sábado, 15 de agosto de 2009

capítulo trigésimosexto: otra vez heidi


Dijo que quería subir hasta lo más alto del Cerro, que quería entrar a la Iglesia (esto último me preocupó porque la primera vez hizo tanto ruido que pensé que nos iban a regañar por lo menos), pero la entrada del templo estaba cerrada.

Luego, salió corriendo tan rápido que casi la pierdo de vista y, preocupado, corrí tras ella. Se arrojó al suelo porque quería ver las nubes (pero no las de Aristófanes). Le dije que fuéramos a aquella ladera donde hay más pasto (con la esperanza de que no se ensuciara tanto y no tener que justificar luego la travesura); una vez más, salió disparada como una flecha (lugar común), y yo corrí como alma que lleva el diablo (ídem). Si no fuera porque me preocupa tanto que pueda sufrir un accidente (que ya los ha tenido), creo que me divertiría bastante ver lo montaraz que puede ser. Razón tienen los anglosajones en llamar "kids" a los niños, porque son como "cabritos", dirían los chilenos. Y a mí no me queda, entonces, más que asumir mi papel de Pedro, el pastorcillo, cuidando otra vez a Heidi para evitar que se suba a las rocas más peligrosas y/o se lastime.

Algunas veces me gustaría que Heidi fuera más como Clara: serena y bien portadita; pero entonces recuerdo que Clara estuvo enferma y me alegro que ya esté sana y que como Heidi, pueda correr libre por los montes, o en este caso, el cerrito.




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