Fue para el acto cívico del mes de septiembre. Los niños y jóvenes no habían querido formarse en el patio porque el sol estaba muy fuerte, así que la mayoría estaban acurrucados cerca de la pared del fondo. La mayoría de las personas, como siempre, no prestaban la más mínima atención a lo que se leía en el podio. Cuando uno de los estudiantes que pasó a leer, mencionó que el 20 de octubre se celebraba el aniversario del derrocamiento del "director Ubico" y todos los presentes aplaudieron de manera entusiasta, sin saber porqué, me pareció que ya era demasiado. La causa de mi impaciencia era el hecho de que aplaudieran sólo porque sí, sin pararse a pensar en si lo que oían era plausible o no. A mi criterio, no lo era.
Para empezar porque en el papel arrugado ése, del cual leía el joven estudiante, no se hacía referencia a ningún "director Ubico" sino al dictador Ubico, y ¿qué tiene de plausible semejante personaje? A riesgo de ser extremista, me pregunto si habrá alguien que merezca un aplauso fuera de la esfera del arte, quizás de la ciencia (y sobre los aplausos en el arte, creo que también convendría, algún día, hacer algún comentario...). Los aplausos que se le otorgan tan gratuitamente a los oradores realmente reflejan lo fácilmente que nos rendimos a las palabras bonitas. Con algo de retórica se puede entusiasmar al público, pero ¿qué hay en el fondo de todo ello? Según he descubierto, la mayoría de veces: Nada.
Bueno, pues en cuanto terminaron las letánicas lecturas de fechas y conmemoraciones, a las cuales nadie prestó atención y todos aplaudieron, solicité un punto para dirigirme a la apreciable audiencia y comencé mi disertación de la manera siguiente: "Seré breve. Al final, por favor, no vayan a aplaudir..." Nadie juntó sus manos cuando terminé, lo cual agradecí de manera igualmente silenciosa.
2 comentarios:
Es algo de dos vías eso de aplaudir ante palabras bonitas. Los "oradores" saber hacer un buen uso de palabras pero sabiendo cuáles son las que quieren oír la gente y cuáles son las "dignas" de una somatadera de manos.
La gente desea oír algo trivial, trillado, cursi, utópico, qué sé yo... para sentirse con la moral elevada, si es por unos breves instantes. Me pasó en La Gomera; empezaron los actos patrios y la elección de Niña Alcaldesa. La que entregó el puesto empezó a hablar y hablar, hablar, hablar, bablar, bla, bla, bla... Desde pequeños entonces se les enseña a los niños (no todos, claro) a decir lo que la gente quiere oír, a ser buenos oradores (¿?), usar uso desmedido de la retórica sólo para ganarse alabanzas; sin embargo, ¿hay consciencia de lo que se dice? Y luego, ¿hay consciencia por lo que se está haciendo la gran algarabía?
En fin, de esto puedo decir mucho porque tengo una opinión bastante fuerte al respecto, pero creo que fue acertado su pedido de 0 aplausos.
Mi querido Petoulqui, que ignorante quien menciono al director Ubico, porque debio mencionar al director Ponce, disculpen dictador Ponce, felíz 20 de octubre, dia de la revolución...
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