Estaba sentado en un café-bar tomándome un chocolate.
Entró un borracho. No le dirigí la mirada porque sabía que, si lo hacía, íbamos a iniciar una conversación y no me gusta hablar con ebrios.
El sujeto repetía con voz fuerte, “¿Le caigo bien? ¿Verdad que le caigo mal? ¿Le gusto?”. Y, finalmente, quizás la frase más significativa, “¿Hay alguien aquí que me quiera?”.
Como me encontraba solo, empecé un diálogo con mi mano derecha. El borracho se dio cuenta y exclamó: “¡Eso es hablar!”.
Sin verlo a los ojos, asentí.
“¿Te caigo mal?”, me preguntó.
Moviendo la cabeza hacia los lados (aún sin verlo), le respondí que no.
“¿Amigos?”, me interrogó.
“¿Por qué no?”, pensé yo. Y con un ambiguo movimiento encefálico le comuniqué lo que podría pasar por un sí. Pero no le hablé.
Repentinamente, pagó su cerveza y aparentemente se disponía a partir, cuando me dirigió la palabra y yo me sorprendí respondiéndole.
“¿Dos cervezas?”, me ofreció emocionado.
“No esta noche”, le respondí.
De esa manera surgió una charla más que menos superflua. Me pareció el sujeto extrañamente familiar.
Cuando me cansé del local, le dije, “Me voy, ¿te quedás?”. Uno de los clientes que estaba en la barra me pidió que me lo llevara.
“Esa es la peor forma de utilitarismo que haya escuchado en mi vida”, le respondí indignado, una cosa era lo que yo decidiera y otra muy diferente la imposición de la voluntad de otro sujeto.
Pagué, me dirigí a la puerta y le hice una seña al ebrio para que me siguiera pero, no se movió.
Lo miré fijamente y quedé estupefacto:
¡Era a mí mismo completamente borracho a quien veía! El otro era como yo pero fuera de mí, o yo como él pero aparte.
Como ya dije, no me agrada hablar con borrachos. Ni cuidarlos.
Ya he dicho alguna vez que ninguna persona tiene que cargar con mi estupidez.
Así que me despedí, “Entonces es adiós”. Algunas personas me vieron fijamente cuando dije esto. Y el borracho se quedó solo para arreglárselas con los "bohemios".
Entró un borracho. No le dirigí la mirada porque sabía que, si lo hacía, íbamos a iniciar una conversación y no me gusta hablar con ebrios.
El sujeto repetía con voz fuerte, “¿Le caigo bien? ¿Verdad que le caigo mal? ¿Le gusto?”. Y, finalmente, quizás la frase más significativa, “¿Hay alguien aquí que me quiera?”.
Como me encontraba solo, empecé un diálogo con mi mano derecha. El borracho se dio cuenta y exclamó: “¡Eso es hablar!”.
Sin verlo a los ojos, asentí.
“¿Te caigo mal?”, me preguntó.
Moviendo la cabeza hacia los lados (aún sin verlo), le respondí que no.
“¿Amigos?”, me interrogó.
“¿Por qué no?”, pensé yo. Y con un ambiguo movimiento encefálico le comuniqué lo que podría pasar por un sí. Pero no le hablé.
Repentinamente, pagó su cerveza y aparentemente se disponía a partir, cuando me dirigió la palabra y yo me sorprendí respondiéndole.
“¿Dos cervezas?”, me ofreció emocionado.
“No esta noche”, le respondí.
De esa manera surgió una charla más que menos superflua. Me pareció el sujeto extrañamente familiar.
Cuando me cansé del local, le dije, “Me voy, ¿te quedás?”. Uno de los clientes que estaba en la barra me pidió que me lo llevara.
“Esa es la peor forma de utilitarismo que haya escuchado en mi vida”, le respondí indignado, una cosa era lo que yo decidiera y otra muy diferente la imposición de la voluntad de otro sujeto.
Pagué, me dirigí a la puerta y le hice una seña al ebrio para que me siguiera pero, no se movió.
Lo miré fijamente y quedé estupefacto:
¡Era a mí mismo completamente borracho a quien veía! El otro era como yo pero fuera de mí, o yo como él pero aparte.
Como ya dije, no me agrada hablar con borrachos. Ni cuidarlos.
Ya he dicho alguna vez que ninguna persona tiene que cargar con mi estupidez.
Así que me despedí, “Entonces es adiós”. Algunas personas me vieron fijamente cuando dije esto. Y el borracho se quedó solo para arreglárselas con los "bohemios".
7 comentarios:
No sé si vas a editar el "respondeísmo" pero a la larga no importa tanto. Aún me confunde, es un texto que hay que releer y analizar. Por cierto, ¿llegó borracho el borracho?
Hola primo...
La verdad es que esto de las borracheras es todo un fenómeno por analizar. Algun@s dicen que cuando se está borracho, se es sincero.
Esto puede hacernos reconocer en nosotros mismos facetas de nuestra personalidad que de otra forma permanecerían semi ocultas.
Esta cuestión del diálogo interno -borracho o no borracho- siempre es saludable.
Un abrazo,
Eso de la sinceridad se basa en lo poca capacidad de análisis de lo que hacemos o decimos...
En fin, son alegres los borrachos cuando también estas borracho!!
Jaja!
Hay diferentes tipos de borrachos, este parecia buena onda. xD
Como decía no sé quién, "Es que a los Pellecer lo que nos jode es el guaro... Pero, qué alegres somos."
Qué alegres somos... cuando estamos borrachos.
Vos sos el borracho.
...
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