sábado, 31 de octubre de 2009

capítulo cuadragésimotercero: la marcha macabra


Jugué a ser la muerte. No la muerte verdadera sino aquella alegórica y antropomórfica de los cuentos y poemas, la que puede ser madrina de un hombre o hacer bailar a los cadáveres al compás de su violín.

En mi macabro caminar experimenté lo que creo viviría la muerte (qué irónico se lee, ¿no les parece?) si caminara entre nosotros, si tuviera forma humana, si estuviera viva (insisto, qué paradójico, ¿eh?), si fuera un tipo alto y delgado, un poco encorvado, con profundas ojeras negras y un caminar algo torpe.

Así, sin otorgar privilegios a persona alguna, dejé pasar a quienes debían seguir su camino y vi, casi al mismo tiempo, cómo algún otro me evitaba, quizás creyendo que íbamos a toparnos abruptamente; algunos osaron seguir un rumbo de colisión directa hacia mí, aún cuando en el último momento me esquivaron, no sé si arrepentidos o más bien siguiendo un esquema previsto; me asustó el sonido de la vida, el grito de una persona, porque aún cuando lo inanimado también produce sonido, la vida suena de una manera más desafiante e impredecible; noté que los seres vivos más primitivos me percibían atentamente, la mayoría sin temor, aún cuando algunos de ellos sí me rehuyeron con verdadero terror, sin comprender el porqué.

Cuando mi marcha macabra estaba por terminar, un jovencito jugando también a ser la muerte, disfrazado con una máscara de calavera (el muy calavera; cuánto descaro promueven las caretas...), vistiendo una túnica de tono oscuro, y quien se divertía tratando de espantar a los transeúntes (trataba, reitero) se me acercó, me dejó pasar y luego comenzó a seguirme; a los pocos pasos me volteé y avancé hacia él, así que se detuvo y retrocedió sorprendido. Entonces lo supe: para ser la muerte no es necesario el disfraz ni la actitud bravucona, esas son poses; la muerte no anda espantando a nadie, simplemente es lo que no es.




jueves, 29 de octubre de 2009

De la sabiduría popular: Sobre el amor no correspondido

Mientras regresaba a la casa en una camioneta de la ruta 96, escuché la siguiente opinión acerca de quienes desperdician tiempo y recursos en amores no correspondidos. Uno defendía el amor romántico:

"Es que es bonito estar enamorado".

El otro completaba, de manera puntual y aguda:

"Es bonito estar enamorado, pero no ser mula".

Creo que no hay nada que agregar.

martes, 27 de octubre de 2009

Cuento malísimo de mi primera juventud: El diablo (basado en un hecho real... me pasó, pues)

El diablo
Únicamente Dios crea. Él es Constructor, Dador de Vida. Podemos hacer como Él y construir dentro de nuestras posibilidades.
Por otra parte, cualquiera puede destruir como el Maligno.
Solamente Uno puede decidir si te Da la Vida en primer lugar, pero son muchos los diablos que pueden decidir si te la quitan o no.
Una noche caminaba por el centro de la ciudad, 12 avenida y 8 calle. Un hombre joven y yo nos cruzamos frente a frente, me di cuenta de que llevaba una botella rota en su mano derecha.
Nuestras miradas se encontraron.
Yo vi en él la malicia. Me imagino que él percibió en mis ojos el temor.
Amenazadoramente me dijo:
"Va pué, ahora regalame una vara."
Yo pensé un momento y espontánea y fríamente respondí con una pregunta, sin dejar de ver sus ojos:
"¿Y por una vara me vas a matar?"
El otro bajó la mirada, meditó y secamente respondió:
"No." Y se fue.
Así, ese diablo decidió que mi vida valía más que una moneda de un quetzal.

martes, 20 de octubre de 2009

Paréntesis: Te prometo anarquía


La timidez me hizo guardar este pequeño ensayo por 9 meses, ahora le toca salir a la luz:



Te prometo anarquía



Hablando con Rafael Romero, él me dijo algo que me parece representa al proyecto Te prometo anarquía, y voy a parafrasearlo de la siguiente manera: Libertad de elegir. A lo mejor suena muy simple, pero para mí (y supongo que para otros) es algo importante y no negociable.

Al conversar con Rafa, me di cuenta de ciertas cosas (qué “cosismo” el mío, eh):
  • Para empezar, el hecho fundamental que Te prometo anarquía es una espacio para la libre expresión. Y esto ya lo había explicado Rafael, pero creo que no me había quedado claro hasta que me lo explicó en persona. El asunto es que en Guatemala no hay suficientes espacios de expresión. Esta palabra “expresión”, así como la frase “libertad de elegir”, podrían parecer sencillas pero, para nosotros en Guatemala, se tornan en algo sumamente complejo. Ni siquiera me voy a poner a tratar el tema porque me extendería y no creo que vaya a encontrar sino el agua azucarada, sin embargo me parece un buen punto de partida para la discusión.

  • Si continúo por aparte con esto de la libre expresión, obviando el tema de la expresión en sí, llegamos a lo siguiente: la selección de los trabajos para Te prometo anarquía. Ahora que he conversado con Rafael, me he dado cuenta de la gran responsabilidad que ha asumido; si bien antes le agradecí y quise reconocer el esfuerzo que ha realizado al compilar el trabajo de tantos artistas inéditos, con mayor razón le agradezco ahora al comprender que, además de lo anterior, el proyecto Te prometo anarquía asume la difícil tarea de brindar un espacio a la amplia gama de propuestas de quienes deseamos hacer público nuestro trabajo. El único requisito para la publicación, aparte de presentar el material a ser publicado, es identificarse, responsabilizarse por la propia creación. No hay ningún otro parámetro, ya sea subjetivo (en cuanto a la parte editorial; al final, cada lector del blog decidirá si le gusta o no la obra en cuestión) ni objetivo (cánones estéticos). En un medio en el cual acostumbramos que como dijo alguien por ahí “si sos mi cuate te publico” o que una opinión arbitraria o acomodaticia determine quién puede o no publicar, basándose en criterios subjetivos limitados o criterios subjetivos disfrazados de objetivos, con Te prometo anarquía, quien desee publicar su obra, más allá de los límites e impedimentos citados, podrá hacerlo.

  • Ahora bien, una vez publicada la obra de determinado autor y sumarse a la compilación del proyecto, hay una libertad más en juego: la del visitante y/o lector del blog. Como ha dicho Rafael, “en Te prometo anarquía, cada persona que ingresa al blog, puede decidir quedarse, leer, comentar, o simplemente no hacer ninguna de estas acciones”. El público tiene la libertad de hacer, de elegir y algo más: conocer lo oculto.

Algo que me pareció extremadamente importante, y que quizás a algunos les parezca más que evidente, no se trata de que cada persona que publica sea un artista consumado (¿quién lo es, a fin de cuentas?), sino del poder publicar en sí. Le he dicho a algunas personas que el proceso de desarrollo del criterio estético en el niño no se realiza con el fin de hacer del niño necesariamente un artista, pero sí debería de hacerse para proveer al niño con las herramientas para que pueda expresarse artísticamente. En todo caso, la disposición para el arte es parte de la naturaleza del ser humano. Así que: a expresarnos. Y si alguien decide seguir la difícil senda del arte (no es tan fácil como pareciera...) que busque la propia superación con una visión autocrítica y un trabajo esforzado.

Imagen: tomada del botón en mi barra de sugerencias.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Paréntesis: El Cuarto Elemento

El tiempo es muy limitado. Apenas me quedan dos minutos antes de irme a dormir para mañana poder madrugar, a eso de las 4:40 (y no me refiero a las vibraciones de "La central").

Se agota el tiempo, pero es necesario dejar registro de una maravillosa experiencia.

Exceptuando los recitales en los que he escuchado a algunos jazzmen guatemaltecos, han sido dos los jams que más me han impresionado (aún cuando reconozco que no asisto mucho a recitales de ninguna clase): cuando vino a Guatemala el guitarrista argentino Luis Salinas; y esta noche al escuchar la "alquimia" de Cuarto Elemento, cuarteto, argentino también, conformado por: Néstor Gómez (guitarra-voz), Matías González (bajo-voz), Rubén Izarrualde (flauta-voz) y Horacio López (percusión-voz).

Llegué tarde a la toccata (y sí que fue toccata, porque como me comentara Rubén, ellos no ensayan sino que se reúnen a tocar; y a crear, agrego yo), hasta pensé que ya se habría acabado el espectáculo, pero estaba equivocado. Me coloqué en un rincón más o menos alejado de la tarima colocada en la Plaza de la Constitución, pero me fue inevitable ir acercándome. Desde que comenzó la versión de "Alfonsina y el Mar", con sus armonías de jazz, pasando por un homenaje a Atahualpa Yupanqui (cargado con unos asombrosos solos de guitarra y bajo eléctrico, aderezados con fantásticas melodiosidades flautísticas y el magnífico pulso rítmico de la Batería de Horacio), que me atrajo como a serpiente encantada, hasta el "grand finale" con el Libertango de Piazzolla en la interpretación que más me ha gustado hasta hoy. Poco a poco me encontré aplaudiendo con todas mis fuerzas y emitiendo "¡bravos!".

Qué decir de los músicos de Cuarto Elemento: la guitarra de Néstor Gómez es épica (como diría un mi cuate), sus solos son precisos, pero más que todo vivos, la música afilada como una espada pero llena de emoción; el bajo de Matías González obliga a moverse, sus solos lo dejan a uno boquiabierto, y su scat es un deleite; Rubén Izarrualde tiene algo que no es fácil de describir, menos de definir, le pone sentimiento a lo tocado, su flauta tiene un timbre fabuloso y sobre cómo canta diré únicamente que me ha motivado a leer "Martín Fierro"; finalmente, el señor Horacio López es el impecable pulso de la agrupación, sus electrizantes percusiones impactan nuestro sentido del oído, como un terremoto nos pone en movimiento de manera inevitable.

Lamento que no haya sido más numerosa la concurrencia a este recital. Esperemos, sin embargo, que estos señores músicos regresen pronto a nuestro país y que entonces la convocatoria sea mayor.

Aquí está el link de la página web de esta excelente agrupación:

http://www.cuartoelementoweb.com.ar/

viernes, 9 de octubre de 2009

capítulo cero: vivo en una casa...

Vivo en una casa (no me digás), en la cual las hormigas invadieron la mesa del comedor... ya Vds. lo saben, porque seguro que leen todas las entradas de mi blog (jajajajajajajajajajaja). Nos hemos acostumbrado mutuamente (las hormigas y yo, quiero decir; definitivamente no me refiero a Vds. y a un servidor), a tal grado que ya convivimos sanamente, de una manera cordial; por ejemplo, ya no me importa que las hormigas se metan al azucarero (¿o será la azucarera? azucarero/a????), de hecho, me sirvo el azúcar y si en mi taza de café aparece una hormiga, la sacó o la dejo salir (generalmente, ellas mismas escapan), antes de que haya vertido el agua hervida (hirviente, casi nunca), claro está. Las hormigas se me suben por los antebrazos o por las manos, y si no las siento, generalmente, las dejo ser, pero si me pican les doy un manotazo, y doy fe de que aprenden la lección, la hormiga que ha sufrido el correctivo nunca más vuelve a picarme.

También, en mi casa, los relojes no funcionan bien. Me refiero a los relojes analógicos. Primero, parece que el segundero sufriera una ligera anomalía, comienza a retrasarse. Parece que lo hiciera a propósito; lo sé porque varias veces he sorprendido a un segundero jugando al tempo rubato (a robar el tiempo pues, a alargar su movimiento, a hacerlo más cadencioso), pero justo cuando se ve descubierto infraganti comienza a caminar nuevamente con un pulso regular, a veces trastabillando un poco, e incluso adelantándose un tanto, mas pronto vuelve a la normalidad. Así comienza, con un ligero retraso hasta que se queda atrapado en el mismo punto, saltando hasta que se para. Sin embargo, creo que una vez, incluso, vi a un segundero retrocediendo... no, no lo vi, eso ya sería ficción y lo que estoy escribiendo en este cero es la pura verdad, como siempre.

Y hablando de ceros, este es el tercer capítulo cero que publico de manera sucesiva: 000. Triple cero; si hubiera sido doble sería "con licencia para matar"...

capítulo cero: por favor, no aplaudan...


Fue para el acto cívico del mes de septiembre. Los niños y jóvenes no habían querido formarse en el patio porque el sol estaba muy fuerte, así que la mayoría estaban acurrucados cerca de la pared del fondo. La mayoría de las personas, como siempre, no prestaban la más mínima atención a lo que se leía en el podio. Cuando uno de los estudiantes que pasó a leer, mencionó que el 20 de octubre se celebraba el aniversario del derrocamiento del "director Ubico" y todos los presentes aplaudieron de manera entusiasta, sin saber porqué, me pareció que ya era demasiado. La causa de mi impaciencia era el hecho de que aplaudieran sólo porque sí, sin pararse a pensar en si lo que oían era plausible o no. A mi criterio, no lo era.

Para empezar porque en el papel arrugado ése, del cual leía el joven estudiante, no se hacía referencia a ningún "director Ubico" sino al dictador Ubico, y ¿qué tiene de plausible semejante personaje? A riesgo de ser extremista, me pregunto si habrá alguien que merezca un aplauso fuera de la esfera del arte, quizás de la ciencia (y sobre los aplausos en el arte, creo que también convendría, algún día, hacer algún comentario...). Los aplausos que se le otorgan tan gratuitamente a los oradores realmente reflejan lo fácilmente que nos rendimos a las palabras bonitas. Con algo de retórica se puede entusiasmar al público, pero ¿qué hay en el fondo de todo ello? Según he descubierto, la mayoría de veces: Nada.

Bueno, pues en cuanto terminaron las letánicas lecturas de fechas y conmemoraciones, a las cuales nadie prestó atención y todos aplaudieron, solicité un punto para dirigirme a la apreciable audiencia y comencé mi disertación de la manera siguiente: "Seré breve. Al final, por favor, no vayan a aplaudir..." Nadie juntó sus manos cuando terminé, lo cual agradecí de manera igualmente silenciosa.




lunes, 5 de octubre de 2009

capítulo cero: ¿y ahora?

Sembré un árbol, propagué la especie petoulquiana, publiqué un blog... ¿y ahora... ?