En fin. La idea de este paréntesis es hablar conmigo mismo, en primer lugar, como siempre, y si alguien más lee, pues magnífico (palabra que nunca o casi nunca uso).
Sólo quiero recordarme (recordarnos) cómo fue que comencé a escribir como lo hago ahora. Es decir, en este formato electrónico (porque lo que es escribir en cuadernitos, desde que tenía 8 ó 9 años, plagiando a Hans Christian Andersen).
Todo comenzó con ese diario de Hi5 (y les sigo regalando la publicidad), cuando escribía mis comentarios numerados y también aquellas anécdotas musicales. Subí algunos de mis cuentos (los que se encuentran también aquí en el blog). Luego, el Oswaldo me sugirió abrir un blog; por esa época yo leía lo que aquel publicaba en el suyo, La Virtual Alteridad para quien no lo recuerde. Comencé esto llamado "Las Aventuras de Petoulqui". Y de manera inconsciente he visto cómo con los años han disminuido las publicaciones: 92 en el 2008, 59 en 2009, 38 en 2010, 22 en 2011 y, sin contar este paréntesis, 2 en 2012.
Una idea ha resonado en mi mente cuando he buscado alguna explicación para este fenómeno. ¿Por qué no escribo? Pues, simplemente, porque no tengo nada qué decir. No es sólo de ponerme a llenar espacio porque sí, o por "método". Que, si bien pienso que es necesario mejorar la técnica, desarrollar el estilo (lo que sea que esto signifique, no es que no tenga ideas al respecto sino que están algo enredadas), por otra parte pienso y, aún más, siento que no hay nada que quiera decir, nada que valga la pena.
Quizás esto se deba a que no he distinguido bien entre lo que es la creación literaria puramente y lo otro, a lo cual me referiré como "la opinión".
No puedo decir que ya esté cansado de mis juegos de ingenio, que a decir verdad me parece que no a muchos les parecen ingeniosos, pero creo que, para bien o para mal, no son necesariamente lo que más me interesa.
Contradictorio como siempre, finalizo la entrada sin mayores conclusiones constructivas; pero en virtud de los acontecimientos presentes (no necesariamente los del Mundo sino los de mi Mundo), esperaría que estas conclusiones fueran, más bien, destructivas. Una vez más, no destructivas para los otros sino para mí mismo, y no desde una perspectiva nihilista sino, paradójicamente, creativa.
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