domingo, 5 de octubre de 2008

capítulo vigesimosexto: la gnosienne número uno


Está sonando la Gnosienne número 1 de Erik Satie.

Es porque estoy pensando otra vez en la Violeta (a lo mejor podría evitarlo, pero no quiero hacerlo. No. Quiero pensar en ella. Y no hay otra cosa que me haga recordarla como la Gnosienne número 1).

Fue en el año 2006 que escuché esta obra por primera vez y hoy, al terminar de descargar las piezas orquestadas de Erik Satie, me encontré con que una de ellas era la Gnosienne 1; recuerdo que ella, la Violeta, me dijo que esa obra le gustaba. Estábamos comiendo y escuchábamos el CD que yo le había regalado, era "Lo mejor de Erik Satie", interpretado por Klara Körmendi. Habían sonado ya las "Troi Gymnopédie" (nunca he sabido cómo se pronuncia Gymnopédie), que ella ya conocía, y de repente comenzó esa cadencia pausada, morosa, tristemente seductora de la primera Gnosienne, le pregunté si le gustaba y ella me respondió que sí, con la voz y con un gesto que no puedo recordar exactamente, que no puedo definir, pero que me aprieta en el corazón al evocarlo. Si bien, la pieza ya tenía una cierta importancia para mí, a partir de entonces se convirtió en una de mis imprescindibles.

Cuando escuché por vez primera el Claro de Luna de Achille-Claude Debussy (no, no la primera vez que lo oí, porque esa ocasión fue en La Carabina de Ambrosio como fondo para una de esas declamaciones paródicas que representaba Alejandro Suárez) fue en Siete años en el Tibet. Y me tomó años para saber más acerca de la obrita.

Conocer a Debussy, conocerlo de verdad, fue para mí impresionante (¿o debería decir "impresionista"?), pero cuando me topé, gracias a la Ana, con la Gymnopédie número 1 de Satie, y posteriormente al conocer a este ejemplar de bohemio más detenidamente, qué puedo decir... ya ni recuerdo cómo lo expresaba antes, Satie causó una revolución en mí.

Fernando Palacios, lo expresó más o menos así: "Satie fue el compositor que hizo más con menor cantidad de recursos".

Es un compositor con quien uno (o sea, un servidor) puede identificarse. En cuanto a la carencia de recursos técnicos, quiero decir, porque, por otra parte, su talento sí es incomparable.

Satie, el bohemio auténtico. Satie, el piano man. Satie, el simpático. Satie, el primo pobre de Debussy (no eran parientes, solamente es un decir, es que hay quien escribió que verlos juntos era como ver cuando se reunían el primo rico, Debussy, y el pobre, Satie; eran tan diferentes, pero parecían llevarse tan bien).

Y cuando descubrí a Satie, quise compartirlo con ella, con la Violeta. Y muchas cosas fallaron, lo sé. Muchas cosas se marchitaron (pero nunca la Violeta, ella no), muchas cosas cambiaron y otras nunca fueron como yo pensaba. Pero, esa afirmación suya, acerca de la Gnosienne, esa coincidencia (que no es cosa del otro mundo, ciertamente) en cuanto a que nos gustara a ambos, eso está bien, eso está en paz, sigue ahí, perdura.

La música modernista (reino de Debussy, en la cual hay un hechicero de barbita blanca, llamado Erik, que encanta a todos con la venia del monarca) es (según apuntaba Lainfiesta): "nostálgica, con hálito de paraíso perdido." Yo añado que evoca atmósferas fantásticas, lugares lejanos e inexistentes, hasta los dominios de lo imposible.

Imposible como mi amor por la Violeta, que ahora duele dulcemente.



1 comentario:

Luis dijo...

Mijo, otra vez con lo mismo.
Hay que levantar la cara y mirar al futuro, atesorando los recuerdo buenos que tenemos y en este caso recordá que "siempre tendrán París"

Por cierto, que bueno que pusiste música en este tu blog que cada vez esta más fome, para la próxima un buen reggeton para armar la fiesta.

PD El nombre Alejandro Palacios me da nausea.