Petoulqui salió de la feria.
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Hacía años, cuando era niño, le gustaba mucho la feria. Cada año, cuando venía, más o menos en julio, le gustaba subir a los juegos mecánicos, en especial a la portentosa "Rueda de Chicago", ir al tiro al blanco y siempre tuvo ganas, aún cuando nunca lo hizo, de ver al "Niño lagarto" (¿qué habrá pasado con esa criatura? ahora ya no se ha escuchado más acerca de él).
Pero, mientras fue creciendo, las ferias se le hicieron cada vez menos atractivas. No digamos los circos.
Uno de los "privilegios" de vivir frente al Cerro del Carmen (donde se encuentra la ermita que le da uno de sus nombres a este valle sobre el cual habitamos los capitalinos) era que cada cierto tiempo, esto es con más frecuencia, pero de manera más inesperada que en el caso de la feria, aparecía una carpa con sus respectivos animales. Y Peto siempre tuvo en gran estima a los elefantes de circo. Muchos son los que lloraron a la Mocosita (qepd), pero Peto siempre prefirió a esos elefantes de circo que estaban amaestrados. Se podrá decir lo que se quiera de los animales de circo con respecto al trato ético para con los animales (me parece que es un tema controversial), pero a Peto no le cabe duda que algo mágico había en ir al circo que habían puesto frente a su casa y ver a un elefante haciendo sus gracias. Tan mágico que Peto no podía evitar ir después a la casa y querer dibujar elefantes (y esto me recuerda a lo que nos dijo una vez el maestro
Enrique Anleu Díaz acerca de que el niño trata de imitar lo que ve y lo plasma a través del dibujo o la pintura, y citó justamente el ejemplo de un circo, experiencia suya, me parece).
Pero, ahora Peto ya no es afín ni a las ferias ni al circo.
Entonces, ¿por qué Peto salió de la feria...?
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Peto salió de la Feria del Libro (pues claro, es el tipo de feria a la que él asistiría).
Salió y ya era de noche. Y pensó en tomar una camioneta (unidad de transporte público urbano, para el que no sepa), frente al parque de la Industria. Esto último, sin embargo, demuestra lo oxidado que estaba Peto en cuanto a tomar camionetas en ese punto de la ciudad tan cercano a la terminal, puesto que la lógica urbana guatemalteca lo remitía a caminar hasta dar la vuelta a la esquina mucho más adelante, si no la camioneta no para.
Así que siguió caminando, pero su contralógica le indicó que quizás un bus tomado ahí mismo no lo llevaría más lejos que hasta la Terminal (¿por qué pensó esto? no lo sé). Así que decidió seguir hasta la Avenida Reforma y tomar una 101, que él sabía que pasaba hasta las 9:30 PM y, si mucho, serían las 8:15 PM.
Pero, llegado a la Reforma no vio ninguna 101, sólo ciertas 63, completamente inútiles para sus fines. Así que siguió caminando por donde iba. Y ya que llegó al final de la Reforma, cerquita de la Cámara de Industria, pensó "pues sigo caminando, ya que...".
Así, atravesó hasta llegar a Cuatro Grados Norte (que estaba superanimadísimo y fue una pena tener que seguir. Sí, claro...) Se fue por la séptima avenida y atravesó por debajo del Puente de la Penitenciaría ("¡Puente de la Penitenciaría!", hubiera anunciado Tato si hubieran ido en el carro) allá por el Centro Cívico.
Llegó a la 18 calle y pensó, "pagar Q.5.00 a estas alturas, después de haber caminado tanto". Dejémoslo en que caminó hasta la primera calle y Cerrito del Carmen.
A estas alturas, cualquiera pensará que esto parece
"Forrest Gump" por lo de "y cuando estuvo ahí decidió seguir corriendo, ya que había llegado tan lejos". Pues sí, a lo mejor.
Porque esto me lleva a otra cosa. A la admiración casi embobada que parece tener Peto por personajes limítrofes como el tal Forrest, a quienes él se ha planteado como héroes desde su niñez. Ni siquiera vayamos a mencionar al Quijote, pues el leer los únicos 40 capítulos de esta obra (aclaro, los únicos que él leyo del montón que son, en dos partes) cuando tenía 17 años, lo hizo tomar la postura de la admiración al "anti-héroe", una nueva forma de ver la vida. Se identificó con el hombre pequeño, con el que sufría, con el que al final no ganaba, ni salvaba a su chica, ni menos se quedaba feliz con ella. Un no definitivo (no digo absoluto porque no hay que ser falaces).
Por eso, Peto ha admirado a
Jerry Lee Lewis en la música. O, sin compartir sus posturas políticas, pudo sentir compasión por el
Nixon derrotado del filme de
Oliver Stone (también ayudó la actuación de
Anthony Hopkins). Por eso, cuando tuvo esa intentona de aprender a ver futbol español, quiso irle al Athletic de Bilbao. Y se identificó hasta cierto punto con
Ed Wood Jr. y
Bela Lugosi. Y se me hace que hay más nombres, pero no puedo recordarlos ahora.
Lo que sí es que si esta entrada tuviera un soundtrack, su canción emblemática sería
"Loser" de
Beck.