Compáranos: yo un Löwy con cierto trasfondo kafkiano, pero al que no lo impulsan precisamente esa voluntad vital de comercio y conquista tan típica de los Kafka, sino una espina de los Löwy, más secreta, más tímida, que apunta hacia otra dirección y a menudo se desvanece. Tú, en cambio, un verdadero Kafka en fuerza, salud, apetito, volumen de la voz, poder de convicción, autosufiencia, superoridad con respecto al mundo, resistencia, presencia de ánimo, conocimiento de los hombres, cierta ampulosidad y, por supuesto, también todos los errores y debilidades que corresponden a estas virtudes provocadas por tu temperamento y tu mal genio. Acaso tu concepción del mundo no corresponda a la de un verdadero Kafka si te comparo con tío Philipp, tío Ludwig o tío Heinrich. Es notable, pero yo mismo no lo entiendo muy bien. Porque todos ellos eran más alegres, más puros, menos forzados, más vitales, menos severos que tú. (En este sentido heredé mucho de ti, pude regular muy bien la herencia, pero mi espíritu no logró equilibrar todas mis potencias; tú, en cambio, no tienes fisuras.)
Kafka, Franz. Carta al padre. Argentina: Ediciones Andromeda, 1976. p. 10 - 11