, se me hace que será interesante apreciar las reacciones de cada uno de los nominados.


jueves, 7 de agosto de 2008

Cuento Original: El trueno


Zeus alzó su poderoso brazo y dejó caer el relámpago, el cual tronó sobre el suelo intempestivamente. Y uso este término porque, en cuanto escuché el trueno, me asustó de tal manera que pegué un brinco.

No era la primera vez que percibía este sonido, mas si la primera que sospeché que semejante explosión de poder tenía algo de divina.

Llovía fuertemente, de forma constante, interminable. Repentinamente, un trueno...

Sí, qué portentoso ingenio el del rayo, relámpago y trueno, obra del más grande artesano de los dioses: Hefaistos. Diseñado por el dios volcánico amante del Fuego, y labrado por sus hábiles oficiales: los cíclopes. Con este taller laborando de manera ininterrumpida, Zeus estaba siempre provisto, ya fuera para hacer una chanza como la que narré al principio, imponer su autoridad o castigar, fulminando, como la figura paternal que era.

Pero, en última instancia, hasta ser todopoderoso puede aburrir a un dios griego, y un día Zeus quiso tratar lo que algunos de sus hijos habían hecho, es decir bajar a Guatemala desde su Olimpo y probar un destino humano. Pero, ¿cuál sería el indicado? ¿cuál simbolizaría todo su poder enfocado en el rayo?

"Malagueña, Juliana, ¡jule!" gritaba, mientras disciplinaba su rebaño, después de batir su látigo, cuyo sonido era suficiente para mantener el orden. Era un símbolo de su poder, el cual no tenía que emplear directamente.

¿Qué era ser padre de los dioses en el Olimpo, comparado con ser pastor de cabras en la ciudad de Guatemala?

miércoles, 6 de agosto de 2008

Cuento Original: El Charamilero



Siempre estaba sonriente. ¿Por qué...? Siempre estaba mostrando los dientes... los que le quedaban.

Hay otros alcohólicos que pueden parecer sombríos, pero éste no. Él tenía cara feliz. Y no solamente era su faz la feliz, puesto que todo él parecía divertido: la forma como hablaba, como caminaba, su forma de ser, en fin.

¿Quién lo hubiera imaginado? en el fondo de su ser guardaba los fundamentos del arte dramático, una sonrisa y un amargo gemido, pero no mostraba nunca lo último, y en contraposición siempre representaba lo primero. Así lo había elegido.

martes, 5 de agosto de 2008

Cuento Original: Ari y Ati


Don Ari y Doña Ati se la pasaban peleando todos los días. El señor se sentaba a la derecha y la señora a la izquierda de la mesa. Aún si no hablaban ya se sabía que estaban en desacuerdo, era como si nunca fueran a reconciliarse acerca de algo que había sucedido hacía mucho tiempo.

Los sitios junto al centro de la mesa siempre estaban vacíos. Y, ni en broma, se les hubiera ocurrido al Don o a la Doña ocuparlos. Había un como límite invisible establecido por las reglas de convivencia (o desavenencia).

Por lo dicho, se podría deducir que tratamos acerca de algún matrimonio entrado en años, de aquellos cuyos cónyuges viven juntos por costumbre y sin recordar ni porqué, en algún momento, quisieron unirse. Pero no, Ari y Ati eran hermanos (más bien, medio-hermanos).

Aún así, parecía que no podían vivir separados, que se necesitaban mutuamente, aún cuando se odiaran.

Se sentaban a la mesa y pronto comenzaba la pugna.

Había muchos motivos, muchas coyunturas podríamos decir, pero lo estructural, la fricción fundamental, era acerca del tema de la Guerra. No sobre si la Guerra era o no inevitable, pues ambos estaban seguros de que lo era (de hecho, así les gustaba que fuera), ni acerca de las posibles bondades del pacifismo (que sin haberlo dicho nunca a viva voz, consideraban algo imposible, por no decir ingenuo). Sus discusiones eran acerca de si había una distinción entre Guerra gratuita y Guerra justa.

Don Ari sostenía que el ser humano era guerrero por naturaleza, que era el derecho del más fuerte el conquistar al débil, porque si no ¿para qué existía la fuerza y la superioridad?, él decía que cuando era oportuno tomar algo, había que golpear primero y más fuerte. Sus ojos brillaban macabramente cuando emitía estas opiniones.

Doña Ati contraponía a los argumentos de su hermano los que ella consideraba más racionales: No era correcto, de hecho lo calificaba de "inmoral", el abusar de la fuerza. La guerra no podía ser gratuita, era obligado que tuviera una causa, una "causa justa".

"¿Y cuál sería una causa justa?" preguntó Don Ari.

"Pues, por ejemplo, la liberación de un pueblo." Respondió Doña Ati.

"Ah, ya veo." Dijo Don Ari, "entonces si uno quiere liberar un pueblo de, digamos, uno de mis conquistadores, esto tendría que hacerse por medio de la fuerza."

"Así es."

"Pero, me imagino que tus libertadores, hermanita, contarían con recursos limitados. A lo mejor, la única manera de que triunfaran sería aprovechando cierta oportunidad o serie de oportunidades."

"Ajá."

"Y tendrían que usar toda su fuerza en dichos ataques. De lo contrario se arriesgarían a perder la batalla."

"Exactamente."

"Ya, qué interesante. A ver, recordemos todo para tenerlo bien claro: para liberar un pueblo, hay que hacerlo por la fuerza, aprovechando las oportunidades y utilizando toda la fuerza disponible."

"No cabe duda, querido hermano, que por vez primera hemos llegado a un acuerdo."

"Eso me parece, sabia Atenea. Resulta que hemos llegado a la conclusión de que para ser libertador hay que ser conquistador, y si no hay distinción entre uno y otro, tampoco la hay entre mi guerra gratuita y tu guerra justa. Ambas son una sola cosa: Guerra."

Atenea miró fijamente a los refulgentes ojos de su hermano Ares. Por supuesto que no le dio la razón. La tuviera o no, una cosa era clara (y ahora más que nunca) ella tenía para con su hermano una guerra gratuita, y éste para con ella una guerra justa.

lunes, 4 de agosto de 2008

Cuento Original: Sihana


"Eres tan bella como sihana (la luna)."

Eso, me contó, se lo dijo una vez uno de sus maestros.

Pero no, lo que le dijo, ya recuerdo mejor, fue:

"Tu rostro es tan bello como sihana."

(Ya ni recuerdo bien si la palabra era albanesa o macedonia, me parece que era lo último. Debió ser macedonio porque, a fin de cuentas, estamos en la serie griega. Así sí encajaría.)

Entonces, su maestro la llamó luna y el pseudónimo le quedó. Desde entonces fue Sihana, sinónimo de Selene.

Y yo escribí:

Extraño a Sihana,
Ella quien me amó
(Te dua, te dua,
Te dua paku fi:
'Te amo sin límites'),
Con un mar de por medio.
Quien durmió en una isla conmigo
Y peleamos
Y peleamos.
Pero fue también
Mi única compañera de viaje.

domingo, 3 de agosto de 2008

Cuento Original: Sunday


Despertó conmocionado por ese ruido infernal.

Un ruido es: "un sonido indeseado". Así se le define actualmente...

Despertó en ese día domingo a las 10 A.M. porque justo a esa hora aproximadamente se le ocurre al DJ, que no es ningún técnico calificado en acústica ni mucho menos, que una cumbia con una intensidad de entre 65 y 85 decibelios (él, por supuesto, ignora este detalle técnico; solamente sabe que es un musicón) no es molestia ni se acerca al umbral del dolor humano (pero para que no digan que es porque sea una cumbia pues no porque también puede ser el caso que reproduzca una guarimba o qué sé yo cualquier cosa que tenga en su repertorio de discos quemados).

Como cada día domingo, la Muni nos regala a los vecinos de la Avenida Juan Chapín con ese ruido ensordecedor (insisto, ruido porque no lo deseamos, no por el género musical escogido por el jinete de discos sino por el volumen tan alto).

Y bueno, despertó en ese domingo, ¿cómo es que le llaman los anglosajones? sunday: día de sol. Muy conveniente para nuestra historia.

Se percató acerca de que había sido interrumpido en su sueño por una percusión electrónica. "Claro, es que hoy es domingo." recordó, "Creo que no había escuchado algo tan ruidoso desde ese... ¿cómo es que se llamaba? ah, sí, Wagner, pero ese otro, el francés también era ruidoso... el tal Berlioz."

Estos hombres sí que son ruidosos, pensaba. A qué se debería, ¿es que acaso todos están sordos? si ese fuera el caso, nada más fácil que obsequiarlos con unas orejas de burro como las que había transmutado para el imprudente de Midas.

"Pero, no." Pensó benévolamente. "La paciencia es la mejor de las virtudes, he oído decir. Y este ruido infernal ha de terminarse llegadas las dos de la tarde."

El imberbe Apolo decidió aceptar esta afrenta de los pobres peones de su cósmico tablero de ajedrez, quienes tan absurdamente trataban de huir de los callejones sin salida que él les planteaba. Se dio vuelta en la cama y soñó con aquellos días cuando la música era más que un estruendo una armonía universal (pero, de que Pitágoras estaba loco, estaba loco).

sábado, 2 de agosto de 2008

Cuento Original: Saturnino y la marca de los quince minutos


No es que no pudiera llegar a tiempo. Es que no quería.

No importaba lo que sucediera, él siempre llegaba quince minutos después de lo acordado. Esto era lo que llamaba la marca de los quince minutos, es decir T más quince.

¿Por qué iba a querer llegar a tiempo? Para empezar, se había dado cuenta que rara vez alguien era puntual.

Su nombre era Saturnino. Al menos, éste era el que había escogido. ¿Por qué? Porque él era Cronos, el señor del tiempo, el precursor de la ancianidad como diera en llamarle Gustav Holst. Padre de Zeus, Titán invencible (bueno, casi...), y los romanos le habían llamado Saturno... pues, Saturnino entonces.

Y aquí él era el impuntual. Antes era un caso raro. Ahora era normal. Tuvo que despojarse de su mecánica hora tipo británica, de su puntualidad tipo reloj suizo. Pasó, como dirían los existencialistas de los dominios de la improrrogable necesidad de las arenas del desierto a la ondulante contingencia de las arenas movedizas.

El abuelo de los dioses se convirtió del relojero más exacto en el más vehemente defensor y practicante de la hora chapina: Saturnino.

viernes, 1 de agosto de 2008

Cuento Original: "Dónde, ¿dónde habré dejado el Fuego?"

(Pedro Pablo Rubens - Vulcano forjando los rayos de Júpiter)

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Hefaistos amaneció…
Amaneció de cruda…
De caña…
De goma…




Así que después de cuatro intentos, me he decidido…

Entonces,

Hefaistos amaneció de caña…

Ah, pero se me olvidaba,
El cuento no comienza así en mi esquema mental.

No.

El Cuento comienza así:

“Dónde, ¿dónde habré dejado el fuego?”

No, no, no…

El Cuento no comienza así, el Cuento termina así…

Pero, negociemos…

El hecho de que comience así y termine así, es a mi… nuestro parecer, algo fundamental.



Entonces, el Cuento comienza así:

“Dónde, ¿dónde habré dejado el fuego?


Y termina así:

“Dónde, ¿dónde habré dejado el fuego?



Así que es un ciclo.
Aquí podría dejar, digamos abortar, mi narración.
Pero, yo no soy de los que abortan.
Así que veamos cuál es el Nudo.



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“Dónde, ¿dónde habré dejado el Fuego?”

Hefaistos amaneció de caña, principalmente debido a las fiestas dionisíacas; había sido una noche embriagante.

¿Qué le queda por hacer a un dios, quien trabaja incansablemente? Qué le queda sino buscar un sano esparcimiento; un esparcimiento, en fin.

No es que Hefaistos tuviera muchas opciones. El único amor de su vida, de su existencia inmortal, era su trabajo. En él, en su labor, ponía todo su ser. Era lo que le interesaba primordialmente, siempre que podía indagaba sobre los misterios de la metalurgia, sobre el misterio del fuego.

No.

Del Fuego.

Él era el dios del Fuego. Sin embargo, el Fuego era un misterio aún para él, porque él no lo había creado, ni mucho menos inventado, ni siquiera podía atribuirse su descubrimiento. No, el Fuego existió antes que Hefaistos, pero nunca fue el Fuego tan grandioso como cuando el dios volcánico lo tocó por vez primera, como cuando el Fuego lo incendió por vez primera y el dios lo maleó a su antojo.

Mas, aún teniendo una relación tan estrecha con el Fuego, aún sentía que tenía secretos para él. Y esos secretos le fascinaban, pero a veces también lo desesperaban.

¿Cómo él, que conocía tan bien al Fuego, a veces sentía que era la primera vez que lo inflamaba?

Cuando esto le pasaba se descubría indefenso y vulnerable, y eso le gustaba, aún cuando no lo reconociera más que en privado; pero también lo perturbaba, lo horrorizaba.

El día anterior había trabajado como nunca, lo cual le satisfizo, pero también lo agotó. Podemos decir que literal y figurativamente se quemó. Sentía sed como nunca antes la había sentido.

Salió de su taller y vio a Dionisos, quien le ofreció una copa de vino. Sediento, la empinó de un sorbo y pidió una más. Solícito, Dionisos, con la generosidad de quien tiene una fortuna inagotable, se la sirvió.

Al principio, Hefaistos solamente sintió alegría. Pero, luego de un rato, su atención se dirigió hacia el Fuego.

Era como si no pudiera pensar en otra cosa, o en otro “ser”. Nunca lo había visto así, pero, “¿Era el Fuego un ser?”.

Pensó en lo importante que era para él el Fuego, recordó sus momentos de mayor satisfacción. Nunca había amado tanto a nada ni nadie, ni siquiera a su querida Afrodita, quien le causara tantos dolores de cabeza. Nunca había temido tanto perder algo como temía perder al Fuego, ni siquiera su vida, su existencia (la cual, a fin de cuentas, no estaba condicionada puesto que era inmortal).

Ver esta idea de frente, como nunca antes lo hiciera, lo conmocionó.

Se preguntó por primera vez, “¿Qué haría yo sin el Fuego?”.

En su desesperación, ya no bebía por sed; atrás quedó la alegría inicial. Sólo le quedaba la noción de escapar de este horror.

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Hefaistos amaneció de caña, y en su confusión, mientras trataba de recordar lo sucedido, simplemente acertó a preguntarse, mientras despreocupadamente se estiraba y acariciaba la barba:

“Dónde, ¿dónde habré dejado el Fuego?”

capítulo vigesimoprimero: "¿por qué no habré leído el libro octavo hace ocho años?"

Mientras continuábamos nuestra odisea hacia la primera calle y alrededores del así llamado Cerrito del Carmen, les comenté a Sócrates y Platón que últimamente había sentido algunos remordimientos, pero principalmente debido al hecho de ignorar ciertas cosas las cuales se planteaban como evidentes.

Principalmente, y dadas las circunstancias, retomé el hecho de que hasta hace poco me había negado a terminar "La República". Y enfaticé mi sorpresa al leer el Libro Octavo.

"Y, ¿qué ha sido lo que más te ha asombrado?" preguntó Sócrates resaltando la palabra que tanto le gustaba.

"Pues," les dije, "tengo aquí unos apuntes que tomé de la obra de Platón que me parece que será bueno que consideremos."

"Adelante, entonces." Sentenciaron ambos maestros al unísono.

Comencé a leer:

"-Pero el protector del Pueblo, ¿por qué principia a hacerse tirano? ¿no será evidentemente cuando comienza a hacer una cosa parecida a lo que se dice que pasaba en Arcadia en el tiempo de Jupiter Liceo?

-¿Qué dicen que pasa allí?

-Se dice que el que ha comido entrañas humanas mezcladas con las de otras víctimas, se convierte en lobo. ¿No has oído decirlo?

-Sí.

-En la misma forma cuando el protector del pueblo, encontrando a éste completamente sumiso a su voluntad, empapa sus manos en la sangre de sus conciudadanos; cuando en virtud de acusaciones calumniosas, que son demasiado frecuentes, arrastra a sus adversarios a los tribunales y hace que expiren en los suplicios, bañando su lengua y su boca impía en la sangre de sus parientes y diezma al Estado, valiéndose del destierro y de las cadenas, y propone la abolición de las deudas y una nueva división de tierras, ¿no es para él una necesidad el perecer a manos de sus enemigos, o hacerse tirano del Estado y convertirse en Lobo?"

"Ajá." Pronunció Platón como asintiendo a una obvia verdad universal.

"Y esto que sigue." Y leí:

"..., tiene cuidado (el dictador, el tirano) de mantener siempre en pie algunas semillas de guerra para que el pueblo sienta la necesidad de un jefe.

-Así debe ser.

...

-Y también hace esto para tener un medio seguro de deshacerse de los de corazón demasiado altivo para someterse a su voluntad, exponiéndolos a los ataques del enemigo. Por todas estas razones es preciso que un tirano tenga siempre entre manos algún proyecto de guerra."

"Y para finalizar." Leí lo último:

"El pueblo queriendo evitar, como suele decirse, el humo de la esclavitud de los hombres libres, cae en el fuego del despotismo de los esclavos, y ve que la servidumbre más dura y más amarga sucede a una libertad excesiva y desordenada."

"Todo esto lo encontré en el Libro Octavo de tu República, y me pregunto cómo es que Vds. sabían la manera en la cual iban a sucederse los acontecimientos."

"Por la razón." Respondieron ambos con convicción.

Entonces recordé lo que decían los Houyhnhnms “nadie puede desobedecer a la razón sin prescindir de su derecho a considerarse una criatura racional”.

"Pero no te engañes" me dijo Sócrates sonriendo, "la razón no lo es todo."

Platón se sonrojó un poco, pero no le quedó más que asentir a la sensatez de lo que decía su maestro.

Imagen: http://www.canadiannetworkoncuba.ca/Photos_from_Havana.html (en la fotografía Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara)