miércoles, 26 de noviembre de 2008

Paréntesis: El colifato en la zona fantasma

Aún cuando también podría titularse, una temporada en el limbo (sin relación con la obra del enfant terrible ése de Arthur Rimbaud, porque ni soy enfant ni soy terrible).

El sábado en la noche, en el cerrito del Carmen, me quedé hasta el final de la proyección del documental de La Colifata (LT22, creo), solo porque mis acompañantes se aburrieron (lo cual comprendo). Estaba fascinado, viendo y escuchando las historias de estos colifatos.

¿Cómo es que se llama la institución? Tiene el nombre de una persona, pero no recuerdo, vamos a ver... Hospital "José T. Borda", ¡eso es! El Borda. Y ahí, algunos pacientes emiten sus transmisiones regulares, los sábados me parece, y se comunican con el mundo exterior, y más importante, con el otro, algo así como yo con Vds.

Y sí, como decían ellos, a veces también me siento un colifato, pienso que estoy como una cabra y demás expresiones. Estos días en la zona fantasma no hacen sino acentuar la sensación y el pensamiento.

Por eso me quedé hasta el final del documental sobre los colifatos, y he ahí el porqué de mi fascinación, supongo que me identifiqué.

El año pasado leí "La Sala Número Seis" de mi admirado Chéjov, y fue una situación similar. Encontré que el mundo de los locos no me parecía tan loco, si bien desesperado y desesperante. ¿Qué es lo cuerdo y que lo chiflado?

Vamos a reflexionar unos días más al respecto para ver qué se nos ocurre...

jueves, 13 de noviembre de 2008

Paréntesis: De los "cómics" y los comics



La presente entrada podría titularse también del "cómic" y del comic, porque es hasta hoy que me di cuenta que en los últimos posts, tanto de Las Aventuras de Petoulqui como de Mis Libros Favoritos Y Otros Más, he cometido el error ortográfico de tildar la palabra "comics" cada vez que la escribo (así: cómics) y no he tildado la palabra "cómic" ni una sola vez (de esta manera: comic). Ahora entiendo a Cero cuando me decía que hay ciertas palabras que, por alguna razón, están fijas en nuestro cerebro con un deletreo equivocado.

No es que quiera que esto se convierta en una columna sobre usos del idioma, pero vamos a aclarar el párrafo anterior. La palabra comics, si la escribimos de manera castellanizada y no como anglicismo (¿o sería barbarismo? A lo mejor Lusifergua nos lo puede aclarar), no llevaría tilde porque las palabras graves, es decir las que tienen el acento en la penúltima sílaba, no se tildan cuando terminan en ene, ese o vocal, como es el caso que nos compete. Por otra parte, la palabra cómic (como la acabo de encontrar en el drae, lo cual fue iluminador), lleva la tilde puesto que las palabras graves, a la inversa de lo antes expuesto, se tildan siempre que no terminen en ene, ese o vocal. Voilá.

Todos los días se aprende algo nuevo.

Ahora bien, ya que hice toda esta perorata sobre los acentos prosódicos y ortográficos en las palabras comics y cómic, respectivamente, puedo aprovechar para tratar acerca de este género literario, el cual últimamente está ocupando bastante de mi tiempo, y hacer una pequeña crónica personal de cómo inició mi experiencia en el tema.

Cuando niño, creo que cada fin de semana, la tarde, supongo que de domingo, la pasábamos, mi primo, conocido como "el Gato", y yo, viendo una película en formato Beta Max (era de gran calidad pero muy caro, por eso fracasó y por la misma razón, sólo teníamos un video; bueno, nuestro abuelo): Superman: The Movie (1978). Y así, asumo, fue como me aficioné a las aventuras de este personaje. También debió de influir la TV, con las series animadas de Superman (años '60) y los siempre bien ponderados Superamigos ("¡poder de imbecilidad! ¡actívese!", ¿no es cierto, Lusi?). Había una serie de Aquaman, en la cual aparecían personajes invitados, principalmente recuerdo a El Flash y El Átomo. Y varias series animadas de Batman y Robin, hasta aquella nefasta con el Batiduende (Batmite), y sería injusto olvidar la serie "camp" de Batman de los años '60, con personajes de carne y hueso (en el caso de Adam West, grasa abdominal y hueso). Creo que tenía cuatro y pico años cuando toda esta mezcolanza tomaba lugar.

Lo que sí recuerdo con seguridad fue, en 1985, cuando mi madre, en el Portal del Comercio, nos compró a mi hermano y a mí (no, no nos compró a nosotros como si fuéramos cosas, no fuimos víctimas del tráfico infantil)... lo replanteo, mi madre nos regaló un par de comics (ahora bien escrito) de la editorial Novaro, mexicana. Eran un par de traducciones, de Batman (la de mi hermano) y de El Flash (la mía). No sé si a mi hermano le apasionó mucho su revistita de historietas, chistes como decía mi madre, pero a mí sí que me causó un hondo impacto. Para mi desgracia, la historia de El Flash era parte de un serial, y me quedé años tratando de averiguar cómo había hecho Flash para escapar del fondo de ese lago, donde lo había dejado El Dorado para que se ahogara... lo leí por ahí en la Red, pero ya no recuerdo. No era la gran cosa...

En el año 1989, hubo una gran conmoción, porque si bien, hasta 1987, hubo cierta emoción con las películas de la serie Superman (las cuales iban desmejorándose con cada nueva entrega), hay que reconocer que Tim Burton hizo algo similar a lo ahora realizado por Chris Nolan con la franquicia del murciélago, la refrescó y nos dejó boquiabiertos. Si bien, luego Joel Schumacher se encargó de destruir lo que Burton había logrado, eso ya no importa, porque Nolan destruyó todo lo anterior a él para crear algo mejor, tan bueno que bien se puede olvidar todo lo bueno y malo anterior, o tomarlo como una muestra más del Multiverso destruido por la Crisis de las Tierras Infinitas.

Así que, aún cuando en mi niñez, teniendo entre 10 y 12 años, seguí siendo fan de Superman, viendo la teleserie de Superboy y demás, cuando para una Semana Santa en la Antigua (sí, tenía 12 años, ahora lo recuerdo), vi en un puesto de revistas varias traducciones de la editorial Vid, también mexicana, de personajes de DC (en realidad, solamente de Superman y Batman), me incliné por comprar la revista del Hombre Murciélago, porque "era más chilero" que la del azuloso (Cómo son los ciclos, porque ahora vivo una situación similar). En la historia se nos mostraba, en flashbacks, cómo Bruce Wayne había perdido a sus padres y se había convertido, gradualmente, en Batman. Toda esta rememoración se debía a que, en el cómic (ahora con su ortografía correcta) Jason Todd (el segundo Robin) había sido herido de gravedad. Ésta sí era una historia de un sólo número, así que quedé más que satisfecho.

En el año 1993 me enteré de algo (ocurrido en 1992, pero ya ven que todo llega tarde) que cambió toda mi concepción del mundo del cómic: La muerte de Superman. Y sé que no sólo yo sentí el shock (éste sí que es un anglicismo). Fue un truco publicitario miserable, pero bien que les funcionó. Era agosto o septiembre, y anunciaban en el periódico (fue en la Prensa Libre, no es por hacer publicidad, pero así lo recuerdo) el próximo regreso del Hombre de Acero.

Una tarde de septiembre, del mismo año '93, estábamos con mi familia enfrente de la vitrina de la Farmacia Kleé del centro comercial Montúfar (no sé si todavía existe... la farmacia, el centro comercial claro que está ahí), y vi un ejemplar de Action Comics (el número 691), ahora con la portada toda arruinada (es que no sabía cuidar de un cómic). Aparecía Superman con un traje negro (inmediatamente recordé la indumentaria de Jor-El/Marlon Brando, en el filme y de los criminales kryptonianos liderados por el General Zod: "Son of Jor-El, ¡Kneel before Zod!"), y el cuadro parecía un espejo rompiéndose (otra referencia a los filmes, como la ventana que tenían los prisioneros de la Zona Fantasma) y, claro está que me emocioné, pedí que me lo comprarán. Tenía 13 años y mi poder adquisitivo era casi nulo. El cómic costaba Q.9.75 (ahora van por los 28 ó 30 quetzales, y no valen tanto como mi viejo ejemplar, opinión personal).

Así comenzó una larga historia de 6 años de ser un fiel fan de los comics de la serie Superman, esto es: Action Comics, The Adventures of Superman, Superman, The Man of Steel. Presencié el Regreso de Superman, El Mundo Bizarro, La Muerte de Clark Kent (hablando de más trucos publicitarios), El Juicio de Superman, El Rompimiento del Compromiso de Lois y Clark (qué feo suena "rompimiento", pero existe la palabra, ya revisé), La Noche Final, El Casamiento de Lois y Clark, El Superman Eléctrico (soportar esa etapa demostró que yo era buen fan), El regreso del Superman regular y ya no recuerdo qué más, pero sí que en el año 2000 tenía otras cosas qué hacer y sentí que las historias se estaban repitiendo (creo que ese es el problema con los superhéroes, muy galería de villanos y todo, pero hay un límite creativo y uno se cansa).

El año pasado, el Flammer me pasó un programa para leer comics en formato cbr y desde entonces me he dedicado a leer todos los comics que cuando era adolescente no estuvieron a mi alcance, ya fuera por motivos económicos o por el simple hecho de que, aquí en Guatemala, eran imposibles de conseguir.

Así, he descubierto las obras de Alan Moore y Frank Miller, y sé que hay muchas otras por descubrir, que estoy en la punta del iceberg, pero hay más tiempo que comics, así que no me preocupo.

"Nos vemos en el próximo número", como dijo quién-sabe-quién.




viernes, 7 de noviembre de 2008

Cuento Original: ¡JA-JA!





Este relato está dedicado, respetuosamente, a mi buen y paciente amigo Octavio Enríquez. Aún cuando la temática es autobiográfica; es decir, trata acerca de mí.
...


Rió y su carcajada resonó en cada esquina:

“¡JA-JA!”

Se creía tan gracioso. Casi podía sentir la comicidad atravesando su cuerpo.

Ahora bien, utilizamos el término “sentir” con cierta amplitud, con alguna libertad, hemos de reconocer, porque si bien se suponía que nuestro individuo era un ser sensible y sensitivo, más bien sólo representaba esto último en una cuasi absoluta ausencia de lo primero. Y, por aparte, las sensaciones que tenía estaban bastante distorsionadas por haber bebido ávidamente del cáliz dionisiaco.

Había llegado a la reunión social y repentinamente lo había golpeado el hecho de sentirse terriblemente inadaptado. Definitivamente, algo no estuvo bien en su educación, puesto que él no estaba integrado satisfactoriamente a la sociedad, y no nos referimos a la pasividad de una insociabilidad, sino también a ciertos rasgos antisociales.

Cuando le preguntaron qué deseaba beber, él respondió tratando de pasar por ingenioso que quería una cuba, “pero, una cuba socialista…”, y quien se la sirvió le respondió, “ah, una cuba ja-ja…”, y le entregó la bebida preparada impecablemente.

Comenzó a beber y sintió los efectos relajantes del ron. “Ah, el ron…”, pensaba, “… la bebida que tomaban los marinos ingleses cada mañana para fortalecerse. Y, claro, también los piratas…” Y como pirata, el ron lo despojaba, pero de su sensatez.

¿En qué momento comenzó todo esto? O más bien, ¿de qué manera? Es que no podía recordarlo, o quizás era simplemente que no podía entenderlo. En estas historias, que eran la frecuencia de su vida, siempre había una pregunta, la cuestión fundamental, claro es: ¿por qué?

¿Por qué se tornaba repentinamente en todo lo que él odiaba (o creía odiar)? ¿por qué, de manera inesperada, él hacía a otros lo que no quería que le hicieran? ¿Por qué era capaz de lastimar a quienes amaba más?

Sería mentir si dijéramos que nunca había respondido estas preguntas. Lo había hecho, por supuesto. Y las respuestas que encontraba eran de diversos tipos, psicológicas, filosóficas, morales, etc. Pero, el hecho es que eran respuestas y no soluciones; el problema fundamental no estaba resuelto. Algo estaba descompuesto y él, evidentemente, no era capaz de arreglarlo.

“¿Por qué?”

“¡¿Por qué?!”

“¡¡¿POR QUÉ?!”

No había sido capaz de resolver el enigma. En vez de eso, cada vez más, se había internado en un laberinto… y él sabía que en los laberintos hay, por lo menos, una bestia capaz de matar y devorar a un hombre… o, a lo mejor, de comérselo vivo, nunca se sabe, la verdad.

Vivía por reflejo condicionado y lo sabía. El caos en su interior era fácil de identificar en su exterior, en sus relaciones sociales, en sus actividades cotidianas, incluso en el desorden de su habitación-estudio-lo que sea.

Y así, así sin más, así como era él, sin estar muy seguro (quitémosle el muy) de qué carajos pasaba consigo mismo, extraviado en ese infinito laberinto que era su propia vida; así llegó a la reunión social, se bebió su primer “cuba ja-ja”, sintió al cómico en él emerger, escuchó cómo se reía macabramente, sonrió de oreja a oreja (como nunca lo había hecho) y comenzó la función, “su función”.

De repente sintió los reflectores en la cara, pequeñas lucecitas fijas en él, atentas a cada movimiento que hacía. Lo seguían en cada una de sus gesticulaciones, de sus pantomimas.

Él reía y parecía como si un eco (sería la resonancia del laberinto) hacía que su risa se tornara ensordecedora. ¡JA-JA!

“¡JA-JA!” Todo el mundo reía con él, cada cosa que decía era graciosa. Él era el bufón y lo estaba gozando.

Cuando encontró el chiste perfecto, decidió apegarse a él, a fin de cuentas, hay que continuar con lo que funciona. Siguió con su chiste de repetición, ¡JA-JA!, “ES QUE ES TAN GRACIOSO, PERO TAN GRACIOSO”.

Parecía que ya no quedaba nada de su timidez inicial, estaba en el extremo opuesto, sin haber pasado nunca por el intermedio.

Entonces, escuchó el bramido de la bestia (un minotauro, supongo), la criatura que habitaba en el laberinto y que no parecía dispuesta a dejarle en paz ni en su momento de mayor gloria, en el más grande de sus triunfos.

Y, aún cuando nos parezca increíble, la vio frente a él. Era realmente monstruosa, era un engendro repulsivo.
Como un relámpago, recordó algo, era un párrafo de cierto cuento escrito por Oscar Wilde, que él había leído hacía tiempo. Se titulaba El Cumpleaños de la Infanta:

“Cuando al final la verdad se abrió paso en su mente, el enano lanzó un aullido un grito de desesperación y cayó al pavimento sollozando. ¡Ese ser deforme y jorobado, de aspecto horrible y grotesco, era él! ¡Era él mismo, él era el monstruo, y era de él de quien se habían reído todos los muchachos... y la Princesita, en cuyo amor creyera...”

El párrafo describía justo el momento cuando este noble personaje, el enanito, cuya belleza interna era formidable, veía por vez primera, reflejada en un espejo, la imagen de su cuerpo deforme…

Y ahora le tocaba a él, a nuestro individuo, de una fealdad interna abominable, ver la verdad sobre sí mismo. Ahí estaba la bestia ante sí, la bestia bramante. Pero no era exactamente un minotauro. La voz gutural que emitía era cada vez más familiar, la había escuchado antes, pero dónde, esto no lo podía recordar…

Escuchó más atentamente, ¿cómo sonaba...? ¿qué era lo que decía?

Ah sí, ahora lo sabía:

¡JA-JA!

“Sí…”

“¡JA – JA!”




Imagen: Tomada por Alex Luna

martes, 4 de noviembre de 2008

Paréntesis: Rorschach


Me gustan los paréntesis porque, contrario a lo que sucede con los capítulos, no tengo que enumerarlos, cada uno es distinto, y si fueran iguales o tuvieran alguna similitud, pues da lo mismo. Los paréntesis, ya lo saben quienes me conocen (que ambiguo suena este verbo para la connotación que quiero darle), son mi refugio del tiempo y el espacio de Petoulqui. En esto último se parecen a los capítulos cero (que nunca serán "ceros", el plural sería la muerte de este número), pues en los cero no hay tiempo ni espacio petoulquianos ni del tipo que se nos pudiera ocurrir (si se me perdona por mis búsquedas de complicidad con las personas lectoras).

Cuando era niño, aparte de que soñaba con ser un gran investigador, inventor, hombre de ciencias diversas y escritor (claro es), me gustaba jugar a los detectives. No sé si muchos de mis contemporáneos jugaban a ser investigadores privados, pero para mí era una verdadera delicia.

Tenía 7 u 8 años y mi padre nos trajo unos comics ("chistes" les llamábamos) de Dick Tracy (todavía lo tengo), Charlie Chan (no sé imaginan cuánto lamento esta pérdida), El Pájaro Loco y ya no recuerdo de qué más, pero lo que sí tengo presente es que todos los leí. No recuerdo cuál era el tema del de Charlie Chan (con sólo pensar en el viejo cómic puedo percibir el olor a guardado), mas puedo visualizar la primera hoja, con el cuadro abarcándola completamente: era una imagen del detective chino caminando en una calle tenuemente iluminada... (a lo mejor me equivoco).

Curioso que aún cuando me gustaban tanto los detectives nunca he leído siquiera una de las historias de Sherlock Holmes. A decir verdad, sí he leído El Crimen de la Rue Morgue y La Carta Robada. Y últimamente leí algo policíaco pero no puedo recordar qué fue. Ya me vendrá a la mente cuál fue la novela policíaca... ah sí, ¡se trata de El Fantasma de la ópera de Gaston Leroux!

El año pasado, mi amigo Luis, también conocido como Chomps: El flammer, me hizo un buen regalo, un programa para leer archivos cbr (comics en formato electrónico) y desde entonces le he dado buen uso. He leído muchos de los cómics que siempre anhelé en mi niñez y adolescencia. Ahora estoy bastante entusiasmado con las historias de Frank Miller y Alan Moore, y es por eso que el título de este paréntesis es Rorschach. He encontrado otro personaje en quien fijar mi atención y tomarlo como "role model".

En Mis Libros Favoritos Y Otros Más dejé registro de la fuerte impresión que causó en mí el personaje de La Isla del Tesoro, Long John Silver. Tanto la novelita de piratas de Robert Louis Stevenson como su personaje se encuentran entre mis favoritos. La ambigüedad de Silver me parece soberbia, si bien en el mundo real lo odiaría, pero el papel aguanta con todo.

Y Rorschach, el oscuro detective-vigilante-antihéroe de Watchmen de Alan Moore, me ha dejado sorprendido. Ya trataré acerca de esta novela gráfica en Mis Libros Favoritos..., por el momento sólo quiero parafrasear aquí una advertencia de este detective, quien ahora está en mi repisa mental de fenómenos junto a Silver, cuando se dirigía a un montón de maleantes que lo amenazaban: "Vds. están equivocados... yo no estoy encerrado aquí con Vds., son Vds. quienes están encerrados aquí conmigo...".

El punto climático de Watchmen sucede el 2 de noviembre de 1985. Terminé de leer la novela gráfica, en formato cbr, el 2 de noviembre del presente año. ¿Coincidencia? No realmente. En el Capitán Pateabolas, un blog cuyo link encontré en los dominios del Ciudadano Cero, el post del 26 de octubre hacía referencia a una pieza llamada "The End Is The Beginning Is The End" de The Smashing Pumpkins, la cual es parte de la banda sonora de la nueva cinta de Watchmen que se estrenará en junio del año siguiente (y la cual, por cierto, no cuenta con la aprobación de Alan Moore, quien indica que sus comics están hechos para ser leídos no para ser vistos en el cinema... tiene bastantes argumentos, denle clic si desean leerlos), y esto me motivó la semana pasada a terminar de leer los archivos cbr de Watchmen que había descargado hacía meses. Al principio, la narración se me hizo pesada, pero según fui avanzando no pude parar, y reitero el hecho de que además de Rorschach, la mayoría de personajes y situaciones son muy interesantes. Si alguien desea descargar Watchmen: clic aquí, lo llevará al sitio indicado (cortesía del Capitán Pateabolas). Estoy de acuerdo con Moore, su obra debe de ser leída, incluso sugiero firmemente no leer reseñas ni resúmenes previo a la lectura de esta novela gráfica, me parece que es mejor apreciarla detenidamente y, luego, sacar conclusiones propias al respecto.

Recuerdo que mi maestra de literatura de la secundaria decía que los comics eran para niños... Ja-ja...







lunes, 3 de noviembre de 2008

capítulo vigesimonoveno: "el calavera debe morir..."


Y así es, el Calavera ha de morir. Lo he sentenciado a muerte.

No cabe duda que es difícil decirle adiós, pero ya no lo soporto más. No me queda más remedio que hacer lo mismo que con ciertas amistades que me han resultado nocivas, es necesario cortar por lo seco (literalmente).

Adiós, Calavera.

...


El Calavera nació según recuerdo en el año 1999, pero no estoy seguro acerca del mes de su llegada. Fue en ese año que me puse la primera borrachera, o más bien intento de borrachera, y desde entonces el Calavera me ha acompañado, siempre dentro de mí, siempre esperando el momento cuando lo deje salir, así como en el relato de Ray Bradbury, aquel en el que un hombre se queda sin esqueleto porque su osamenta decide salir a dar un paseo y la esposa encuentra al protagonista en el suelo convertido en una masa amorfa de piel apachurrada... ¡cómo divago, Dios mío!

Decía; el Calavera sale cuando yo bebo alcohol. No siempre puede hacerlo; mientras yo conduzco, él, simplemente, queda relegado al papel de copiloto. Pero en cuanto yo me desconecto, él toma el mando y es ahí cuando comienzan los problemas.

En este blog, junto a todos los personajes quienes lo cohabitamos, siendo todos parte de una misma persona, hemos de agregar al Calavera, pero sólo para mencionar su muerte. Curioso, él, quien es símbolo de muerte, ha de morir en días tan cercanos a otro aniversario de difuntos. No digo que sea casual porque no creo que lo sea.

El Calavera salió por última vez el domingo 26 de octubre del presente año, en la madrugada. Su punto climático fue a las 5 am (dicen que a esa hora aparecen algunos espantos), se puso necio, elevó el tono de voz, luego llegó el momento de la agresividad, los gritos, el escándalo, las amenazas, la actitud de "yo soy invencible", el daño a propiedad privada, el remordimiento, para culminar con el siempre bien ponderado "todos son una mierda, menos yo, y no necesito a nadie" (sí, claro que sí, cómo no, chon...).

Él y yo, esqueleto y fantasma, caminamos de El Muñecón en la zona 5 hasta el Cerrito del Carmen. Otra de esas caminatas memorables, tambaleándonos por la doce avenida, con la mirada vidriosa. Esto habrá sido como a las 6 am y momentos sucesivos.

Todavía tuvimos tiempo de ir a pedirle cuentas a otro borrachín de por acá (el mismo sujeto que aparece en el capítulo de "Y cuando llegamos..."). "¿Qué fue lo que me dijiste ayer?" "Nada, yo no te dije nada (pajas, me dijo que era una mierda por no darle un quetzal)." "Pues a mí me sonó a que me estabas maltratando." "Nel, cómo vas a creer, yo nunca." "Pues a mí no me gustan esas ondas, vos." "No, mis respetos, maestro, ya sabe." "Va pues."

Y después de dejar al charamilero ese bien ahuevado, descubrí que tenía razón Max Demian, no vale la pena tenerle miedo a ningún hombre, la mayoría de las veces son, parafraseando a Chaquespeare: mucho ruido y pocas nueces. Y eso aplíquese a mí mismo también, eh.

En todo caso, en el transcurso de la pasada semana, me he dado cuenta que este cuerpo no es suficientemente grande para mí y el Calavera. Claro que no lo voy a desterrar porque cualquiera necesita de su esqueleto (ya he citado el cuento de Bradbury, y definitivamente no me atrae la idea de convertirme en una masa gelatinosa), simplemente voy a convertir al Calavera en un sistema óseo normal, lo voy a matar de sed, lo voy a poner a dormir.

Oh, mi querido Calavera, eras un... montón de huesos, de una infinita gracia, cuántas veces anduve a cuestas sobre vos, pero ha llegado el momento de acallarte, de darte el último adiós.

¡Hasta nunca, Calavera!




Imagen: una reinterpretación de una imagen previa diseñada por Chomps: el Flammer. No tengo idea de dónde sacó la original, cualquier reclamo con él. En todo caso, hace tiempo que dije que quería usarla para algo, ha llegado el momento. No existen las coincidencias, ¿o a lo mejor sí? ¿quién sabe?