domingo, 28 de septiembre de 2008

capítulo cero: el poser






A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro -Chesterton



Inspirado por un post leído en Buscando a Syd de Maurice Echeverría, Peto (o Julio) aprendió, via una breve y concisa explicación de Wikipedia, qué es un aforismo. Y entre los ejemplos encontró uno de un tal Chesterton, el cual se encuentra al principio de este capítulo cero.



Y movió a la reflexión, en efecto.

¿Qué onda con la foto de perfil del tal Petoulqui? ¿Qué finge? ¿Es realmente así el tal Petoulqui o esa imagen es solamente una pose?

La respuestas, en orden respectivo, serían: 1) La imagen fue tomada y sugerida por Lusifergua; 2) la verdad no, Petoulqui no finge nada (tampoco Julio), simplemente que la toma fue infraganti, y el fotografiado hacía una de sus muecas habituales (tan naturalmente histriónicas como el hecho, también natural, de que Peto nunca ha sabido actuar); y 3) la última ya está respondida, pero en caso de que alguien no haya entendido (tengo algunos antecedentes acerca de ciertos capítulos ceros incomprendidos), Peto es naturalmente posero, o podríamos decir que posa de manera natural. Su afectación es natural en él y su naturaleza es afectada.

Pero, sí es importante aclarar que ni Peto ni Julio son realmente aficionados a fumar narguilé. Y, claro que les gusta beber cerveza, es su "...nena rubia, qué bellos recuerdos, aquel primer beso, aquel primer beso...", pero me reservo la marca (dejémoslo en que somos nacionalistas. Escribo "somos" porque entre Peto, Julio y un servidor, quien ahora funge como narrador, somos tres. ¡Esto sí que va a confundir a mis lectores menos comprensivos...!). Los lentes no son pose, son de prescripción médica, aún cuando debemos reconocer que siempre quisimos usarlos. Es interesante como uno, de niño, (uno soy yo, nosotros, ya saben...) tiende a admirar a estos personajes absurdos y farsantes, en mi caso al tal Superman, y termina por oposición convirtiéndose en una especie de Clark Kent (y a mucha honra), aún cuando mi apodo en cierta institución educativa, en la cual impartía clases, era, paradójica y satíricamente, "el supermán", pero de qué me quejo si a un tal Lusifergua, en la U, los patojos que lustraban zapatos, le llamaban "¡Jessuús!", y todo por usar pelo largo y barba.

Ahora bien, si Vd. quiere identificar fácilmente al tal Petoulqui, fijese en su chumpita verde olivo, último vestigio de una pseudo-ideología y de cierta decepción que parece no abandonarlo. Esa chumpita verde es, en definitiva, el símbolo de la más grande contradicción petoulquiana, no es la única, sino que es la raíz (cuándo no, generalizando...).

Se está alargando esto, pero:

"..., bien por debajo o por encima de todo eso no había querido fingir como los bohemios al uso que ese caos de bolsillo era un orden superior del espíritu o cualquier otra etiqueta igualmente podrida, y tampoco había querido aceptar que bastaba un mínimo de decencia ( ¡ decencia, joven ! ) para salir de tanto algodón manchado."Julio Cortázar. Rayuela, Capítulo 2.

Tomemos, como ejemplo, la anterior cita. Cierto, el Petoulqui es un posero natural, pero en serio, no es que se crea que su payasada es algo muy original ni nada por el estilo, y de hecho, su apariencia es así, si no accidentalmente, digamos que por efecto de la inercia de ser él mismo. Y en este punto, el aforismo (bonita palabrita, gracias Mau) de Chesterton encuentra su validez en el post que nos ocupa: el disfraz petoulquiano, en realidad es la revelación del caos interior de un servidor; no es para nada una afectación planeada. Ahora sí que, citando al Joker: "Do I really look like a guy with a plan?"

Y así, comencé como un niño que usaba una capa roja y decía, "¿por qué no volo (sic)?". Cuando tenía 20 era uno de esos fanáticos del Che (a quien ahora conozco como Ernesto Guevara de la Cerna), pero eso sí nunca tuve una playerita (puesto que nunca me ha gustado cargar encima con la cara de alguien más). Y terminé siendo uno de los admiradores de Atticus Finch (ya hablaremos acerca de esto...), escribiendo un post incomprensible-egocéntrico-narcisista-pseudoreivindicativo-y-qué-sé-yo-qué-otra-cosa-más, mientras escucho el Purgatorio de la Sinfonía Dante de Franz Liszt (por supuesto, descargado de Elcuervolopez).





Imágenes: Las primeras dos imágenes proporcionadas por Lusifergua.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Paréntesis: No hay ladrón que por bien no venga


El miércoles 17 de septiembre, en la noche, tuve la oportunidad de asistir a la representación de la obra teatral de Darío Fo, "No hay ladrón que por bien no venga", por el grupo de artes escénicas Humanidades, USAC, "Cuernoempanza", bajo la dirección de Jorge García "Chanfalla"; la cual se llevó a cabo en el Auditorium del Edificio S-4, sede de la Facultad de Humanidades, de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

El elenco está conformado (en orden de aparición) por: Alexis Batres (Ladrón 1), Claudia Pivaral (Mujer del Ladrón 1), Margarita Paiz (Mujer), Jorge Fajardo (Hombre), Leticia Calderón (Ana), Marco Tulio Cruz (Antonio) y Cirilo Hernández (Ladrón 2). En la mayoría de aspectos técnicos se acredita una colaboración entre director y elenco, sin embargo en la elaboración escenográfica aparece el nombre de Marilin Boror (junto con el grupo) y la musicalización y sonido corre a cargo de Carlos Camey.

Quedé más que positivamente impresionado con el trabajo de todos los integrantes de la mencionada agrupación dramática, tanto quienes aparecieron en escena como aquellos que estaban tras bambalinas. La producción, muy bien realizada, tiene varios caracteres de originalidad y demuestra gran iniciativa personal por parte de los actores y una excelente orientación por parte del director.

Ampliando el tema de la producción, tanto la escenografía como la utilería eran sencillas, pero efectivas, puesto que eran complementadas por las actuaciones, entre las cuales me llamó mucho la atención aquella de Alexis Batres, quien interpretaba al Ladrón 1, su dinamismo en escena era realmente envolvente. Todas las demás actuaciones me gustaron, fueron bastante expresivas. Según pude apreciar, los actores han logrado compenetrarse con sus personajes.

Me dio bastante gusto ver en escena a alguien a quien le tengo un especial afecto: Piva. Quien representó el papel de La Mujer del ladrón 1 (transcrito exactamente como aparece en el programa de mano). Su personaje tenía un movimiento especial en el escenario (y fuera de él).

Aún cuando no soy afín a las comedias (será por mi temperamento), ésta me gustó bastante.

Después de ver el trabajo de los miembros de Cuernoempanza no me queda más que reconocer su talento y esfuerzo, felicitarlos e instarlos a continuar asombrándonos.

Con toda seguridad le seguiré la pista a las próximas puestas en escena de los Cuernenses.


Imagen: proporcionada por Piva.

martes, 23 de septiembre de 2008

capítulo vigesimoquinto: el regreso de trucutú (y ahora con una historia de espantos)


Eran las dos de la madrugada y Petoulqui conciliaba el sueño...

(Pero qué mentira)

En realidad, Peto estaba despierto; pero no tan lúcido. Escuchó cómo, en la calle, el motor de un vehículo era encendido. Por el estertor tan intenso y desconsiderado, supo de inmediato que no se trataba de cualquier vehículo: era el autobús de su vecino, de Trucutú. Finalmente escuchó a la terrorífica máquina alejarse y ya no pensó más en eso.

Sin embargo, al día siguiente, cuando su madre le comentó que había escuchado a la camioneta marcharse a las 2 am, le preguntó si él también la había escuchado y Peto respondió que sí. Fue cuando él se dio cuenta de algo importante, porque su madre le preguntó, con intención, si se le ocurría alguna idea acerca de la causa de tan repentina partida de la unidad de transporte urbano. Al principio, Peto no supo qué responder, pero poco a poco la idea se fue haciendo más y más clara en su mente.

Peto siempre se había preguntado por qué Trucutú sólo aparecía por el barrio cada cierto tiempo. La prueba de la existencia de su bestial vecino no era la poesía, como hubiera señalado "tan ingeniosamente" Luis Cardoza y Aragón, sino la camioneta que estacionaba frente a su casa de manera limítrofe (tómenlo como quieran) con la Petocueva (¿o deberíamos llamarle el Cubil Petino?).

¿Qué hace un camionetero cuando deja el colectivo (o sea, el bus, la camioneta... la burra, pues) estacionada días y días? ¿De qué vive? Y más importante, tomando en cuenta sus largas desapariciones (muy agradecidas desapariciones, felices desapariciones), ¿dónde carajo vive cuando no está en la vecindad? Debe de manejar una mecánica similar a la de por acá, sólo que por allá, y el Antipetoulqui del otro lado debe de estar preguntándose lo mismo...

Pero, volviendo a lo de ¿cuál era la finalidad de sacar la camioneta a las 2 am? definitivamente se puede descartar el conseguir pasaje porque quién podría querer abordar una ruta a esa hora...

a menos que...

"Eso es", pensó Peto.

Recordó que hacía años, décadas realmente, no se había escuchado hablar acerca de ese carruaje que conducía a los espantos por la ciudad de Guatemala. Seguramente, el equivalente idóneo para el mencionado carruaje sería un taxi, pero con lo que cobran actualmente los taxis debido "al alto los precios de los combustibles", la opción más viable para un espanto que quisiera recorrer la ciudad de extremo a extremo sería abordar una camioneta de línea. Pero, a la medianoche no había camionetas de línea. Excepto la de Trucutú, quien seguramente les cobraría horrorosos precios a los espantos (pero nunca tan horrorosos como los de un taxista, pero esa es otra historia...), precios que le pararían el pelo a cualquiera.

Y así, Peto se imaginó a Trucutú manejando brutalmente su camioneta cargada de espantos que ya no espantan.

"A éstas alturas", pensó Peto, "lo más abominable no son los pobres espantos sino la manera como conduce el troglodita ese."


lunes, 22 de septiembre de 2008

Paréntesis: Los funerales de las flores


A los cadáveres, enterrados en los túmulos y mausoleos de los cementerios, se les lleva flores para alegrarles su no existencia.

Pero las flores son cadáveres también; bellos cadáveres.

Entonces, se honra a los cadáveres con cadáveres.

Ninguna persona siente aversión si recibe una flor (supongo), pero lo más seguro es que se asquee si se le obsequia con un cadáver humano por bello que sea (una vez más, es solamente una presunción).

¿Y qué hay de las flores cuando se marchitan y pierden su belleza?

Es necesario tirarlas lejos.

¿Por qué no hacerles un funeral? ¿Acaso no son cadáveres dignos también de pompas fúnebres?

Podemos envolverlas en papel periódico (o celofán si son caqueras) , como su mortaja, y enterrarlas. Incluso alguien para alegrar a esa flor no viva podría obsequiarla con un cadáver humano que seguramente expelerá una fragancia también.

No nos preocupemos por eso, en fin; no creo que la flor muerta salga a aspirar el aroma.

(Originalmente publicado en Necrópolis Andante, edición única. Creo que en abril de 2003, mes probable, año seguro. Y en esta reedición realicé sus necesarias correciones estilísticas, y agregué los paréntesis aclaratorios)

Imagen: proporcionada por mi buena amiga Carolina J.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Paréntesis: Para Anito o "Anonimo (sic) strikes back"


Lo he esperado por tanto tiempo que creí que nunca iba a llegar. Hasta pensé que no me quería porque nunca me visitaba, pero hoy vino cargado de creatividad e interés por mí y no pudo sino demostrarlo como (eso) sabe. Vino con su máscara de bandido, con su bolsa de papel en la cabeza, es que como dijo un colega blogger, debe de tener vergüenza de sí mismo, o como escribí alguna vez, será porque es un descarado, un picarón quizás (para recordar esas boquitas tan picantes y sabrosonas). Por sus molestias en escribirme, he decidido citarlo y responderle públicamente.

"Anónimo dijo...

Peto=Pedo. salidos por el culo los dos. que blog más hueva."

"Petoulqui dijo...

Estimado Ano:
Pues, qué puedo decir. Primero, gracias por darme una nueva acepción: Pedoulqui. Con ésta ya van 12 deletreos incorrectos de mi nombre. Uno más siempre ayuda. Y no te preocupés, te voy a citar, siempre reconozco mis fuentes.

Segundo, de veras que ando desveladito porque lo que leí de tu comentario fue: "Peto = Pedo. Salimos por el culo los dos. que blog más hueva." Por un momento pensé que eras mi hermanito perdido (o será "pedido", digo, por lo de pedo). Luego, me di cuenta de mi error. Sin embargo, por más que le busco sentido a tu frase final, no lo encuentro, a ver, ¿cómo es la cosa? 'que blog más hueva.' ¿Será como: (que) dos más dos...? Bueno, eso supongo. O será que querías escribir: Qué blog más hueva, pero querías decir Qué hueva de blog. Y si así era, será que este blog te causa hueva, ¿será que como dicen los chilenos sos un ahuevonado? qué hueveo (mirá, así se usan las tildes para exclamar en un enunciado, pero mejor no sigo con mi faceta tipo docente porque te va a dar hueva... ¡qué soy huevón! digo, ahuevonado).

Tercero, busquemos otros calificativos para este blog:

1. Qué blog más fome. En chileno, es que hoy ando nostálgico.

2. Qué blog más mamón. Para recordar a los Hombres G.

3. Qué blog más depre. Así nos sentimos un poco emo (y ridículos, citando a un amigo).

4. Qué blog más ridículo. Ya estamos en la época de lo absurdo.

5. Qué blog más repetitivo. Por tanto qué blog...

6. Y por último, pero no menos original y sobresaliente: Qué blog más hueva. Ah, no me di cuenta, era el tuyo, entonces no es original. Reconozco (mi fuente), tomado del ano.

Y, tercero (era el cuarto, pero valga, ya dije que ando desveladito...), en la línea de agradecimientos. Gracias, muchas gracias por pasar y darme un motivo para escribir. A veces no sé sobre qué hacerlo. Aún cuando no lo creás, Anito (¿te puedo llamar así por acá?), siempre había soñado, anhelado, deseado una visita tuya por acá. Te lo dije allá donde Lusifergua, hace unos meses. Lo máximo tenerte por acá (vaya con el acaísmo). Es maravilloso cómo (había escrito 'como' en el original, pero reconozco que no se entendía) la falta total de creatividad y responsabilidad redunda en la fecundidad de unas letras completamente intrascendentes (las mías).

Bueno, pero por más fecundo e intrascendente que ande, ya se me acabaron las letras (o más bien, ahí la quiero dejar).

No me queda más que suscribirme,

Atentamente,

Besitos,

Pedo, digo Peto.

Pd(o). ¿Será que me llamó Pedo por bolo, drogo...? ah, por maloliente y silencioso (porque ruidoso e inodoro no soy)... mea culpa, entonces."

Ahora me pregunto si, quizás, le haya molestado mi Paréntesis sobre lo anónimo. Qué pena...

Pdd(o). Sí, Lusi, ya sé, qué calor, aaaggghhh... Y, claro, Luis, "no puedo mentir" como dijera Washington, según mi investigación en la Inciclopedia, puedo declarar sin temor a equivocarme que Las Aventuras de Petoulqui es, orgullosamente, el blog más fome de la red... pero, se aceptan contendientes.

Imagen: http://www.vicsage.com/misc/ (hasta una imagen chilera le puse)

viernes, 19 de septiembre de 2008

capítulo cero: la condición petoulquiana

Dedicado al Ciudadano Cero
...

"Y si escribo a lo mejor piensan que estoy vivo... a lo mejor y creo que estoy vivo...

Porque ya no estoy tan seguro...

Pero, a estas alturas, comenzar a filosofar acerca de qué es la vida, acerca de qué es vivir... sería demasiado, ¿o no?

A lo mejor, a lo mejor sería demasiado... o tan poco... pero, insisto, citando al duende: 'tanto tan poco, tampoco tanto'...

Sé que no estoy muerto...

(¿realmente lo sé...?)

Bueno, no lo sé...

¿O será éste un estado intermedio? Mi propio limbo personal (valgan todos los pleonasmos posesivos)...

El Cero, el número que es y no es...

Mi vida, mi muerte, mi ser: mi capítulo cero..."

sábado, 13 de septiembre de 2008

Paréntesis: El Civismo






He retrasado esta entrada desde que comencé con este blog.

A principios de este año (2008), leí dos libros que me gustaron mucho, el primero de ellos fue "La Tía Tula", el segundo "Cómo se hace una novela"; los dos son obra de Don Miguel De Unamuno y Jugo, pero el último fue el que más me impresionó. Además, por su causa reflexioné acerca de un tema que para mí es delicado, y el cual había preferido mantener al margen: La Política.

Según lo que leí en "Cómo se hace una novela", Don Miguel me hizo entender su punto de vista, el cual desde entonces he decidido compartir, acerca de que el ser humano, así como lo planteara el, digamos, "buen" Aristóteles, es en definitiva un animal político, un zoon politikón. Y Don Miguel continúa con algo que me parece que es lo realmente importante, él escribía si mal no recuerdo que no es que haya "poesía política", es decir eso del panfleto que tan poco me gusta o interesa. No. Don Miguel decía, parafraseándole, "la poesía es política". Y así con todo lo que hacemos como entes sociales.

Continuaba su discurso, muy emotivo pero nunca menos inteligente, recordándonos que la actividad política del ser humano, además, consistía en ser un buen ciudadano, ¿y cómo se le llama a esto de ser un buen ciudadano? pues Civismo, claro es.

En estas fechas, cuando celebramos el civismo realizando actos cívicos en los establecimientos educativos, no está de más recordar, con toda la simbología que empleamos, en efecto, los símbolos patrios, que éstos son importantes en cuanto nos ayuden a forjar este civismo (esta sana convivencia). Por ello, no los descalifico, puesto que tienen su propósito, su razón de ser. Pero tampoco los sobreestimo (como nos decían en la clase de Religión cuando yo era niño, que a los santos, a las imágenes en las iglesias católicas querían decir, se les respeta pero no se les venera).

No me parecen inteligentes todas las descalificaciones a los símbolos patrios, la actitud de irreverencia que es ahora tan común, ni la tendencia iconoclasta que pretendería destruir todas las representaciones de tipo patriótico y dejarnos sin ningún punto de referencia. Las considero, además, una falta de respeto.

No es que yo esté complacido con cierta simbología, la cual evidentemente procede de la Revolución Liberal de finales del siglo XIX. Ni que crea que el proceso independentista tenía fines realmente libertarios. Tampoco es que piense que la letra del Himno Nacional responde a los intereses de todos los guatemaltecos; es más, me parece que refleja, precisamente, los sentimientos de un hombre cubano que veía a su patria aún bajo el dominio español. (Acerca de la música de nuestro himno, no tengo ninguna reserva, y la defiendo a capa y espada, eso sí)

Pero, como le digo a mis alumnos, estos son los símbolos que tenemos, y mientras no tengamos otros hemos de respetarlos. Los símbolos patrios cumplen una función integrándonos, identificándonos. Nos cubren, a todos los pueblos guatemaltecos, como una misma chamarra. Además, algunos como el quetzal y la marimba son hermosos y de un profundo significado.

En cuanto al respeto, yo sostengo que es un valor integral, no podemos hablar de respeto si no respetamos. En caso contrario, ¿de qué respeto es que hablamos? ¿Ese que exige consideración para sí pero que pisotea los derechos de los demás, incluso por una supuesta causa justa?

sábado, 6 de septiembre de 2008

Cuento Original: Jazzman


"Dedicado a Charlie Parker, Julio Cortázar y El Perseguidor"


(El Jazzman)




Decían que tocaba mejor que cualquiera que lo hubiera hecho antes… que era el mejor hasta entonces… que no podía ser humano.

Lo habían colocado en una posición de superhombre, de semidiós, de héroe de leyenda. Todas las noches iban hordas de fanáticos a escucharlo. Decían que era lo más emotivo, lo más profundo.

Él y su trompeta eran uno.

Tocaban de todo. Desde “When the saints…” hasta “Manteca” y “Groovin’ high”. Ellos eran el jazz… no hacían jazz, no; ellos eran el jazz mismo, y el jazz era ellos. Nadie se atrevía a contradecir esta afirmación. Bueno, casi nadie…







Toda la vida se la había pasado admirando a estos jazzmen.

Desde que había escuchado a Miles Davis no había podido sacarse de la mente el sonido de esa trompeta, y todo lo que escondía: los “blues”, el “swing”, la esencia misma de la música.

Y desde entonces había soñado únicamente con tocar así, con vaciar todo su contenido de esta manera.

¿Que qué iba a ser de él si se vaciaba por completo?

Pues en principio, no quedaría vacío su ser. En todo caso, quedaría vacío su cuerpo, como el de Bird, que se había ido volando como un ave, como el pájaro cantor que era. Esa clase de ornitomúsico no podía ser enjaulado, y él tampoco.

Así como unos niños sueñan con ser deportistas estrellas, médicos, actores o cantantes famosos, él soñaba con ser un jazzman.

Ya lo dije, pero lo aclaro por si las dudas, a él no le interesaba la fama, sino sacar lo que tenía dentro. Eso que es desconocido, pero no por ello inexistente. Quería liberarse por completo de las ataduras físicas.







“El sentimiento es lo más importante.”

Ese era su argumento más insistente en cuanto a la música. No importaba el virtuosismo desplegado por otros jazzmen en una ejecución aparentemente impecable, la mayoría de las veces él parecía no inmutarse; era como cuando en las proyecciones de películas cómicas no se reía porque sentía que el humor era muy vulgar, muy poco ingenioso, descerebrado por decir algo. Pero más que todo, lo sentía sin alma, sin contenido.

Por eso no se reía.

Y luego, por eso no podía sentir ante la carencia de algo sensible.







(El Crítico)




Pero, basta, a fin de cuentas esta es una reseña de jazz, a eso nos dedicamos.

Ahora, mis palabras vuelven contra mí. Yo lo dije: ellos no hacían jazz, ellos eran el jazz mismo. Quizás sea cierto, al menos en este caso, quizás sea imposible separar al artista de la obra.

Recuerdo la primera vez que los escuché, bueno que lo escuché a él con su grupo de turno: fue una noche en la cual no pude resistir a la tentación de comprobar los rumores de la masa; a fin de cuentas, nunca he sido afín con esos juicios colectivos sobre lo que sea, no me parece que reflejen ninguna clase de criterio maduro, más bien me parecen pan y circo, fuegos artificiales, etc. Pero hay que reconocer, así como generalmente la masa se equivoca, también hay excepciones a la regla.

Entré y lo vi… y lo oí. He allí esos fuegos artificiales de la sinestesia más perturbadores que jamás hubieran percibido mis vulgares oídos de crítico, he ahí ese circo romano con sus leones psicodélicos, rugiendo como en “El Carnaval de los Animales” a través de la música, he ahí esos gladiadores acústicos acosándome, amenazando con despedazarme, y yo, pobre diablo, presto a todo aquello porque había perdido todo dominio de mí mismo, toda voluntad. De repente, cual la masa, había caído hipnotizado, aletargado, en un sopor que es por su propia naturaleza inefable.

Todas mis memorias, las que pudieran ser una referencia al caso, acudieron. Me sentí ante Dizzy, Bird, El Gremlin, Monk, Coltrane, Sachtmo, Liszt, Paganini…

Qué decir, alrededor del Mundo y en distintas épocas, cuántos habrán sentido algo similar. Y allí estaba, ahora era mi turno.

Repentinamente surgió en mi mente como habrá surgido en la de aquellos que escucharon estupefactos al violinista de Génova:

“Este ser que está frente a mí… esta criatura, este genio… este jazzman no es humano…”








Hay momentos de verdadero terror en la vida de una persona, éste que he narrado fue uno de los míos.

Ahora bien, era un terror más bien embriagante, de esos como si uno fuera cayendo de una altura considerable y la perspectiva del golpe fuera más una esperanza que un temor. Pero, siempre queda el factor desconocido, y esto desconocido a algunos, por más que sea delicioso, no nos termina de convencer. Así me sentía.

Pero, ¿ya qué?

En todo caso, el único detalle fuera de lugar aquí es narrar todo esto en una columna sobre jazz, y creo que la moraleja es que uno puede creer toda su vida que está en esto o aquello, pero al final de cuentas, quizás no…

Y así creo que me ha pasado a mí.

Porque lo que yo creía que era jazz (y lo era, al final lo era), resultó ser más que eso (eso sí, más que jazz, “Jazz y algo más”[1]. Porque el jazz es importante y no se le puede dejar de lado, ni siquiera en estas metafísicas meditaciones…).

Pues bien, cómo pasa un tipo normal (tómenlo como quieran), un crítico respetable (aún cuando no muy respetado), un aficionado a la música, estudioso de ella; cómo pasa un tipo como yo, cómo paso yo de donde estuve a donde estoy, o a lo que soy ahora, eso ya está resuelto. Y si no lo ha entendido creo que no ha puesto atención o esto del jazz realmente no es lo suyo.

Pero, eso nos deja en ahora, en como estoy, en qué estoy.

Estoy… bueno, era más fácil contar cómo llegué que el qué.

Déjenme plantearlo así:



(La Epifanía)




“Decían… que no podía ser humano.”

Me parece que ciertamente este sujeto, este jazzman no era humano. Lo había sido, digamos que lo fue, que comenzó su vida y por qué no, su carrera, siendo humano. Un tipo normal (nuevamente, tómelo como quiera), que se despierta a las 6, va al baño (no me pregunte para qué si Vd. ya sabe…), desayuna rápidamente, se toma un café y sale corriendo a tomar el colectivo de su preferencia (a fin de cuentas hay tantos), se la pasa el día trabajando y regresa por la noche buscando en qué entretenerse hasta que siente sueño (porque el sueño también se siente, eh).

Y así, per secula seculorum…

Pero, así y todo no es feliz (bueno, ¿quién es feliz?, pero esto tiene algo que ver con la felicidad, sígame en esto…)… qué hace entonces, compra objetos, o personas, experiencias, o aún más, las vende… qué hace…

Es esto la vida, ¿para esto tanto esfuerzo?

Ah, pero, algunos creemos que hay algo más. Estamos los más escépticos y quienes nos sentamos cómodamente en nuestro sillón o en nuestra mesa a tomarnos una cerveza, un vino, nos fumamos un cigarrillo, y ¿qué hacemos?

¡Escuchamos!

Ahora, cualquiera se sube a un escenario y lo hace regular (claro, hay quien lo hace muy mal, y lo digo porque sé, soy un crítico…), hay quien lo hace bien, muy bien y así… pero, están estos otros sujetos, aquellos a quienes ni yo ni todas las legiones de críticos podríamos encontrarles una mancha; no es sólo que sean muy buenos, es que, no son de nuestra liga, o nosotros de la suya, y entonces sucede…

Esto lo escribe un crítico, pero sé que le puede pasar a cualquiera (no sólo porque soy un cualquiera; pero nunca corriente, eh).

¿Por qué digo que le puede pasar a cualquiera? Pues porque esto es nuestro patrimonio, y ahora olvídese de su apellido, de sus propiedades (si es que tiene), y simplemente escuche.

Se pregunta en qué estoy o en dónde. Si es lo último, pues aquí mismo frente al computador, no es mi cuerpo el de la epifanía, soy yo.

Si bien el jazzman tiene el poder de invocar eso desconocido con su trompeta, yo tengo el poder de apreciarlo: es sólo un momento, es sólo un Standard, es sólo eso…

… y no otra cosa…



[1] Como el título de la película del director afro americano Spike Lee, “More Better Blues”.

Imagen: http://www.apoloybaco.com/imagenes/Jazz/charlieparker.jpg

martes, 2 de septiembre de 2008

capítulo vigesimocuarto: el cafetín chino, el reggaeman y el rugido de un león



Petoulqui salió del cafetín chino tambaleándose un poquito. Pero sólo un poquito.

Había bebido tan poco, pero ya sabemos cómo es él. Abrió su paraguas.

"Qué rockola más discriminadora." Pensó el Peto. "Mirá que no reproducir la guarimba que yo quería escuchar. Y seguramente que nadie me va a creer que le metí dos quetzales...".

Ya había tenido que soportar el pedo del borrachín ese que se creía gracioso (el pedo gaseoso porque aparte estaba el pedo que se había puesto el otro con whisky y mineral...). Pero, bueno, el Peto no es tan delicadito, después de todo. Es delicadito, pero tanto tampoco.

En todo caso, había sido una tarde entretenida platicando de tantas cosas, tomándose dos litros de cerveza, comiéndose ese chao mein lleno de pellejos de pollo, aprovechando los wan tan's (boquitas) gratuitos, tomándose esa sopa min cortesía de la casa (que a fin de cuentas, era la primera que tomaba en su vida, sopa min pues) (De hecho, el Peto estaba comenzando a sentirse identificado con El Chino)

Había esperado a que bajara la lluvia un poco (más bien, que amainara), casi se había resbalado cerca de la mesa de unos (más) borrachos que él (y les había dicho bromeando, "es mi imitación del 'moonwalk' de Michael Jackson", con sus consiguientes risas), y había salido a la calle, a la zona 1.

Estaba en la séptima calle. Por razones inexplicables (eso es, que no quiero explicar) se dirigió a la sexta avenida y novena calle, y bajando la última se encontró con un tipo que le ofreció música, discos de reggae a Q.30 (no lo hemos dicho pero el Peto ya le había dicho a un malviviente, "creés que si tuviera un quetzal estaría caminando"). Pero si bien Peto no tenía plata si tenía ganas de platicar, e investigando averiguó que el tipo era de Jamaica y que le gustaba la tal Guatemala (y como lo había sospechado el Peto, el jamaiquino antes de venir a Guatemala no tenía ni idea de dónde estaba este paisito).

Y con el jamaiquino (¿o será jamaiqueño? parece que también puede ser jamaicano) habló un buen rato acerca de lugares como (en orden) Port Royal, Port Antonio, Negril, Montego Bay y Ocho Rios. Y resultó que el nuevo conocido era un rastafari y músico de reggae (los discos eran de su autoría). El reggaeman se sorprendió de que Peto no conociera Flores, Petén. Y aún más, el Peto se sorprendió porque el reggaeman no conociera Livingston o la cultura garífuna. Peto le dijo que, aún cuando reconocía que podía ser únicamente su visión personal, para él Livingston era muy parecido a Jamaica. El reggaeman, ahora intrigado, afirmó que ahora haría lo posible por conocer el mentado pueblo.

Ahora bien, el Peto no está muy seguro si lo que él pensó es que podría ayudar en algo al reggaeman con algo de plata o qué, ya que no le alcanzaba para comprarle un disco (cuyo contenido le producía gran curiosidad). Sea como fuere, el Peto se sacó lo que llevaba, que creía eran Q.5 (o sea, retrato de tirano regala-regiones y detonante de segregacionismos sociales extremos), pero en realidad eran Q.10 (retrato de socio moderado del tirano, no tan malo, tampoco tanto), y se los dio, contento (contento por el contento de alguien más a quien él creía haber hecho contento).

Se despidieron con un saludo, el cual Peto recuerda traducido al español como "El rugido de un león". En todo caso, había sido bueno conocer al reggaeman, y según éste no había sido malo conocer al Peto.

Peto se fue caminando, como dije, contento. Y el reggaeman se subió a su vehículo automotor.