viernes, 28 de marzo de 2008

Cuento Original: La Calle


Estaba en el Teatro. Aún no se apagaban las luces. Es difícil decir si estaba solo o acompañado porque hay ocasiones en las cuales se está rodeado de gente y, no obstante, pareciera que cada persona es una pequeña isla. Por otra parte, a veces cuando todos los demás están ausentes, persiste su recuerdo en nuestra memoria.

Después de todo, sí se sentía solo. Y esto lo atormentaba. El tiempo corría y parecía que en esa locura lo único que podía salvarlo era alguien más, esa persona que había estado esperando, a quien tantas veces antes había confundido con otras. No era un tonto, no, ya había leído sobre lo que lo aquejaba. Ya hasta había concluido que eso de esperar era inútil.

¿Entonces qué? ¿Cuál sería la solución? Aún no lo sabía.

Lo que ya sabía era que amaba presenciar la función y en ocasiones participar. Algo, sin embargo, le hacía pensar que ésta era la última vez que veía el espectáculo y que pronto lo echarían a la calle…

Y no quería irse, todo lo que conocía, incluso la Soledad, el Dolor y la Tristeza, todo lo que le era familiar estaba ahí, en el Teatro. Era extraño, pues ni siquiera recordaba cuándo había ingresado y se le escapaban algunos otros detalles pero no quería irse a aquella calle desconocida.

Claro que, si no conocía el exterior y ni siquiera recordaba si alguna vez había estado allí, ¿cómo había llegado, entonces, al lugar donde se encontraba? ¿Acaso es posible que simplemente hubiera aparecido en el Teatro? Es más… ¿Nada existía salvo el Teatro?

Si es que ésta era su última función, si es que sería expulsado del Teatro esa jornada, ¿dejaría de existir él para el Teatro y el Teatro para él, o solamente uno de ellos dejaría de existir? Pero, más allá de eso, ¿cuál era la relación que existía entre él y eso(el Teatro), si nunca había estado en la calle? Entonces, ¿él había generado el Teatro o el Teatro a él? ¿Quién estaba soñando a quién? No lo sabía.

Se apagaron las luces.

Él comenzó a actuar. Le cantó al Teatro y a sí mismo y, sintió como nunca antes lo había hecho. Disfrutó mucho de la función. Se inclinó y se aplaudió. La cortina se cerró. Las luces se encendieron. Sabía que todo había terminado. Estaba satisfecho y asustado, inconforme incluso, para empezar no sabía en qué momento había comenzado todo y para qué, pero, al final, se alegraba de que así fuera. Sin que nadie se lo ordenara, se levantó de su asiento, caminó por el corredor y salió a la calle.

6 comentarios:

lusifergua dijo...

Teatro mágico: no apto para todos, sólo para locos...

10urd35 dijo...

Sería como el cierre de otro capítulo... como el de...
UN CUMPLEAÑERO??!!!
FELIZ CUMPLEAÑOS!!! (Por atrasado claro, pero es que no me avisaste)

Oswaldo J. Hernández dijo...

Bueno, he comentado tus cuentos en correo. Ya no tengo que comentar. Aunque, leyendo los comentarios, creo que todos esperamos alguna vez el relato epitemológico de Petoulqui. Es lo que esperamos.
Saludos.

Anónimo dijo...

Me parece interesante la analogía entre tu "teatro" y la realidad.
Las dinámicas sociales hacen parecer que todo está planificado: la vida, la rutina, las relaciones interpersonales...
Aún así, entre conflictos existenciales y seguir la corriente, tenemos márgenes de acción.

Unknown dijo...

vos sos el del teatro y vos sos el teatro, solo me queda una duda quien es la calle?

Anónimo dijo...

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