sábado, 6 de septiembre de 2008

Cuento Original: Jazzman


"Dedicado a Charlie Parker, Julio Cortázar y El Perseguidor"


(El Jazzman)




Decían que tocaba mejor que cualquiera que lo hubiera hecho antes… que era el mejor hasta entonces… que no podía ser humano.

Lo habían colocado en una posición de superhombre, de semidiós, de héroe de leyenda. Todas las noches iban hordas de fanáticos a escucharlo. Decían que era lo más emotivo, lo más profundo.

Él y su trompeta eran uno.

Tocaban de todo. Desde “When the saints…” hasta “Manteca” y “Groovin’ high”. Ellos eran el jazz… no hacían jazz, no; ellos eran el jazz mismo, y el jazz era ellos. Nadie se atrevía a contradecir esta afirmación. Bueno, casi nadie…







Toda la vida se la había pasado admirando a estos jazzmen.

Desde que había escuchado a Miles Davis no había podido sacarse de la mente el sonido de esa trompeta, y todo lo que escondía: los “blues”, el “swing”, la esencia misma de la música.

Y desde entonces había soñado únicamente con tocar así, con vaciar todo su contenido de esta manera.

¿Que qué iba a ser de él si se vaciaba por completo?

Pues en principio, no quedaría vacío su ser. En todo caso, quedaría vacío su cuerpo, como el de Bird, que se había ido volando como un ave, como el pájaro cantor que era. Esa clase de ornitomúsico no podía ser enjaulado, y él tampoco.

Así como unos niños sueñan con ser deportistas estrellas, médicos, actores o cantantes famosos, él soñaba con ser un jazzman.

Ya lo dije, pero lo aclaro por si las dudas, a él no le interesaba la fama, sino sacar lo que tenía dentro. Eso que es desconocido, pero no por ello inexistente. Quería liberarse por completo de las ataduras físicas.







“El sentimiento es lo más importante.”

Ese era su argumento más insistente en cuanto a la música. No importaba el virtuosismo desplegado por otros jazzmen en una ejecución aparentemente impecable, la mayoría de las veces él parecía no inmutarse; era como cuando en las proyecciones de películas cómicas no se reía porque sentía que el humor era muy vulgar, muy poco ingenioso, descerebrado por decir algo. Pero más que todo, lo sentía sin alma, sin contenido.

Por eso no se reía.

Y luego, por eso no podía sentir ante la carencia de algo sensible.







(El Crítico)




Pero, basta, a fin de cuentas esta es una reseña de jazz, a eso nos dedicamos.

Ahora, mis palabras vuelven contra mí. Yo lo dije: ellos no hacían jazz, ellos eran el jazz mismo. Quizás sea cierto, al menos en este caso, quizás sea imposible separar al artista de la obra.

Recuerdo la primera vez que los escuché, bueno que lo escuché a él con su grupo de turno: fue una noche en la cual no pude resistir a la tentación de comprobar los rumores de la masa; a fin de cuentas, nunca he sido afín con esos juicios colectivos sobre lo que sea, no me parece que reflejen ninguna clase de criterio maduro, más bien me parecen pan y circo, fuegos artificiales, etc. Pero hay que reconocer, así como generalmente la masa se equivoca, también hay excepciones a la regla.

Entré y lo vi… y lo oí. He allí esos fuegos artificiales de la sinestesia más perturbadores que jamás hubieran percibido mis vulgares oídos de crítico, he ahí ese circo romano con sus leones psicodélicos, rugiendo como en “El Carnaval de los Animales” a través de la música, he ahí esos gladiadores acústicos acosándome, amenazando con despedazarme, y yo, pobre diablo, presto a todo aquello porque había perdido todo dominio de mí mismo, toda voluntad. De repente, cual la masa, había caído hipnotizado, aletargado, en un sopor que es por su propia naturaleza inefable.

Todas mis memorias, las que pudieran ser una referencia al caso, acudieron. Me sentí ante Dizzy, Bird, El Gremlin, Monk, Coltrane, Sachtmo, Liszt, Paganini…

Qué decir, alrededor del Mundo y en distintas épocas, cuántos habrán sentido algo similar. Y allí estaba, ahora era mi turno.

Repentinamente surgió en mi mente como habrá surgido en la de aquellos que escucharon estupefactos al violinista de Génova:

“Este ser que está frente a mí… esta criatura, este genio… este jazzman no es humano…”








Hay momentos de verdadero terror en la vida de una persona, éste que he narrado fue uno de los míos.

Ahora bien, era un terror más bien embriagante, de esos como si uno fuera cayendo de una altura considerable y la perspectiva del golpe fuera más una esperanza que un temor. Pero, siempre queda el factor desconocido, y esto desconocido a algunos, por más que sea delicioso, no nos termina de convencer. Así me sentía.

Pero, ¿ya qué?

En todo caso, el único detalle fuera de lugar aquí es narrar todo esto en una columna sobre jazz, y creo que la moraleja es que uno puede creer toda su vida que está en esto o aquello, pero al final de cuentas, quizás no…

Y así creo que me ha pasado a mí.

Porque lo que yo creía que era jazz (y lo era, al final lo era), resultó ser más que eso (eso sí, más que jazz, “Jazz y algo más”[1]. Porque el jazz es importante y no se le puede dejar de lado, ni siquiera en estas metafísicas meditaciones…).

Pues bien, cómo pasa un tipo normal (tómenlo como quieran), un crítico respetable (aún cuando no muy respetado), un aficionado a la música, estudioso de ella; cómo pasa un tipo como yo, cómo paso yo de donde estuve a donde estoy, o a lo que soy ahora, eso ya está resuelto. Y si no lo ha entendido creo que no ha puesto atención o esto del jazz realmente no es lo suyo.

Pero, eso nos deja en ahora, en como estoy, en qué estoy.

Estoy… bueno, era más fácil contar cómo llegué que el qué.

Déjenme plantearlo así:



(La Epifanía)




“Decían… que no podía ser humano.”

Me parece que ciertamente este sujeto, este jazzman no era humano. Lo había sido, digamos que lo fue, que comenzó su vida y por qué no, su carrera, siendo humano. Un tipo normal (nuevamente, tómelo como quiera), que se despierta a las 6, va al baño (no me pregunte para qué si Vd. ya sabe…), desayuna rápidamente, se toma un café y sale corriendo a tomar el colectivo de su preferencia (a fin de cuentas hay tantos), se la pasa el día trabajando y regresa por la noche buscando en qué entretenerse hasta que siente sueño (porque el sueño también se siente, eh).

Y así, per secula seculorum…

Pero, así y todo no es feliz (bueno, ¿quién es feliz?, pero esto tiene algo que ver con la felicidad, sígame en esto…)… qué hace entonces, compra objetos, o personas, experiencias, o aún más, las vende… qué hace…

Es esto la vida, ¿para esto tanto esfuerzo?

Ah, pero, algunos creemos que hay algo más. Estamos los más escépticos y quienes nos sentamos cómodamente en nuestro sillón o en nuestra mesa a tomarnos una cerveza, un vino, nos fumamos un cigarrillo, y ¿qué hacemos?

¡Escuchamos!

Ahora, cualquiera se sube a un escenario y lo hace regular (claro, hay quien lo hace muy mal, y lo digo porque sé, soy un crítico…), hay quien lo hace bien, muy bien y así… pero, están estos otros sujetos, aquellos a quienes ni yo ni todas las legiones de críticos podríamos encontrarles una mancha; no es sólo que sean muy buenos, es que, no son de nuestra liga, o nosotros de la suya, y entonces sucede…

Esto lo escribe un crítico, pero sé que le puede pasar a cualquiera (no sólo porque soy un cualquiera; pero nunca corriente, eh).

¿Por qué digo que le puede pasar a cualquiera? Pues porque esto es nuestro patrimonio, y ahora olvídese de su apellido, de sus propiedades (si es que tiene), y simplemente escuche.

Se pregunta en qué estoy o en dónde. Si es lo último, pues aquí mismo frente al computador, no es mi cuerpo el de la epifanía, soy yo.

Si bien el jazzman tiene el poder de invocar eso desconocido con su trompeta, yo tengo el poder de apreciarlo: es sólo un momento, es sólo un Standard, es sólo eso…

… y no otra cosa…



[1] Como el título de la película del director afro americano Spike Lee, “More Better Blues”.

Imagen: http://www.apoloybaco.com/imagenes/Jazz/charlieparker.jpg

5 comentarios:

Oswaldo J. Hernández dijo...

Siempre hay en este blog un parlamentario argumento que invoca a los más malditos de los pentagramas. Se hace repaso. E invita a buscar mis viejos jazz.mp3 en el disco.
saludos, pues.

Anónimo dijo...

Esto es algo muy bueno de lo poco que he leído tuyo. A propósito, leí lo de los griegos, muy bonito bastanta bien traducido podría decirse y asentado a nuestro público. Pero sos digno como para ser guionista de Woody Allen, a mí me gusta Woody no sé si a vos también. Pero el relato me gustó muchísimo. Me encanta el Jazz, aunque sólo tengo unos cuantos clásicos.

Luis dijo...

Se ve bueno, hasta me dan ganas de leerlo.

Petoulqui dijo...

Oswaldo:

Qué bueno que mis parlamentarios argumentos "invoquen" a los más malditos pentagramas.

Ciudadano Cero:

La verdad, a mí también me gusta bastante el trabajo de Woody Allen. Ciertamente, ser uno de sus guionistas sería un interesante honor. Me alegra que te haya gustado el relato.

Luis:

Insisto en que viniendo de vos, es un halago... Ja-ja.

Saludos,

Peto

Anónimo dijo...

"…a él no le interesaba la fama, sino sacar lo que tenía dentro. Eso que es desconocido, pero no por ello inexistente. Quería liberarse por completo de las ataduras físicas."
Estas palabras son las que más me impresionaron porque es cierto. Con cuántas personas he platicado y me desespera porque le dan vuelta y caravuelta a los mismos problemas y al parecer no logran resolverlos. No sé si al escribir eso pensó que alguna vez alguien le iba a comentar como yo lo he hecho ahorita, pero en fin.
El temor que se siente por sacar lo que se tiene dentro, lo que carcome el alma y por consiguiente tu existencia; lo que no se tiene el suficiente valor para ver, pero se sabe existe y al mismo tiempo se quiere negar porque el temor a lo desconocido puede ser tan grande.
En fin, yo sé que su texto va más allá de lo que acabo de escribir, pero no podía dejar de poner en letras lo que sus palabras me hicieron pensar.