martes, 2 de septiembre de 2008

capítulo vigesimocuarto: el cafetín chino, el reggaeman y el rugido de un león



Petoulqui salió del cafetín chino tambaleándose un poquito. Pero sólo un poquito.

Había bebido tan poco, pero ya sabemos cómo es él. Abrió su paraguas.

"Qué rockola más discriminadora." Pensó el Peto. "Mirá que no reproducir la guarimba que yo quería escuchar. Y seguramente que nadie me va a creer que le metí dos quetzales...".

Ya había tenido que soportar el pedo del borrachín ese que se creía gracioso (el pedo gaseoso porque aparte estaba el pedo que se había puesto el otro con whisky y mineral...). Pero, bueno, el Peto no es tan delicadito, después de todo. Es delicadito, pero tanto tampoco.

En todo caso, había sido una tarde entretenida platicando de tantas cosas, tomándose dos litros de cerveza, comiéndose ese chao mein lleno de pellejos de pollo, aprovechando los wan tan's (boquitas) gratuitos, tomándose esa sopa min cortesía de la casa (que a fin de cuentas, era la primera que tomaba en su vida, sopa min pues) (De hecho, el Peto estaba comenzando a sentirse identificado con El Chino)

Había esperado a que bajara la lluvia un poco (más bien, que amainara), casi se había resbalado cerca de la mesa de unos (más) borrachos que él (y les había dicho bromeando, "es mi imitación del 'moonwalk' de Michael Jackson", con sus consiguientes risas), y había salido a la calle, a la zona 1.

Estaba en la séptima calle. Por razones inexplicables (eso es, que no quiero explicar) se dirigió a la sexta avenida y novena calle, y bajando la última se encontró con un tipo que le ofreció música, discos de reggae a Q.30 (no lo hemos dicho pero el Peto ya le había dicho a un malviviente, "creés que si tuviera un quetzal estaría caminando"). Pero si bien Peto no tenía plata si tenía ganas de platicar, e investigando averiguó que el tipo era de Jamaica y que le gustaba la tal Guatemala (y como lo había sospechado el Peto, el jamaiquino antes de venir a Guatemala no tenía ni idea de dónde estaba este paisito).

Y con el jamaiquino (¿o será jamaiqueño? parece que también puede ser jamaicano) habló un buen rato acerca de lugares como (en orden) Port Royal, Port Antonio, Negril, Montego Bay y Ocho Rios. Y resultó que el nuevo conocido era un rastafari y músico de reggae (los discos eran de su autoría). El reggaeman se sorprendió de que Peto no conociera Flores, Petén. Y aún más, el Peto se sorprendió porque el reggaeman no conociera Livingston o la cultura garífuna. Peto le dijo que, aún cuando reconocía que podía ser únicamente su visión personal, para él Livingston era muy parecido a Jamaica. El reggaeman, ahora intrigado, afirmó que ahora haría lo posible por conocer el mentado pueblo.

Ahora bien, el Peto no está muy seguro si lo que él pensó es que podría ayudar en algo al reggaeman con algo de plata o qué, ya que no le alcanzaba para comprarle un disco (cuyo contenido le producía gran curiosidad). Sea como fuere, el Peto se sacó lo que llevaba, que creía eran Q.5 (o sea, retrato de tirano regala-regiones y detonante de segregacionismos sociales extremos), pero en realidad eran Q.10 (retrato de socio moderado del tirano, no tan malo, tampoco tanto), y se los dio, contento (contento por el contento de alguien más a quien él creía haber hecho contento).

Se despidieron con un saludo, el cual Peto recuerda traducido al español como "El rugido de un león". En todo caso, había sido bueno conocer al reggaeman, y según éste no había sido malo conocer al Peto.

Peto se fue caminando, como dije, contento. Y el reggaeman se subió a su vehículo automotor.


4 comentarios:

Luis dijo...

Jaja. tengo que reconocer que me dio risa.

Yo te creo capaz de meter más de
Q 2.00, jaja.

Pensá que con el billete ese que no usaste para tomar camio el ni siquiera pudo ponerle un galón de gasolina a su todo terreno.

Petoulqui dijo...

Luis:

Se agradece tu confianza en mi perseverancia (ya algún día voy a escribir sobre esto último).

Es cierto, el reggaeman y yo quedamos en un estado de equivalencia económica.

Saludos,

Julio P.

Luis dijo...

En equivalencia económica no creo.

Lo más adecuado seria que vos le pidieras al reggaeman o que por lo menos trataras de venderle un CD de marimba, jaja.

Petoulqui dijo...

Tenés razón, Luis.

Eso sí sería equivalencia.