Un grupo de hormigas cargaba a una cucaracha aún viva, sujetándola incluso por las antenas, pared arriba (no sé si me sorprendió más la literal verticalidad del procedimiento o esta escena para mí nunca antes vista). Por supuesto, no hice nada al respecto; ¿por qué habría de interferir en algo así? Sin embargo, no pude evitar pensar que lo que presenciaba, más allá de suceder en un ámbito completamente ajeno a mi competencia, era un acto de crueldad. O dicho de otra manera, que el mundo de los insectos era bastante salvaje (al escribirlo me parece un tanto estúpido el planteamiento)... brutal.
(hasta me dan ganas de escribir una de esas moralejas, según yo irónicas, que agregaba al concluir algunos de mis cuentos, ¿qué clase de criatura atormentaría a uno de sus semejantes de esa manera? y bla, bla, bla. Por obvio que parezca, siempre hay alguien que dice no entender: claro, el ser humano)
En fin, hoy un profesor nos dijo en la Universidad que la Naturaleza no puede caer bajo el espectro de lo que nosotros culturalmente denominamos bello o feo y, por extensión supongo, cruel o compasivo.
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