Peto se encontró con Parsifal y lo primero que se le ocurrió decirle fue, "Sos un tontote, Parsifal."
Como era de esperarse, Parsifal se le quedó mirando a Peto con cara de perplejo. Ni siquiera parecía que hubiera entendido lo que Peto quería decir. Para empezar, supongo, porque Parsifal no hablaría el castellano. Sería de ubicar si Parsifal era británico, alemán, un caballero británico visitando Alemania, o más bien, la "región misteriosa" donde se encontraba el castillo de la orden de caballería que custodiaba el Santo Grial.
El caso es que era (es) Viernes Santo, y ya sabemos todos (o quizás no, pero ahora nos enteramos) que la historia de Parsifal llega a su punto crítico en este día.
Parsifal es Percival, uno de los caballeros de la Mesa Redonda, de los últimos, quien en algunas historias acompaña a Galahad, y en otras va solo (como en ésta).
Cómo fue qué se encontraron P y P, pues nada más y nada menos que por la magia de mi memoria, nuestra memoria, que ha hecho a un lado muchas cosas, pero que persiste en ciertos recuerdos, algunos buenos, algotros (sic) malos (jaja). En todo caso, está bien encontrarse con Parsifal, el héroe insensato, el gran tontote, el héroe que rescata lo más puro de lo más deyecto.
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Titurel, el primer maestre de la orden del Graal, ha rescatado el Santo Cáliz y la Lanza de Longinos de los impíos, y ha edificado un castillo en la región de los Pirineos. Con la orden que dirige se ha dedicado a proteger las santas reliquias, y ya viejo ha legado a su hijo Amfortas la responsabilidad. Un renegado, Klingsor el mago, resentido por no haber sido admitido en la orden, construye, a su vez, una fortaleza cercana al Castillo de Montsalvat, hogar de los del Graal, y en sus cercanías entre ambas plazas fuertes, crea un jardín lleno de tentaciones. Amfortas es atraído al jardín, seducido por la hechicera Kundry y herido por Klingsor con la Lanza de Longinos. Herido y contaminado por el pecado, Amfortas no puede morir, y sólo podrá ser curado por la mano de un guerrero sin tacha. Mientras esto sucede, los caballeros del Graal en conjunto han caído en desgracia y han perdido el privilegio de ser visitados por el Espíritu Santo cada día de Pascua...
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Peto, en la entrada que lleva al Castillo de Montsalvat, un promontorio muchísimo más alto que el célebre Cerrito del Carmen, ve cómo un cisne cae en picada, herido por una flecha.
"¿Por qué mataste a ese cisne?", le pregunta Peto a Parsifal.
"No lo sé.", le responde el caballero, "No creí que mi flecha fuera a matarlo."
"¿Hello?", piensa Peto. "Definitivamente, éste es un tontote."
No cabe duda que entre ser un ingenuo inmaculado y un inmoral insensato hay una delgada línea, la cual Parsifal cruza cada segundo.
Cuando el caballero se arroja con la intención de estrangular a Kundry, la hechicera que padece de ambigüedad crónica porque así como ahora es malvada al siguiente segundo tiene actitudes bondadosas, Peto cual Gurnemanz, el guardián del castillo del Montsalvat (ahora ya revisados mis libros de referencia, puedo citar), piensa que el doncel sin tacha es definitivamente una bomba de tiempo. Aguanten que Parsifal quería ahorcar a la Kundry sólo porque le dijo que su mamá de él se había muerto.
Kundry es prácticamente un alma en pena porque se burló de Cristo cuando cargaba su Cruz hacia el Gólgota.
Cuando Gurnemanz (ya dijimos, el guardián del Castillo de Montsalvat) arroja a Parsifal del castillo de Montsalvat porque además de insensato, por no decir loco de atar, lo cree un cobarde; Parsi se dirige a los dominios del Mago Klingsor, y encuentra a Kundry en un exótico jardín, creación del malvado artífice de las artes oscuras, rodeada por otras lascivas doncellas. Parsifal, dada su ingenuidad, pero de una manera completamente paradójica, lúcido, se resiste a la tentación y rechaza un beso de la hechicera. Esto se debe a que, al momento del beso, Parsifal es deslumbrado por una providencial visión que le muestra como fue la caída en desgracia de Amfortas, el maestre de la Orden del Graal. Cuando Klingsor lanza la lanza (jajajajajaja) contra el buen Parsi (ahora ya es bueno, porque de insensato paso a lúcido y moral, ya no es un animal, verso sin esfuerzo...), una vez más la Providencia lo salva al detener el curso del móvil, en su movimiento parabólico (dijera Madariaga). Ahora, lanza en mano (es la lanza de Longinos, por si no sabían; robada por Klingsor a Amfortas, cuando éste cayó en tentación... y en desgracia, claro es), Parsifal aniquila al impío, y acto seguido se marcha a recorrer el mundo para seguir su maduración.
Y cuando Parsifal regresa de su cruzada personal, Gurnemanz (por si se olvidaron, éste es el guardián del Castillo de Montsalvat) recibe, ahora sí con los brazos abiertos a quien es el héroe sin mancha, pero no por su ingenuidad sino por su discernimiento, y se suben nuevamente la escarpada ladera del Montsalvat, donde están velando a Titurel, padre de Amfortas (sí, el maestre del Graal), y es cuando se obran los milagros. Parsifal cura a Amfortas, redimido de su caída en la tentación, Titurel sufre una resurreción efímera para ver que su hijo ha sido curado y que ha llegado el elegido, o sea Parsi, y este último, ora frente al Santo Cáliz. En ese momento aparece el Espíritu Santo en la forma de una paloma blanca, la cual revolotea cerca de la frente del héroe, al tiempo que Kundry, ya reivindicada, expira en paz.
"Ya no sos más un tontote, Parsifal", piensa Peto.