martes, 29 de diciembre de 2009

capítulo cuadragésimocuarto: la catedral sumergida




Hace años, la Violeta soñó con que leía un libro titulado "La catedral del mar". Hasta ahí, nada particular. Excepto que lo soñó antes de que fuera publicado el libro homónimo y sin que ella hubiera podido enterarse de manera alguna acerca de este acontecimiento. Es decir, su sueño fue una premonición.

Desde entonces, la Violeta tuvo la inquietud de leer ese libro; quiero decir, desde que se enteró que el libro ya había sido publicado, mucho después de su sueño. Resumiendo, primero soñó acerca del libro (no publicado, quizás en las prensas en ese momento), luego se enteró que se había publicado el libro soñado y, finalmente, sintió deseos de leerlo, para cumplir el sueño, digamos.

Pero como esto de los sueños y la realidad nunca resultan como esperamos (o casi nunca, para no ser absolutistas), este año decidimos leer el libro. Pero con el primer sórdido capítulo tuvimos suficiente. He de confesar que no fue tanto la sordidez como la temática, el tratamiento de la misma, el estilo, los que me hicieron desear no acabar con la lectura, o más bien acabarla aún cuando el libro quedara inconcluso (en cuanto a mi lectura).

Y para realizar el propósito del hado, se me ocurrió que ya que no íbamos a leer "La catedral del mar", todo se arreglaba con escuchar "La catedral sumergida", como he dado en llamar el preludio de Debussy por él titulado "La cathédrale engloutie". Así que, sin más preámbulos, escuchemos.

sábado, 26 de diciembre de 2009

cita petoulquiana: contradecirse

"Contradecirse - el contradecirse de un Goethe o de un Montaigne - no acusa insinceridad ni falsía; señala, sí, ese contradecirse, esa perpetua rectificación de lo ya dicho, una profunda vida espiritual; sólo quien esté desposeído de imaginación y de curiosidad desinteresada podrá subsistir siempre en un mismo ser, igual a sí mismo, idéntico a los setenta años que a los treinta..."

Azorín (en el prólogo "Comento a Larra" de "Artículos de costumbres")

Larra, Mariano José de. Artículos de costumbres, Antología dispuesta y prologada por Azorín. Espasa - Calpe, S. A. Décima edición. España, 1969. p. 11

jueves, 24 de diciembre de 2009

Cuento Navideño: El elefante blanco

En un intercambio de regalos recibí un bote de cera de tortuga. No me quejé, por supuesto; a fin de cuentas, ¿quién no se muere por tener un poco de cera de tortuga? Más yo, que nunca había tenido ni un poco de este preciado ungüento.

A lo mejor, lo que recibí fue desproporcionado en cuanto a lo que yo regalé: un elefante blanco.

¿No es maravilloso?

Me imaginé, cuando lo encontré en el bazar, que era el mejor regalo que uno pudiera darle a otra persona.

No era un elefante de cerámica, ni de peluche o cualquier otro material natural o artificial. No era un elefante inanimado, al contrario, era un elefante de verdad. Un precioso elefante bebé. Ya saben Vds. que los elefantes bebés no son nada pequeños, pero ciertamente no son tan grandes como un elefante adulto.

¿Podrán creerme si les digo que la persona a quien le regalé el elefante blanco, no sólo no se mostró satisfecha sino que ni siquiera me agradeció? Paradójicamente, tanto esta persona como el elefante parecieron encajar desde un principio, puesto que no más recibir al elefantito, el receptor se puso pálido. Pero ni por ello recibí el menor gesto de agradecimiento, más bien pareció que el obsequiado sentía desagrado hacia su nueva posesión.

Muchos de nuestros colegas mencionaron lo original del regalo, imagínense Vds., un elefante traído desde la India y que, además, era blanco. Toda una rareza. De hecho, yo nunca había oído hablar de algo así, o eso creo.

...


Pues, verán, la ingratitud de mi obsequiado no solamente fue verbal. Podrán creer que el agasajado fue capaz de ir a la tienda donde compré el elefante con la intención de devolverlo. Pero le fue imposible. Le dijeron que semejante artículo, bajo ninguna circunstancia, tenía devolución.

Y luego, nadie lo aceptaría en la calle. Ninguno de sus conocidos, amigos, parientes, etc. Nadie. Todos le dijeron que no podían aceptar semejante tesoro. Todos parecían huir del elefante blanco, el cual, por otra parte, parecía estar pegado a su dueño, y no tener ni la menor intención de desprenderse.

Se me ocurrió hacerle una visita al dueño del elefante blanco, para inspeccionar cómo iba todo. Sólo para que supiera que me importaba ver qué hacía con mi regalo. No le mencioné en absoluto el hecho de que ya sabía que había tratado de deshacerse del paquidermo albino.

Vi al dueño del elefante convertido en una piltrafa.

Parecería mentira, pero con tan pocos días de tener a esta nueva mascota ya la había malcriado. El elefante no paraba de comer, parecía muchísimo más gordo que la última vez que lo vi. El propietario le traía fardos y más fardos de forraje. Y el elefante comía y comía.

Me pregunté a mí mismo, pero sin comentarlo pues soy un tipo discreto, cómo haría el dueño del elefante para financiar semejantes hábitos alimenticios.

...

Al poco tiempo, supe que el dueño del elefante lo había llevado al zoológico para tratar de que lo retuvieran ahí, donándolo. Pero tampoco ahí quisieron recibirlo, ni siquiera tras los alegatos del propietario del elefante que les decía que iba a convertirse (el paquidermo) en una súper atracción. Al fallar en el ZOO decidió probar suerte en un circo. E igualmente, nadie lo aceptó.

Aún cuando me había hecho de la vista gorda al principio, decidí que era el colmo de la ingratitud que tratara a mi obsequio de semejante manera. Mirá que tratar de deshacerse del elefante y con lo que me había costado encontrar un regalo así de original.

De manera que fui y le eché en cara su actitud.

Me encontré al sujeto más enflaquecido que antes y al elefante más gordo todavía. Ante lo cual, aproveché también para señalarle al dueño del elefante que era una desgracia que para colmo malcriara a la pobre bestia, que la convirtiera en un ser improductivo y avorazado. No era, a mi criterio, la forma de educar a una mascota.

El obsequiado ni siquiera trató de defenderse de mis críticas. La verdad sólo contemplaba al enorme paquidermo, mientras éste utilizando su proboscidio se servía el manjar del forraje.

Algo extraño acerca de este elefante es que ni siquiera producía un solo barrito. De hecho, si no estaba siguiendo a su dueño, el elefante no caminaba. No caminaba, no producía sonido, la verdad lo único que veía que hacía era comer.

Se me ocurrió que había cometido un error regalándole a esta persona un elefante tan especial, puesto que no le ofrecía un ambiente adecuado para su desarrollo. Me parecía, de hecho, que el elefante había sido arruinado. Algo así como una historia que escuché una vez sobre un elefante. Sí, pero esto era al revés. Se me hace que si querían hacerle daño a un elefante blanco lo único que tenían que hacer era regalárselo a este sujeto. Pobre elefante. Pero qué errorazo había cometido regalándolo a este personaje cruel.

Pensé en llevarme al elefante en ese mismo momento. Pero al final decidí que eso era mala idea, ¿quién era yo para interferir entre un hombre y su mascota? Aún más, había sido yo quien había regalado al elefante, y como reza el refrán “el que da y quita...”

Mas, a la mañana siguiente me arrepentí de no haberme llevado al elefante, cuando leí cómo en el asfalto, frente al edificio donde vivían el elefante y su dueño, aparecieron, estampados los cadáveres de un blanco paquidermo y justo debajo, triturado por el peso del primero, la masa amorfa de aquel a quien yo, una vez, tuve la gentileza de obsequiar con tan malograda maravilla.

cita petoulquiana: fuck you!

"... It´s hopeless, anyway. If you had a million years to do it in, you couldn´t rub out even half the 'Fuck you' signs in the world. It´s impossible."

Holden Caulfield

Salinger, J.D. The Catcher In The Rye. Little, Brown And Company. Primera edición de bolsillo. Estados Unidos. Mayo, 1991. p. 202

lunes, 21 de diciembre de 2009

Paréntesis: Zombie



La palabra “zombie” se origina en las religiones afrocaribeñas, específicamente en Haití. Se refiere a un ser humano muerto quien, sin embargo, continúa viviendo; es decir que se encuentra entre ambos estados y privado de su voluntad, puesto que es un peón, un esclavo de otro más poderoso.

En la literatura fantástica, de una manera algo distinta, aparecen muertos vivos en la obra de H. P. Lovecraft en la serie de cuentos del reanimador; quien, siguiendo la tradición iniciada por Mary Shelley, se dedica a retornar cadáveres a la vida.

Y en el cine, aún cuando ya existían algunas muestras previas, es determinante el debut de la cinta “Night of the living dead” que dio inicio no a una sino a dos franquicias de filmes acerca de muertos vivos. El director de “Night of the living dead”, George Romero, incluyó una fuerte carga de crítica social tanto en la película original como en sus secuelas, y exploró el proceso de deshumanización no solamente en los “zombies” sino también en los “seres humanos” vivos. Quien se tome el tiempo para ver “Night of the living dead”, “Dawn of the dead” (la original) y “Day of the dead”, se encontrará con una serie intensamente filosófica. Tomando en cuenta que la serie no contó con un grandioso presupuesto como los mega filmes actuales, no es de sorprender que algunas actuaciones sean burdas o algunos efectos especiales parezcan de aficionado; por ello, en el caso de la serie de “los muertos” es necesario “ver más allá de lo evidente”, como decía cierto conocido personaje de las caricaturas.

Al acercarme al género zombie por vez primera, lo hice con expectativas muy bajas, suponiendo que se trataba de algún churro de aquellos que tanto abundan, pero me he dado cuenta de que tiene su propia estética y, como mencioné anteriormente, su línea de crítica social.

El zombie es un símbolo de lo que somos realmente, criaturas quienes inconscientemente deambulamos por el universo tratando de prolongar nuestras efímeras existencias, seres que buscamos devorar la vida que existe en los demás para perpetuarnos sin saber exactamente por qué o para qué, tristes semovientes gregarios capaces de la más repugnante crueldad y con una mentalidad infantil que sale a relucir en los momentos más inadecuados e inesperados.

Esto y más nos presenta este género, un reflejo de nuestra sociedad, una exageración que buscaba un extrañamiento de tipo brechtiano para despertar nuestra sensibilidad hace largo rato perdida.

Así que cuando vea anunciar otro filme de zombies no lo rechace de plano ni piense que se trata únicamente de un churro del género slash, podría ser que esconda una historia que haría que el mismo Anton Chéjov se sorprendiera o que Mary Shelley sufriera más que con la pesadilla que la llevó a escribir su Moderno Prometeo, y no precisamente por la conducta de los muertos vivos sino por la de aquellos muertos en vida.

viernes, 18 de diciembre de 2009

silogismo petoulquiano: petoulqui es arte

(Dándole continuidad a mi última cita petoulquiana, en la cual hice referencia a ciertas palabras del tal Petoulqui; y tomando en cuenta un señalamiento que me hizo el Chomps, he aquí este silogismo petoulquiano:)

El arte es inútil.

Petoulqui es (un) inútil.

Petoulqui es arte.

lunes, 14 de diciembre de 2009

capítulo cero: creo...

que he tratado de persuadirme de que soy esto o aquello. ¿Por qué? Mejor no profundicemos en las causas, no porque duelan sino porque no son fáciles de desenterrar...

En todo caso, me he preocupado por ser así o asá, original y no sé qué más. Pero, he de reconocerlo, no soy original.

A la larga, me alegra no ser original, (o quizás no, pero sí...) me alegra, a fin de cuentas, sentir que he recorrido la senda trazada por aquellos que admiro, sin saberlo; no sin saber que los admiro sino que sin saber que ellos ya la habían caminado antes.

¿Qué sé yo? No soy de los que hacen cosas impresionantes. Los fuegos artificiales no son lo mío. Me gusta pensar y hacer pensar, no sé si lo logro, pero quizás así sea.

Después de todo soy un maestro, no un Maestro (no con mayúscula), un maestro (sí, con minúscula), un docente (y decente también), un terco-recalcitrante-capaz-de-asombro-y-retracción-maestro de escuela. Me fascino ante el conocimiento, la teoría, las explicaciones, las exposiciones largas y tendidas y magistrales, aún cuando no sean Magistrales.

domingo, 6 de diciembre de 2009

cita petoulquiana: sobre el arte

"El arte es inútil. De esta cuenta, desconfiemos de todo lo que revista un carácter utilitario (por no decir simplemente útil) y que pretenda ser arte."

Petoulqui

sábado, 5 de diciembre de 2009

Paréntesis: Beethoven... ¡Inocente!


Mi padre me contó hace tiempo una anécdota, cuya veracidad nunca he comprobado, pero que les narraré a mi vez, puesto que me será útil para ilustrar el tema de hoy.

Me hizo saber mi progenitor que a mediados del siglo XX, Hollywood produjo una película sobre la vida de Tchaikovsky (Chaikovski, si a Vd. lo hace más feliz este deletreo hispanizado). En dicho filme se afirmaba que la preferencia sexual, del compositor ruso antes mencionado en este párrafo, estaba dirigida hacia los miembros de su mismo género (¿he sido políticamente correcto?). Bien, continuando con la anécdota; los soviéticos, al saber acerca del filme, se horrorizaron y ordenaron la producción de otra pieza del séptimo arte; es decir, mandaron a hacer otra película biográfica sobre Chai (para abreviar), cuya masculinidad fue exagerada hasta el tope. Y el filme se titulaba "Tchaikovsky ¡Inocente!" o algo así. (La verdad, no sé qué tenga que ver la inocencia con la preferencia sexual y a fin de cuentas, las evidencias apuntan a que Tchaikovsky sí era homosexual, lo cual ni le quita ni le pone mérito tanto a él como a su música, pero ya me estoy desviando del tema...)

Hago mención de todo lo anterior porque hoy tuve la desgracia de ver "Immortal Beloved", película ¡¿"biográfica"?! sobre Ludwig Van Beethoven. No sé qué fue peor, el hecho de comprarla en formato ¡¡¡¿¿¿"original"???!!! (ya me gustó esto de la puntuación exagerada) en un local de una reconocida cadena comercial guatemalteca y que me saliera más chafarólix (como diría mi hermano) que una copia pirata de la sexta, con un sonido "del reverendo" (los chilenos que me entiendan, y los demás intercambien el término por "rata" pero superlativo: ratísima), que creo que si hubiera un reconocimiento al dvd con más distorsión, ésta porquería se lo ganaba; con una imagen tan requete-malísima (más superlativos) como la de ciertos cines de la capital; en fin, una escoria (no confundir con la piedra volcánica); decía, no sé que fue peor, si comprar este dvd original tan maleta o, en sí, el churro de película que se tiró este escritor-director... perdón, ¡¡¡¿¿¿escritor-director???!!!

Ya me imaginaba que iba a encontrar ciertas imprecisiones históricas en "Inmortal Beloved", pero para mi sorpresa creo que no encontré más que dos o tres aciertos, lo cual ya se me hace hasta ofensivo. Este Beethoven que retratan es una especie de Mr. Hyde de pacotilla, casi un troglodita con indumentaria del romanticismo (por cierto, es de alabar la interpretación de Gary Oldman, y lo digo sin intenciones sarcásticas; me parece que se luce, él es un buen actor y cumple con su papel, más allá de la incompetencia del director de este churrazo).

La película es de lo más vulgar, extremista, escandalosa, anacrónica... mejor ya no sigo.

Así que propongo que se haga otra biografía fílmica de Beethoven (aparte de la otra que existe: Copying Beethoven, que es un poco mejor), que se le titule "Beethoven ¡Inocente!" y que en ella se muestre al gran maestro: apasionado pero no brutal, golpeado por la vida pero heroico; y también, que en este nuevo filme se haga un análisis serio y ameno de su obra...

En fin, soñar no cuesta nada (y demás lugares comunes). Como no puedo tener eso, me quedo al menos con el Beethoven de Bill & Ted's Excellent Adventure. Aquí está el video (en el cual aparecen otros personajes históricos que Vds. seguramente podrán identificar):






Imagen: http://www.sjcav.org/filebank/imagebank/music/beethoven%20bw.jpg


Video: http://www.youtube.com/watch?v=N2a3nbTrO_c