domingo, 28 de septiembre de 2008
capítulo cero: el poser
jueves, 25 de septiembre de 2008
Paréntesis: No hay ladrón que por bien no venga
El elenco está conformado (en orden de aparición) por: Alexis Batres (Ladrón 1), Claudia Pivaral (Mujer del Ladrón 1), Margarita Paiz (Mujer), Jorge Fajardo (Hombre), Leticia Calderón (Ana), Marco Tulio Cruz (Antonio) y Cirilo Hernández (Ladrón 2). En la mayoría de aspectos técnicos se acredita una colaboración entre director y elenco, sin embargo en la elaboración escenográfica aparece el nombre de Marilin Boror (junto con el grupo) y la musicalización y sonido corre a cargo de Carlos Camey.
martes, 23 de septiembre de 2008
capítulo vigesimoquinto: el regreso de trucutú (y ahora con una historia de espantos)
lunes, 22 de septiembre de 2008
Paréntesis: Los funerales de las flores
sábado, 20 de septiembre de 2008
Paréntesis: Para Anito o "Anonimo (sic) strikes back"
Peto=Pedo. salidos por el culo los dos. que blog más hueva."
1. Qué blog más fome. En chileno, es que hoy ando nostálgico.
2. Qué blog más mamón. Para recordar a los Hombres G.
3. Qué blog más depre. Así nos sentimos un poco emo (y ridículos, citando a un amigo).
4. Qué blog más ridículo. Ya estamos en la época de lo absurdo.
5. Qué blog más repetitivo. Por tanto qué blog...
6. Y por último, pero no menos original y sobresaliente: Qué blog más hueva. Ah, no me di cuenta, era el tuyo, entonces no es original. Reconozco (mi fuente), tomado del ano.
Y, tercero (era el cuarto, pero valga, ya dije que ando desveladito...), en la línea de agradecimientos. Gracias, muchas gracias por pasar y darme un motivo para escribir. A veces no sé sobre qué hacerlo. Aún cuando no lo creás, Anito (¿te puedo llamar así por acá?), siempre había soñado, anhelado, deseado una visita tuya por acá. Te lo dije allá donde Lusifergua, hace unos meses. Lo máximo tenerte por acá (vaya con el acaísmo). Es maravilloso cómo (había escrito 'como' en el original, pero reconozco que no se entendía) la falta total de creatividad y responsabilidad redunda en la fecundidad de unas letras completamente intrascendentes (las mías).
Bueno, pero por más fecundo e intrascendente que ande, ya se me acabaron las letras (o más bien, ahí la quiero dejar).
No me queda más que suscribirme,
Atentamente,
Besitos,
Pedo, digo Peto.
Pd(o). ¿Será que me llamó Pedo por bolo, drogo...? ah, por maloliente y silencioso (porque ruidoso e inodoro no soy)... mea culpa, entonces."
Ahora me pregunto si, quizás, le haya molestado mi Paréntesis sobre lo anónimo. Qué pena...
Pdd(o). Sí, Lusi, ya sé, qué calor, aaaggghhh... Y, claro, Luis, "no puedo mentir" como dijera Washington, según mi investigación en la Inciclopedia, puedo declarar sin temor a equivocarme que Las Aventuras de Petoulqui es, orgullosamente, el blog más fome de la red... pero, se aceptan contendientes.
Imagen: http://www.vicsage.com/misc/ (hasta una imagen chilera le puse)
viernes, 19 de septiembre de 2008
capítulo cero: la condición petoulquiana
"Y si escribo a lo mejor piensan que estoy vivo... a lo mejor y creo que estoy vivo...
Porque ya no estoy tan seguro...
Pero, a estas alturas, comenzar a filosofar acerca de qué es la vida, acerca de qué es vivir... sería demasiado, ¿o no?
A lo mejor, a lo mejor sería demasiado... o tan poco... pero, insisto, citando al duende: 'tanto tan poco, tampoco tanto'...
Sé que no estoy muerto...
(¿realmente lo sé...?)
Bueno, no lo sé...
¿O será éste un estado intermedio? Mi propio limbo personal (valgan todos los pleonasmos posesivos)...
El Cero, el número que es y no es...
Mi vida, mi muerte, mi ser: mi capítulo cero..."
sábado, 13 de septiembre de 2008
Paréntesis: El Civismo
He retrasado esta entrada desde que comencé con este blog.
A principios de este año (2008), leí dos libros que me gustaron mucho, el primero de ellos fue "La Tía Tula", el segundo "Cómo se hace una novela"; los dos son obra de Don Miguel De Unamuno y Jugo, pero el último fue el que más me impresionó. Además, por su causa reflexioné acerca de un tema que para mí es delicado, y el cual había preferido mantener al margen: La Política.
Según lo que leí en "Cómo se hace una novela", Don Miguel me hizo entender su punto de vista, el cual desde entonces he decidido compartir, acerca de que el ser humano, así como lo planteara el, digamos, "buen" Aristóteles, es en definitiva un animal político, un zoon politikón. Y Don Miguel continúa con algo que me parece que es lo realmente importante, él escribía si mal no recuerdo que no es que haya "poesía política", es decir eso del panfleto que tan poco me gusta o interesa. No. Don Miguel decía, parafraseándole, "la poesía es política". Y así con todo lo que hacemos como entes sociales.
Continuaba su discurso, muy emotivo pero nunca menos inteligente, recordándonos que la actividad política del ser humano, además, consistía en ser un buen ciudadano, ¿y cómo se le llama a esto de ser un buen ciudadano? pues Civismo, claro es.
En estas fechas, cuando celebramos el civismo realizando actos cívicos en los establecimientos educativos, no está de más recordar, con toda la simbología que empleamos, en efecto, los símbolos patrios, que éstos son importantes en cuanto nos ayuden a forjar este civismo (esta sana convivencia). Por ello, no los descalifico, puesto que tienen su propósito, su razón de ser. Pero tampoco los sobreestimo (como nos decían en la clase de Religión cuando yo era niño, que a los santos, a las imágenes en las iglesias católicas querían decir, se les respeta pero no se les venera).
No me parecen inteligentes todas las descalificaciones a los símbolos patrios, la actitud de irreverencia que es ahora tan común, ni la tendencia iconoclasta que pretendería destruir todas las representaciones de tipo patriótico y dejarnos sin ningún punto de referencia. Las considero, además, una falta de respeto.
No es que yo esté complacido con cierta simbología, la cual evidentemente procede de la Revolución Liberal de finales del siglo XIX. Ni que crea que el proceso independentista tenía fines realmente libertarios. Tampoco es que piense que la letra del Himno Nacional responde a los intereses de todos los guatemaltecos; es más, me parece que refleja, precisamente, los sentimientos de un hombre cubano que veía a su patria aún bajo el dominio español. (Acerca de la música de nuestro himno, no tengo ninguna reserva, y la defiendo a capa y espada, eso sí)
Pero, como le digo a mis alumnos, estos son los símbolos que tenemos, y mientras no tengamos otros hemos de respetarlos. Los símbolos patrios cumplen una función integrándonos, identificándonos. Nos cubren, a todos los pueblos guatemaltecos, como una misma chamarra. Además, algunos como el quetzal y la marimba son hermosos y de un profundo significado.
En cuanto al respeto, yo sostengo que es un valor integral, no podemos hablar de respeto si no respetamos. En caso contrario, ¿de qué respeto es que hablamos? ¿Ese que exige consideración para sí pero que pisotea los derechos de los demás, incluso por una supuesta causa justa?
sábado, 6 de septiembre de 2008
Cuento Original: Jazzman
Decían que tocaba mejor que cualquiera que lo hubiera hecho antes… que era el mejor hasta entonces… que no podía ser humano.
Lo habían colocado en una posición de superhombre, de semidiós, de héroe de leyenda. Todas las noches iban hordas de fanáticos a escucharlo. Decían que era lo más emotivo, lo más profundo.
Él y su trompeta eran uno.
Tocaban de todo. Desde “When the saints…” hasta “Manteca” y “Groovin’ high”. Ellos eran el jazz… no hacían jazz, no; ellos eran el jazz mismo, y el jazz era ellos. Nadie se atrevía a contradecir esta afirmación. Bueno, casi nadie…
…
Toda la vida se la había pasado admirando a estos jazzmen.
Desde que había escuchado a Miles Davis no había podido sacarse de la mente el sonido de esa trompeta, y todo lo que escondía: los “blues”, el “swing”, la esencia misma de la música.
Y desde entonces había soñado únicamente con tocar así, con vaciar todo su contenido de esta manera.
¿Que qué iba a ser de él si se vaciaba por completo?
Pues en principio, no quedaría vacío su ser. En todo caso, quedaría vacío su cuerpo, como el de Bird, que se había ido volando como un ave, como el pájaro cantor que era. Esa clase de ornitomúsico no podía ser enjaulado, y él tampoco.
Así como unos niños sueñan con ser deportistas estrellas, médicos, actores o cantantes famosos, él soñaba con ser un jazzman.
Ya lo dije, pero lo aclaro por si las dudas, a él no le interesaba la fama, sino sacar lo que tenía dentro. Eso que es desconocido, pero no por ello inexistente. Quería liberarse por completo de las ataduras físicas.
“El sentimiento es lo más importante.”
Ese era su argumento más insistente en cuanto a la música. No importaba el virtuosismo desplegado por otros jazzmen en una ejecución aparentemente impecable, la mayoría de las veces él parecía no inmutarse; era como cuando en las proyecciones de películas cómicas no se reía porque sentía que el humor era muy vulgar, muy poco ingenioso, descerebrado por decir algo. Pero más que todo, lo sentía sin alma, sin contenido.
Por eso no se reía.
Y luego, por eso no podía sentir ante la carencia de algo sensible.
…
(El Crítico)
Pero, basta, a fin de cuentas esta es una reseña de jazz, a eso nos dedicamos.
Ahora, mis palabras vuelven contra mí. Yo lo dije: ellos no hacían jazz, ellos eran el jazz mismo. Quizás sea cierto, al menos en este caso, quizás sea imposible separar al artista de la obra.
Recuerdo la primera vez que los escuché, bueno que lo escuché a él con su grupo de turno: fue una noche en la cual no pude resistir a la tentación de comprobar los rumores de la masa; a fin de cuentas, nunca he sido afín con esos juicios colectivos sobre lo que sea, no me parece que reflejen ninguna clase de criterio maduro, más bien me parecen pan y circo, fuegos artificiales, etc. Pero hay que reconocer, así como generalmente la masa se equivoca, también hay excepciones a la regla.
Entré y lo vi… y lo oí. He allí esos fuegos artificiales de la sinestesia más perturbadores que jamás hubieran percibido mis vulgares oídos de crítico, he ahí ese circo romano con sus leones psicodélicos, rugiendo como en “El Carnaval de los Animales” a través de la música, he ahí esos gladiadores acústicos acosándome, amenazando con despedazarme, y yo, pobre diablo, presto a todo aquello porque había perdido todo dominio de mí mismo, toda voluntad. De repente, cual la masa, había caído hipnotizado, aletargado, en un sopor que es por su propia naturaleza inefable.
Todas mis memorias, las que pudieran ser una referencia al caso, acudieron. Me sentí ante Dizzy, Bird, El Gremlin, Monk, Coltrane, Sachtmo, Liszt, Paganini…
Qué decir, alrededor del Mundo y en distintas épocas, cuántos habrán sentido algo similar. Y allí estaba, ahora era mi turno.
Repentinamente surgió en mi mente como habrá surgido en la de aquellos que escucharon estupefactos al violinista de Génova:
“Este ser que está frente a mí… esta criatura, este genio… este jazzman no es humano…”
Hay momentos de verdadero terror en la vida de una persona, éste que he narrado fue uno de los míos.
Ahora bien, era un terror más bien embriagante, de esos como si uno fuera cayendo de una altura considerable y la perspectiva del golpe fuera más una esperanza que un temor. Pero, siempre queda el factor desconocido, y esto desconocido a algunos, por más que sea delicioso, no nos termina de convencer. Así me sentía.
Pero, ¿ya qué?
En todo caso, el único detalle fuera de lugar aquí es narrar todo esto en una columna sobre jazz, y creo que la moraleja es que uno puede creer toda su vida que está en esto o aquello, pero al final de cuentas, quizás no…
Y así creo que me ha pasado a mí.
Porque lo que yo creía que era jazz (y lo era, al final lo era), resultó ser más que eso (eso sí, más que jazz, “Jazz y algo más”[1]. Porque el jazz es importante y no se le puede dejar de lado, ni siquiera en estas metafísicas meditaciones…).
Pues bien, cómo pasa un tipo normal (tómenlo como quieran), un crítico respetable (aún cuando no muy respetado), un aficionado a la música, estudioso de ella; cómo pasa un tipo como yo, cómo paso yo de donde estuve a donde estoy, o a lo que soy ahora, eso ya está resuelto. Y si no lo ha entendido creo que no ha puesto atención o esto del jazz realmente no es lo suyo.
Pero, eso nos deja en ahora, en como estoy, en qué estoy.
Estoy… bueno, era más fácil contar cómo llegué que el qué.
Déjenme plantearlo así:
(La Epifanía)
“Decían… que no podía ser humano.”
Me parece que ciertamente este sujeto, este jazzman no era humano. Lo había sido, digamos que lo fue, que comenzó su vida y por qué no, su carrera, siendo humano. Un tipo normal (nuevamente, tómelo como quiera), que se despierta a las 6, va al baño (no me pregunte para qué si Vd. ya sabe…), desayuna rápidamente, se toma un café y sale corriendo a tomar el colectivo de su preferencia (a fin de cuentas hay tantos), se la pasa el día trabajando y regresa por la noche buscando en qué entretenerse hasta que siente sueño (porque el sueño también se siente, eh).
Y así, per secula seculorum…
Pero, así y todo no es feliz (bueno, ¿quién es feliz?, pero esto tiene algo que ver con la felicidad, sígame en esto…)… qué hace entonces, compra objetos, o personas, experiencias, o aún más, las vende… qué hace…
Es esto la vida, ¿para esto tanto esfuerzo?
Ah, pero, algunos creemos que hay algo más. Estamos los más escépticos y quienes nos sentamos cómodamente en nuestro sillón o en nuestra mesa a tomarnos una cerveza, un vino, nos fumamos un cigarrillo, y ¿qué hacemos?
¡Escuchamos!
Ahora, cualquiera se sube a un escenario y lo hace regular (claro, hay quien lo hace muy mal, y lo digo porque sé, soy un crítico…), hay quien lo hace bien, muy bien y así… pero, están estos otros sujetos, aquellos a quienes ni yo ni todas las legiones de críticos podríamos encontrarles una mancha; no es sólo que sean muy buenos, es que, no son de nuestra liga, o nosotros de la suya, y entonces sucede…
Esto lo escribe un crítico, pero sé que le puede pasar a cualquiera (no sólo porque soy un cualquiera; pero nunca corriente, eh).
¿Por qué digo que le puede pasar a cualquiera? Pues porque esto es nuestro patrimonio, y ahora olvídese de su apellido, de sus propiedades (si es que tiene), y simplemente escuche.
Se pregunta en qué estoy o en dónde. Si es lo último, pues aquí mismo frente al computador, no es mi cuerpo el de la epifanía, soy yo.
Si bien el jazzman tiene el poder de invocar eso desconocido con su trompeta, yo tengo el poder de apreciarlo: es sólo un momento, es sólo un Standard, es sólo eso…
… y no otra cosa…
[1] Como el título de la película del director afro americano Spike Lee, “More Better Blues”.
Imagen: http://www.apoloybaco.com/imagenes/Jazz/charlieparker.jpg