viernes, 20 de junio de 2008

Paréntesis: La música electroacústica y los niños


Uno de los temas que más me interesan de la educación musical es aquel de la apreciación de las obras de música académica y en general.

Durante los 3 años y medio que he impartido clases de formación musical me he dado cuenta de algunos hechos que podrían ser útiles para la sensibilización en el área mencionada, y por otra parte, sé que he descuidado otros.

Uno de mis descubrimientos de agua azucarada ha sido que las obras descriptivas son más fáciles de digerir por los oídos infantiles, por esta razón me mantengo en el período del romanticismo, principalmente planeando audiciones de música programática, exceptuando las que corresponden específicamente a autores de otros períodos. Esto es, que si el compositor que vamos a estudiar es Johann Sebastian Bach, pues escuchamos una obra de él, pero, por ejemplo, preferimos que sea la Toccata y Fuga en Re menor (la cual por cierto no es tan seguro que sea del mencionado compositor), porque a menudo impresiona por la intensidad del órgano de tubos y los niños la asocian desafortunadamente con Drácula o el Fantasma de la ópera (y digo desafortunadamente porque lo que tocaba F. de la O. era, en realidad, el Dies Irae gregoriano, pero ni modo).

Ahora bien, una de mis más grandes sorpresas fue cuando este año, hace menos de un mes, programé la audición de cuarto primaria que corresponde a la música contemporánea II (como aparece en Viva la Música! 4 de la Licda. Ethel Batres).

En el aula de la escuela que corresponde a cuarto, con niños de sobreedad, otros adelantados y los más con los años justos, nos preparamos para escuchar, ¡horror!, el primer movimiento del Concierto de Cámara de Alban Berg, como ejemplo de la música serial (aún cuando ahora descubro, ¡más que horror!, que en realidad es una obra dodecafónica), y fragmentos de los tres movimientos de la Sinfonía de Cámara, op. 9, de Arnold Schönberg, ejemplificando el dodecafonismo.

Pensé que iba a ser un caos. Para empezar, la pequeña grabadora casi no sonaba, y luego, aún cuando ya antes había programado una audición de los mencionados compositores el año anterior pero en otro lugar y había gustado, no sabía qué esperar, pero fue todo un éxito. A los niños les llamó mucho la atención, les hizo recordar la música de los filmes (cosa que había previsto), o la relacionaron con historias de fantasmas. En todo caso les gustó.

Habiendo atravesado esas aguas tortuosas, me preparé para lo que pensé que sería aún más difícil, la tercera audición programada era una composición de música electroacústica del maestro Joaquín Orellana, la cual lleva el título "Humanofonía". Y he aquí mi sorpresa, los niños quedaron fascinados con la obra, ni siquiera pasó por su mente cuestionar el hecho de que fuera música (y lo menciono porque conozco personas adultas que me han dicho de plano que las obras pertenecientes a esta corriente, "No son música"), por el contrario, lo que no les satisfizo en absoluto fue que no escucháramos la obra completa.

Hice el intento en otro establecimiento, con resultados similares, pero en esta ocasión escuchamos "La Feria Fantástica" del maestro Igor de Gandarias.

Lo anterior me ha hecho pensar en algo que ya he compartido con algunos colegas. La música electroacústica ha sufrido cierta cantidad de rechazo entre los maestros músicos y público en general, (en este sentido no es mi intención hacer una generalización irresponsable, mas lo que digo es fácil de constatar), si bien también sé que hay maestros músicos que sí la toman en cuenta, así como cierta cantidad de público que le da seguimiento. (A continuación, tampoco es mi intención hacer una segregación en cuanto a la edad, pero) Creo que la conclusión se hace obvia ante nosotros: el rechazo por la música electroacústica, así como la serial, dodecafónica, aleatoria y cuanta manifestación contemporánea se nos ocurra, se da principalmente en las generaciones mayores de músicos y del público (insisto con sus excepciones), y (claro que habrá que estudiar este fenómeno; y lo será) de una manera inversa, las nuevas generaciones parecen tener una mayor aceptación, incluso la llamaré afinidad, debido a que estas manifestaciones contemporáneas son las de su período de la historia de la música.

A propósito de lo anterior puedo mencionar el caso de un jovencito de 16 ó 17 años que asistió a un recital de Cuarteto Contemporáneo "Guatemala" quien, al preguntarle sobre una obra (El Paso Secreto, de tipo atonal) del maestro Joaquín Orellana que acabábamos de escuchar, me comentó que le había parecido de los más interesante (no recuerdo el término exacto, pero éste me parece que equivale correctamente).

Me parece que esto abre nuevas posibilidades inexploradas e incomprendidas. A lo mejor no es necesario buscar la aprobación de los doctos en música sino, más bien, aquella del público más exigente que existe: los niños.

Imagen: http://www.elperiodico.com.gt/es/20060617/14/28847/ (El maestro Orellana tocando el útil sonoro de su creación, el sinusoidos)

2 comentarios:

10urd35 dijo...

Un gran maestro, orgullo nacional!! El maestro Joaquín Orellana... y Julio también por esforzarse tanto con sus alumnos :)

Petoulqui dijo...

Gracias, Lou. Tu opinión es muy importante.

Tu pelleprimo